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sábado, 22 de junio de 2024

"Respeto y otras zarandajas"

Hace unos días volví a vivir una de esas situaciones que te hacen pensar. Muchos años educando personas, ayudándolas a entender que el resto de las que están a su alrededor también tienen una vida y que de nosotros puede depender que sea algo mejor en determinados momentos.

Poco más de las nueve de la mañana, me encuentro en urgencias de un gran hospital de Zaragoza, acompañando a una persona que se siente mal. Ya que el ambiente no suele ser muy agradable en esos lugares, ni corto el tiempo de espera, ayer hasta las cinco de la tarde tras cuatro horas para ser atendido, ves a tu alrededor cosas difíciles de entender. Varios carteles de un tamaño considerable por las paredes indican determinadas prohibiciones que, por mucho que nos pese, son necesarias. En una de ellas, un móvil enorme de color azul está tachado con una equis roja, indicando que no se utilice para hablar dentro de la sala.

Son varios los sonidos que se escuchan a mi alrededor, música sin auriculares y otras de vídeos de diferentes redes sociales, que se nota en determinadas caras a las que molestan, probablemente por un posible malestar general o un simple dolor de cabeza que les ha llevado hasta esa sala de urgencias.

En un momento determinado un señor, de unos cincuenta años con poco pelo y barba, a voz en grito habla de cuarenta kilos de lomo que tiene que vender a la empresa R, pero indicando que de momento no hagan nada por determinadas cuestiones de personas y facturas que no nos interesan a los demás y que a él deberían sonrojarle. Momentos después, tres asientos a mi izquierda, una señora muy arreglada, habla con alguien sobre un enfermo, para pasar en segundos a preguntarle por las vacaciones y qué tal les va en un bonito pueblo del Pirineo aragonés y, durante unos minutos de la cama de un hospital se pasa a los imponentes montes pirenaicos. Lo más curioso del asunto es que el de los cuarenta kilos de lomo me mira y sonríe como haciéndome ver lo mal que hace la señora. Lo de él no lo ha visto, claro.

Así discurre la mañana entre músicas, conversaciones y otras zarandajas, que darían para mucho y que tampoco tienen muy en cuenta el tema del respeto a las personas de nuestro entorno en esos lugares. En un momento determinado necesito hacer una llamada, me levanto y le indico a mi acompañado en un tono prudente, pero que puedan oír los dos de los móviles, que vuelvo enseguida que voy a salir a la calle para hablar. Yo creo que sus miradas se dispersan, no por su actitud anterior, sino simplemente porque el egoísmo en esas y otras situaciones hace que vivan solo su vida, esa en la que los de alrededor, estén enfermos o no, poco les importa, su ego les marca el camino.

De todos modos, espero que cada vez, aunque poco a poco, seamos conscientes de estas y otras situaciones y vayamos mejorando la especie. Tantos años entre mi alumnado me hace pensar, con optimismo, que muchos de ellos ya están en ese camino.

                                                Fco. Javier Lozano, 22 - junio -­ 2024


jueves, 29 de febrero de 2024

"Volver a empezar"


Hace unos días volvía a casa recordando, por las calles de mi querido barrio de Torrero, antiguos negocios, talleres, bares… ya desaparecidos que me trasladaban a mi infancia. Iba a contar todo eso cuando otro fragmento de mi niñez se cruzó entre mis recuerdos y decidí dejarlo para otro día. 

Era por la tarde. Estaba en la librería de mis hijas y salí a la calle para tomar un poco de aire cuando veo acercarse por la acera a un señor empujando un carro de compra. Lo miro, me mira y una sonrisa nos devuelve a un ayer lejano, muy lejano, pero no perdido. Sí, era él, aquel niño de entonces, cinco ó seis años menor que nosotros, los mayores, a los que seguía por la arena de la playa de Peñíscola o la calle donde tenían alquilado su apartamento ellos en Benicarló.

En todos estos años, pues aquel niño ya ronda hoy los sesenta, nos hemos visto un par de veces. También he tenido la suerte de ver a sus padres, una especie de tíos postizos, educados y agradables y hablar con ellos sobre todos aquellos veranos de coches pequeños, utilitarios de los 60 repletos de bolsas, maletas e incluso el Seat 600 de otro amigo de nuestros padres en cuyo portaequipajes, una rudimentaria baca de las de entonces, sobresalía en cubo de una fregona con su mocho como si de una bandera se tratase y que al pasar por algunos túneles de la carretera nacional de la época golpeaba en el techo con intención de caerse. Viajes eternos de ida y vuelta que se alargaban por el calentamiento de aquellos 600 y el 1400.

Como siempre que tardas en ver a alguien haces un recorrido por la familia. El padre ya fallecido, los hermanos a los que casi nuca volví a ver desde entonces salvo en un par de ocasiones casi en la prehistoria de mi vida, su antigua vivienda en la que yo aprendí a ir en bici jugándome la vida de un pino a otro, una Nochevieja en ella en medio del pinar donde estaba ubicada. Y así seguimos hasta volver a la arena caliente de la playa, a las noches del chiringuito donde, bajo la luz de la luna y el rumor de las olas, nosotros corríamos por la arena, mientras las madres y los padres echaban la partida y una charrada hasta que el sueño nos reclamaba.

Ahora que no vuelvo a la escuela más que de vez en cuando, donde recibo el cariño de mis chicos y chicas al verme y de algunos compañeros y compañeras que sé que me aprecian de verdad, sentir que la vida, además del cariño recogido en el trabajo diario después de tantos años, me regala este tipo de recuerdos en blanco y negro, de veranos de tardes interminables, de días de sol, en la que también hubo días de lluvia que disfrutamos con la misma ilusión, es cuando analizas tu recorrido vital y te planteas tantas cosas, tantas ilusiones, tantas personas a las que echas de menos, que casi valdría la pena tener una segunda oportunidad para poder apreciar y valorar con más intensidad cada uno de los momentos vividos y que sabes que jamás volverán. Sería como la película de Garci “Volver a empezar” ¿No te parece?

                                                  Fco. Javier Lozano 27- febrero - 2024

martes, 3 de octubre de 2023

"Respeto en el tiempo"


Llevo unas semanas tratando temas como la autoestima y la motivación entre los alumnos de 2º y 3º de E.S.O. a petición de algunos compañeros y, dentro de ellos, surge uno de vital importancia, no solo entre el alumnado sino en el mundo en general. La juventud que puebla nuestras aulas hoy en día serán las personas adultas dentro de pocos años. Se trata del respeto, pero no solamente hacia los demás, sino también el que debemos tenernos a nosotros mismos, que está justo en la base del anterior.

Hablas con ellos y ves en sus miradas, gestos y expresiones, que son conscientes de la importancia real del respeto en sus relaciones, pero partiendo desde ellos mismos. Lo notas cuando los tratas en la relación personal de pasillo o en la calle. Te das cuenta en ese momento que lo realizado por y para ellos, al haber llegado a mentalizar a la mayoría, ha merecido la pena.

De repente tengo dudas de dónde se rompe esa cadena educativa que hace que un joven respetuoso de hoy sea mañana un adulto que parece no haber recibido noticias de que el respeto es fundamental. Todo esto me surgió, aunque pueda parecer extraño, este fin de semana cuando conducía por la autovía, pudiendo comprobar que el efecto del ámbito educativo de las aulas puede disiparse en años posteriores.

En primer lugar, todos hemos podido comprobar que las normas básicas de circulación que todos conocemos, mucha gente no las respeta. ¿Cuántas veces vas conduciendo respetando el límite de velocidad permitido y, uno tras otro te pasan superándolo ampliamente como si quisieran llegar a su destino antes de que acabe el mundo? Del móvil, no he dicho nada, eso lo estás pensando tú, pero tienes razón, también puede ser motivo de accidente y por lo tanto el respeto juega su papel.

Ya el detonante de este pensamiento fue ver cómo entre los Fernandos Alonsos de pacotilla que se lanzan a esas velocidades, hay algunos que ya no es que no respeten dichos límites, sino una de las normas más básicas y que en la vida normal, cuando vamos caminando también existe. Uno iba a una velocidad excesiva, pero el de atrás intentaba adelantarlo y para ello se le pegaba prácticamente en un momento intenso de tráfico en ese punto. No respetaba ni su más mínimo espacio vital, pudiendo provocar un grave accidente en cualquier momento involucrando a muchos de los que íbamos a su alrededor.

Sigo pensando, dónde dejamos el respeto a los demás y, por supuesto, hacia nosotros mismos cuando nos ponemos al volante, poniéndolos en constante peligro. Pensemos un poco más las cosas y que una maquina no haga que los egos, o vaya a saber usted qué, puedan hacer daño a cuantos nos rodean.  

                                               Javier Lozano, 3 – octubre – 2023


lunes, 27 de febrero de 2023

"Una vida distinta"

 


Han pasado ya unos cuantos días desde aquel en que dije hasta luego a mi actividad docente. Hasta luego porque en septiembre tengo que volver durante otro pequeño periodo de tiempo de unos dos meses y medio. Es lo que tiene este proceso de prejubilación.

Desde hace ya mucho tiempo llevaba soñando con llegar a este punto, en mi caso seguramente más por una anomalía en el proceso de prórroga que surgió de la negociación que vete tú a saber si… Bueno, que ya pasó y a mí lo que me apetecía era esto que he empezado a vivir.

Los primeros días fueron raros, no dejaban de parecer un puente y, tras el domingo, a trabajar, pero la noche de este último día del imaginario puente, una lucha interna increíble se desató en mí. Por una parte, la cena y la oscuridad a través del balcón indicaban que había que dormir ya para levantarse pronto al día siguiente. Por otra, mi cabeza me recordaba que no debía hacer caso a ese mensaje que nacía de la fuerza de la costumbre. Esa sensación llega hasta hoy noche tras noche. Incluso durante el día tengo una curiosa sensación de culpabilidad por no haber ido al colegio esa mañana.

Cuando ya han pasado los primeros once días, ocho de ellos sin clase, sigo sin acostumbrarme a no ver su cara a diario. Hace unos días tuve que acercarme por una cuestión personal y volvieron a aparecer los abrazos y los besos nada más llegar a la puerta del centro. Claro que, con el tiempo, llegaré y será muy distinto porque no me conocerán muchas personas y yo tampoco a ellas, incluido el profesorado. Lo que ha sido mi casa durante tantos años será simplemente un recuerdo.

En este momento estoy tratando de reorganizar mi vida. Trato de hacer cosas que antes no hacía y que hoy el tiempo me permite realizar y otras, a las que antes dedicaba pequeños espacios de mi día, ahora puedo dedicarles mucho más, aunque primero debo planificar todo un poco. Entre estas últimas están las de seguir escribiendo y atender a niños y personas con trastornos como el TDAH, Tourette o acoso escolar que siguen poniéndose en contacto conmigo como asociaciones o a nivel personal.

Con la maldita pandemia dejé muchas cosas a medias, desde viajes para charlas ya programadas por España, hasta proyectos para escribir cuestiones de tipo educativo (tengo una muy interesante que si salé adelante os contaré) y varias de ficción, especialmente una novela con cierto grado de humor que quiero terminar en las próximas semanas. La verdad es que ideas no me faltan. Quedó por culpa de la citada pandemia sin editar, ya maquetada, una recopilación de más de 60 artículos educativos de mi blog, a petición de mucha gente que lo lee habitualmente y que titulé ¡Cuidado con la tarima! Reflexiones desde mi aula. No sé si lo sacaré ya o no. Depende de vosotros.

Así pues, voy a ver si me acostumbro a esta nueva forma de vida, sin dejar de lado algo tan importante para mí, además de tratar de sonreír a diario porque sé que tras estas líneas estás tú, montones de personas que me habéis acompañado siempre y que sé que lo vais a seguir haciendo. Yo, por mi parte trataré de brillar si es posible para quien me necesite.


Fco. Javier Lozano, 27 – febrero – 2023

miércoles, 18 de enero de 2023

"Siempre a vuestro lado"

 



Ya ha pasado más de una semana desde que cerré la puerta del aula tras mi última clase, un momento que parecía que nunca llegaría. Tras ella quedaron muchos recuerdos, vivencias que espero que hayan servido a montones de personas que se han cruzado en mi camino. Desde ese día una sensación extraña me acompaña. Trato de aprovechar mi tiempo reorganizando mis cosas, apoyando a cuantos compañeros requieren mi ayuda o mi consejo. Dedico también parte de él a unas niñas chinas que no hablan ni una palabra de español, complementando lo que aprenden fuera de aquí por las tardes. He estado en alguna clase porque faltaba alguien y acompaño un par de horas a una compañera en apoyo de matemáticas.

 Además de todo esto, hace unos días entraba a verme a la sala de profesores un antiguo alumno del que fui tutor y, tras contarme cosas de su vida en los últimos años, me decía que iba a venir a hacer el prácticum de sus estudios universitarios de química. Desde ese día nos vemos a diario. También he conocido a un puñado de jóvenes que han venido como él y, gracias a ese grupico, la estancia en las horas en que no salgo del centro son mucho más amenas, pues comentamos inquietudes y compartimos vivencias. Entre ellos hay otro par de alumnos de hace bastantes años. Se siente algo tan especial al verles de nuevo.

 Así van transcurriendo mis días, llenos de horas en las que hacer cosas para mejorar en lo posible todo aquello que tenga que ver con mi trabajo y con el de la gente que me rodea.

Pero una de las cosas que más me gustan, que más me llenan, es cuando subo por cualquier causa por las plantas donde están las aulas. En los cambios de clase, los alumnos y alumnas que han convivido conmigo, especialmente en el último curso y el primer trimestre de este, van de aula en aula mezclados con decenas de compañeros que hacen los mismo que ellos en ese instante. Es un momento que me llena porque refleja ese cariño sin medida que yo he dado a todos ellos y que ahora me devuelven en forma de abrazos y besos y diciéndome que vuelva a clase con ellos. Entre toda esta gentecilla encuentro especialmente a quienes me han sentido muy cerca cuando me han necesitado por tener TDAH, síndrome de Tourette, sentirse acosados y mil cosas más. Desde luego, ellos me van a tener siempre a su lado ¡Les echo de menos a todos! 

Fco. Javier Lozano, 18 – enero – 2023

miércoles, 21 de diciembre de 2022

"Cerrando la puerta"


Aún recuerdo la ilusión que me llevó a la Escuela de Formación del Profesorado tras atravesar mi adolescencia. Por fin mi sueño de ser maestro iba a empezar a convertirse en realidad a base de esfuerzo y dedicación a libros de Psicología, Pedagogía, Didáctica y otras muchas asignaturas, además de las de la especialidad de Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza que yo había decidido seguir. Luego vino aquel primer colegio, San Juan de la Peña, en los bajos con poca luz de unos edificios de los que bajaban aquellos alumnos que daban luz a mis primeros años de profesión. Por fin estaba dedicando mi vida a esos chicos y chicas con quienes yo había soñado, ayudando a sus familias en su formación. Fueron unos años entrañables, de ahí el cariño que todavía les tengo y ellos a mí. 

Más tarde llegaría el cierre de mi añorado colegio y mi llegada a San Valero, un centro con muchas posibilidades. Fue entonces cuando amplié mis estudios con la carrera de Ciencias de la Educación (Pedagogía) en la especialidad de Orientación escolar, lo que sirvió para que ejerciera unos pocos años como orientador, hasta que las circunstancias me mandaron de vuelta a las aulas, cosa que aproveché para seguir estudios de doctorado, dedicándome después al TDAH sobre todo, además del Síndrome de Tourette, el acoso escolar y otros trastornos. Comencé a escribir algunos libros y a viajar de un lado a otro dando charlas sobre esos temas, referidos al trato del alumnado en el aula.

Han pasado muchos años desde que pisé por primera vez un aula y sentí el cariño que solo saben transmitir esos alumnos y alumnas que te miran, esperando siempre que les ayudes a seguir adelante en su vida, a través de unos ojos que te transmiten también todo lo que les rodea y que tal vez sus palabras no saben transmitir de igual manera.

El tiempo ha seguido su curso y poco a poco, casi sin darme cuenta, ha llegado la hora de dejar paso a gente que venga con las mismas ilusiones que me empujaron a mí a meterme en este mundo de la educación. Dentro de mi prejubilación, hoy he terminado una primera fase. Ya no voy a dar clase nunca más, se acabo el corregir exámenes, las reuniones de evaluación, acudir a cursillos y otras cosas similares. Desde este momento voy a concentrar el tiempo que me queda hasta la jubilación en varias fases pudiendo disfrutar ya de meses fuera de mi trabajo diario. A partir de ese momento podré tener tiempo libre para mis cosas, entre las que se encuentran seguir apoyando a los niños con problemas, allá donde me necesiten, sin ataduras de horarios de clase.

De momento espero estar desde enero, poco menos de dos meses, apoyando a otros jóvenes profesores en sus clases y otras labores de apoyo que haré encantado por ese alumnado al que seguiré queriendo como ellos me quieren a mí.

Hoy ha sido un día muy especial. Me he despedido de mis alumnos como profesor de asignatura, nos hemos hecho fotos, me han escrito cosas preciosas e incluso me han hecho algún que otro regalillo para que les recuerde. Al final, he pedido que me hicieran una foto que habla por sí sola. En ella se ve cómo cierro la puerta del aula donde he impartido mi última clase, oficialmente la última de mi carrera profesional, la última de mi vida como docente, aunque seguiré siéndolo mientras viva. Al cerrarla, no queda atrás solamente un grupo de pupitres, una pizarra o la mesa del profesor. Lo que realmente queda tras esa puerta son muchas ilusiones, vivencias, momentos malos y buenos, alegrías, penas, risas y multitud de susurros. En realidad, tras esa puerta quedan encerrado cuarenta años de mi vida.

Muchas gracias a todas las personas que habéis pasado por mis aulas y habéis llenado de sentido la mayor para de mis años, de toda una vida.

             Fco. Javier Lozano, 21 – diciembre – 2022

lunes, 28 de noviembre de 2022

“Buen título para el tema de matemáticas”

 

“Buen título para el tema de matemáticas”

 


A todos nos va pesando siempre la semana, pero al llegar a la última hora de clase del viernes, ese peso es ya mucho más visible en nuestro alumnado. El viernes pasado entramos a clase y, entre lo dicho y que estos días la bronquiolitis y otras patologías están mermando la asistencia a las aulas, tras comentar lo que íbamos a hacer, cada uno con más o menos ganas se puso a trabajar en lo que les había dicho. 

Cuando llevaban centrados unos minutos nada más, uno de los alumnos de primero de la E.S.O. que asisten a la clase de taller de matemáticas para reforzar esa asignatura me planteó una de esas dudas que se resuelven por sí solas, pero a la que este chico dio una respuesta simpática, directa y contundente. La pregunta, evidentemente por hacer una gracia, después de poner en pantalla ejercicios sobe potencias y raíces, precisamente de un tema que se titula así, fue “Javier ¿Qué título ponemos?”

A mí se me ocurrió contestarle, con una sonrisa que venía a decirle que si todavía no se había enterado de qué iba lo que estábamos trabajando y que en la pantalla se veía en un tamaño enorme, que podía poner lógicamente por título “Cómo matar un elefante a besos”.

Una vez contestada su gran duda y viendo que se ponía a ello, he seguido atendiendo a otras cosas y al resto del grupo. Cuando habían pasado un par de minutos, con una cara que os podéis imaginar, sonrisa picarona y ojos de bichillo simpático y juguetón, me llamó por mí nombre para decirme “¿Así está bien?”

Le pedí permiso para hacer una foto a esa portada con un carácter matemático impresionante. La verdad es que ese día y a esa hora ya poco trabajó. La semana había conseguido agotar sus pocas ganas de trabajar, pero no las de bromear y hacerme sonreír. En una mañana como esa, dura, apagada y triste, salvo en unos escasos minutos, agradecí la ingenuidad con la que me ayudó a evadirme unos segundos de mi auténtica realidad. Todo un personaje, os lo aseguro.

                                                Fco. Javier Lozano, 28 – noviembre – 2022

 

martes, 20 de septiembre de 2022

"Primeros pasos del curso"

 


  Tras un extraño verano, muy distinto a otros pasados, por fin han vuelto a llenarse los pasillos y las aulas de esos seres que desde hace ya muchos años han llenado también mis días de trabajo, de buenos y malos ratos, pero sobre todo de ilusión por ayudarles a crecer porque el futuro está a la vuelta de la esquina y la mayoría no tienen ni idea de lo que les espera cuando salgan de esa burbuja que es la escuela, para salir al exterior, a una vida llena de alegrías y penas, de sorpresas de todo tipo.

 En poco más de una semana, mi radar emocional, unido a mis conocimientos pedagógicos y algo de sensibilidad, ha conseguido ir detectando que, tras algunos de mis alumnos y alumnas, siguen existiendo esas circunstancias y cualidades que a veces les hace más complicado su día a día en la escuela. Lógicamente, para estos estamos los docentes, aunque en muchas ocasiones, demasiadas, algunos no sepan qué hacer ante ese tipo de casos o tiren, como vulgarmente suele decirse, por el camino de en medio.

 Encontrar un niño con Síndrome de Asperger -casi todos los años descubro alguno- que encuentra en ti a una persona que le escucha y ayuda, te llena al ver su tranquilidad en clase y su sonrisa mientras trata de aprender cada día más cosas.

 El impacto de entrar a un grupo donde una niña china no sabe ni una palabra fuera de su idioma. A parte de las medidas que le van a poner, yo lo he mitigado empezando con intercambiar nuestros nombres y hacerle ver lo importante que es que sonría. Poco después consigo que, en un bar, un chino me escriba en su idioma en un papel, hola, buenos días y adiós. Nada más verla al día siguiente y saludarla, me contestó y regalándome una bonita sonrisa, me señaló con su dedito pronunció mi nombre.

 Ayer al pasar por un lugar de la escuela, veo a dos chicos. Con uno de ellos ya había hablado dos o tres veces en esta semana al ver su carácter inquieto y algo irascible. Tas preguntarles qué hacían en ese momento ahí, me cuentan que se han metido en un lío con otros chicos y su agresividad está desbocada. Allí paso un buen rato y trato de apaciguar algo los ánimos, aunque no puedo evitar las sanciones que les ponen después.

 Poco a poco iría describiendo lo que ha dado de sí esta semana, pero sería muy largo. La satisfacción de ver sonreír a mis alumnos es la mejor prueba de que hemos empezado bien otro año más. Ya he descubierto también, cómo no, varios con TDAH y alguna que otra cosa más. Eso sí, una de las más agradables ha sido descubrir que al tratar de pasar de uno de mis grupos a varios alumnos para compensar el elevado número con el de otro grupo mucho menos numeroso, nadie quería irse, e incluso muchos han ido viniendo a decirme que ellos quieren seguir conmigo.

 Espero que poco a poco conocimientos y felicidad se unan y pasen un curso provechoso y lleno de satisfacciones.

                                                         Fco. Javier Lozano – 17, septiembre, 2022

viernes, 1 de julio de 2022

"Otro final más"

 


Volvemos a finalizar otro curso y al analizar lo realizado, como me gusta hacer siempre, aparecen esas sensaciones que te dan el sentido común y, por qué no, también el corazón. Han vuelto a pasar, como de golpe, diez meses en los que hemos sonreído y hemos sufrido, el día a día nos ha enseñado a vivir sensaciones nuevas como cada año. Todos tenemos ganas de descansar y renovar fuerzas porque ya espera el siguiente septiembre a la vuelta de este merecido verano.

Yo he tenido la suerte de constatar el cariño recibido por todos los chicos y chicas que han estado a mi lado en todo este tiempo. Por un lado, en el día a día con sus preguntas, sus señales de cariño y todo lo que da la convivencia con personillas de estas edades, que además de ser principiantes en esto de la adolescencia, no lo son en dar y solicitar afecto. Por otro, al leer unas pequeñas cartas que pedí y que me escribieron con el corazón y en las que han volcado todo lo que sienten por mí, algo en lo que coincidimos. Ya las tengo encuadernadas como si de un par de libros se tratara y que juntaré con otros de hace años cuando lo hacía siempre por estas fechas.

El motivo por el que he decidido hacer esto en esta ocasión, es porque han sido mis últimos grupos durante un curso entero, ya que este próximo, siguiendo con una prejubilación mal orquestada entre unos y otros, y consecuentemente bastante caótica solo tendré clase como tal hasta fin de año, puesto que al año siguiente simplemente vendré concentrando los días correspondientes en algunos meses. Así durante un par de cursos más.

Siempre he dicho que seré maestro hasta mi último día de vida, pero el contacto actual irá quedando atrás pudiendo hacer nada o casi nada por reconducir un mundo educativo que ha perdido el rumbo en algunas cosas. No caeré en el error de echar la culpa a la gente joven que entra con ganas y fuerzas a cambiar las cosas, supuestamente a mejor, como espero que tampoco se nos culpe a los que les vamos dejando paso por falta de motivación o ganas, pues a pesar de la edad la vocación sigue, al menos en mi caso como el primer día, pero además con una experiencia que me ayuda a ver con algo más de perspectiva algunas cosas que están ocurriendo.

De momento pensaremos todos en descansar para afrontar el próximo curso con la misma ilusión de siempre, esa que nos hace imaginar un poquito mejor el futuro de nuestro alumnado, gracias un poco a nuestra actual ayuda.

                                    Fco. Javier Lozano 26 - junio - 2022

viernes, 8 de abril de 2022

"Deberes escolares, gritos y ganchitos"

 

Hace unos días estaba sentado con varios familiares tomando una cerveza en una plaza, en la terraza de un bar, aprovechando que hacía una tarde con ese sol que ha duró tan pocos días a pesar de que había empezado ya la primavera. La charla discurría por los cauces habituales hasta que unos estridentes berridos, provenientes de la mesa de al lado que estaban ocupando en ese momento a poco más de metro y algo de la nuestra.

Primero vi a un chico de unos diez u once años, no más, que nos miró con una curiosidad que luego se diluyó al llegar tres adultos que debían ser sus padres y una amiga o familiar de alguno de ellos. Hasta el momento nada extraño, salvo tal vez un comportamiento que dejaba algo que desear en un lugar así, pero ya sabemos que tiene que haber de todo.

Poco a poco fueron llenando la mesa de bebidas y alguna que otra cosilla de comida para pasar el rato cuando, de repente, llamó mi atención un cuaderno de ejercicios que el chico plantó sin ningún cuidado ocupando buena parte de la superficie entre lo que habían esparcido sus mayores y un buen paquete de una especie de ganchitos que el crío comía con avidez. Poco a poco, el jolgorio de la mesa iba in crescendo hasta un momento en que escucho a la madre… “venga, deja ya de comer ganchitos y haz las cuentas”. En ese instante mi curiosidad me hizo mirar con algo menos de disimulo y vi que el chico pretendía hacer allí, entre gritos, cervezas y ganchitos, sus deberes.

La escena comenzó a volverse ciertamente algo surrealista. El padre preguntándole cuantos estaban para repartirse no sé qué, la madre que eran cinco, no cuatro como le decía el padre, la otra mujer que dividiera y el crío miraba a unos y otros, ganchito en mano (y en boca), hasta que el padre sentenciaba con la celebre frase de la tarde “oye, que te lo enseñe el profesor que pa eso está”.

Ante lo extravagante de la situación estuve a punto de levantarme y explicarle al crío el problema, porque os aseguro que la situación no tenía ni los más mínimos exigibles de higiene y cordura, además de espacio en la mesa. Menos mal que mis acompañantes, conociéndome, me dijeron que ni se me ocurriera. Lo triste es que la situación, lejos de ser algo puntual, me pareció demasiado habitual por multitud de detalles.

Sin entrar en la polémica de los deberes, no nos cansamos de explicar a los chicos y familias lo importante de tomarse en serio el tiempo de trabajo y sus correspondientes descansos para que sea efectivo, la concentración necesaria y el ambiente a su alrededor. Me cuesta entender la falta de responsabilidad de esta pareja tomándose tan a la ligera las obligaciones de su hijo, entre cerveza y cerveza, entre gritos y risas, echando balones fuera ante su falta de criterio. Claro, luego llegarán los resultados y la culpa… en primer lugar será para el chiquillo, pero después la mayor parte ira para el profesor, pero jamás se mirarán al espejo tratando de vislumbrar en él la imagen de unos progenitores incapaces de reconocer que el hijo es suyo para todo, y que para que vaya progresando y superando etapas de cara a llegar a ser un adulto responsable, ellos deben ser el ejemplo, tratando de marcar un camino para el que no necesitan tampoco muchos saberes, únicamente el sentido común que, como suele decirse, es el menos común de los sentidos. Solo espero que ese niño, con el paso del tiempo, se sirva del ejemplo de otros adultos más coherentes que los que en ese momento tenía a su lado, y hasta igual les puede enseñar él algo más adelante.  

                                                       Javier Lozano, 08 – abril - 2022

jueves, 17 de febrero de 2022

"Entre el recuerdo y el olvido"


A veces pienso en la distancia que separa el recuerdo del olvido. En qué lugar del recorrido se pierden y despeñan los recuerdos de forma involuntaria. Recuerdos marginados que aparecen como reproches, muchas veces como silencios abrumadores que golpean los sentimientos. Grandes ilusiones e intenciones del ayer se convierten en vaguedades y abandonadas actitudes hoy. Ni tan siquiera surge el reproche, se lo lleva la corriente del río de la rutina que manipula nuestras vidas, aderezado con miradas a otro lado, como si la existencia hubiera tomado un desvío alternativo, equivocado según el plan de ruta inicial, pero muy distinto al anterior.

 El ayer, como siempre, se esfumó de la mano del tiempo siguiendo el plan establecido por el reloj, el mañana tal vez pueda no ser el mañana que soñábamos cuando navegábamos en el ayer desaparecido, y ni sabemos si podrá ser el que deseamos en el momento presente, dentro de un presente tan vivo y actual como efímero e inexistente en el segundo que lo intentamos vivir, porque el presente en realidad no existe como algo estático sino como una esencia que se nos escapa entre los dedos en cada milisegundo.

                                                       Javier Lozano, 17 – Febrero - 2022


sábado, 5 de febrero de 2022

"Ajustar un número con la palabra"

Desde que empezó el curso, como siempre, me he ido fijando en cada una de las personas que conviven conmigo en mis asignaturas en cada uno de mis grupos. Poco a poco algunas, con total transparencia, te cuentan sin palabras su situación personal. Más tarde, cuando su tutor o tutora te explica algunas cosas, ves que no ibas muy desencaminado con lo que sus gestos y miradas te expresaron.

Entre los que más me han llamado la atención, esos a los que hay que seguir constantemente, he encontrado un pequeño puñado a los que se debe acompañar con sumo cuidado. A unos sin que lo noten demasiado, a otros casi sin que se enteren y a los otros estando encima de ellos y que vean que estás casi sentado a su lado.

No hablo del comportamiento, ni de lo académico, y sin embargo en algunos hablo de los dos. Tengo de todo. Un chico totalmente inseguro con una capacidad increíble, pero que hasta para la cosa más simple necesita confirmación de que lo hace bien. Para eso, nada más explicar algo veinte veces, viene a mi mesa con un “no lo entiendo”. Le he hecho ver que es muy bueno y que tiene que creer en él y vencer esa inseguridad. Me dice que siempre ha sido muy inseguro. Luego cuando conoces su vida entiendes casi todo. Necesita afecto.

Hay de todo, despistados, vagos, listillos que lo saben siempre todo y un sinfín de tipos, como es normal en cualquier clase como grupo social que es. Entre ellos veo sin demasiado esfuerzo a los que presentan un perfil claro de TDAH con y sin hiperactividad y otros trastornos, a los que no podemos dejar de la mano.

Al final de la primera evaluación, una tutora me pedía los exámenes de un chico porque su madre quería ver dónde fallaba. No tengo problema por enseñarlos, además verlos es su derecho, pero creo que el intercambio de opiniones es fundamental. La palabra aclara muchas cosas. Pedí su teléfono y la llamé. Con los exámenes delante, después de explicarle la actitud del chico en clase, totalmente entendible tras conocer tiempo atrás su origen y lo que ha vivido hasta llegar hasta este momento, hablamos de sus errores y le ofrecí a la madre mandárselos, e incluso que viniera cuando quiera personalmente. Yo le expliqué, por supuesto sin que se lo contara a su hijo, que mi intención era aprobarle la primera evaluación, aunque le faltaría algo seguramente tras el único examen que quedaba por hacer. El esfuerzo y la progresión en esos tres meses era claro y con ese pequeño empujón seguro que en la segunda irá a más y si no, tampoco perderíamos mucho.

Lo mejor de toda la conversación legó al final. La madre me dijo que ya no necesitaba ver nada después de escucharme. Me explicó su idea respecto a las calificaciones, una noción que yo he comentado muchas veces. No creía que un número definiera realmente el trabajo de un alumno, además de muchas otras cosas. La progresión y su interés dan una idea mucho más clara de su trabajo real y por eso que falten o sobren unas décimas no deben marcar al alumno injustamente para echarlo a un lado u otro.

Mi alegría al ver que no estás solo en estas ocasiones es fundamental para seguir trabajando sin perder la ilusión que otros, y no el alumnado precisamente, ya te quitan por otros lados.

                                             
Fco. Javier Lozano – 04 – febrero – 2022
 

martes, 23 de noviembre de 2021

"TDAH y otros trastornos: Implicación"

La ventana y él se llevan de maravilla. Se asoma, trata de hablar como puede con todos aquellos que ve pasar por la rampa de entrada al centro. Su atención se escapa hacia la calle con la misma facilidad y rapidez que lo hace el aire cuando entra en el aula. Una mirada vale para que, con sus manos, justifique su acción en una especie de perdón rápido y sincero, tan veloz como lo que tarda en repetirlo desde su arrepentimiento espontáneo.

La clase continúa y él sigue disperso, en ese mundo que le ayuda a pasar un tiempo tal vez aburrido, que el trata de acortar con sus pequeñas triquiñuelas. Dices algo para todos, lo repites varias veces y a los dos o tres minutos ves que levanta la mano y te pregunta lo que acabas de decir hace nada. Se lo repito, como en tantas otras ocasiones, pero le pido que intente escucharme más tiempo. Yo sé que le cuesta mucho centrarse.

Al lado, su compañero, le oye, le contesta y suele seguirle la marcha siempre que se lo permite el ritmo de la clase, haciendo que en más de una ocasión se pierda. Cada poco me mira y su mirada, como siempre, lo dice todo.

Además de la clase con el grupo, lo tengo en otra con una docena de compañeros y, aunque tiene sitio donde quiera, se vuelve a poner siempre atrás, como en la otra asignatura. Al final consigo convencerle de que estará mejor delante y sin gente cerca. Le cuesta, pero de repente y sin decirle nada, se levanta y decide cambiarse y ponerse en primera fila, donde siempre debería estar. Comienza a trabajar después de animarlo un poco y hace algunas cosillas bien. Le valoro eso y le comento que estaba seguro de que lo haría así de bien, que estoy convencido de que puede hacer muchas cosas perfectamente y que espero que lo consiga. Levanta su cabecica, me mira y con una mirada que será difícil de olvidar, me dice que jamás un profesor le había dicho eso, que soy el único que lo ha hecho en su vida.

Me siento muy bien al oírlo y en los días siguientes, con cuidado y tacto, le hago ver en ambas clases que estoy encantado con su comportamiento. He esperado a contarlo porque quería asegurarme del efecto que tuvo aquella pequeña conversación. Hoy, un mes después, puedo decir que no he tenido que llamarle la atención ni una sola vez más.

¿Tan difícil es que sepamos reconocer a un niño con TDAH dentro de un aula con el montón de señales que nos dan? Mientras tanto nadie ha nombrado nada de este trastorno. Solo se oye hablar de que no para, no trabaja y que no atiende, sin parar de molestar, en clase y en casa. Todo el mundo está harto de su actitud, pero ¿alguien se ha parado a pensar en sus características personales?

Los años siguen pasando y todavía recuerdo hace muchos años cuando descubrí que esto existía, mis estudios, mi auto-formación posterior, charlas, jornadas, libros, trabajos, artículos por toda España y México. Muchos años después me doy cuenta de que hay algunos docentes más que trabajan con ilusión para ayudar a niños con TDAH, Síndrome de Tourette y otros trastornos, e incluso el acoso escolar, pero es que aprendemos tan poco. Veo algunas cosas publicadas hace muchos años y me parece que casi no hemos evolucionado. Debemos implicarnos más.

              Fco. Javier Lozano – 23 – noviembre – 2021


martes, 9 de noviembre de 2021

"Un simple papel"

Son las ocho de la mañana. Entramos a clase. El grupo va entrando poco a poco y van preparándose para la clase de hoy. Matemáticas. Cuando se organiza el plan de trabajo, una chica se acerca a preguntarme algo. No me extraña porque todos los días, en todas las clases, viene mil veces para que le aclare dudas y otras tantas para verbalizar sus miedos e inseguridad a las cosas que estamos haciendo con tanto número y tanta operación, esos signos que la traen loca, desde la crucecita de la suma hasta los paréntesis y corchetes, esos símbolos diabólicos que hacen la vida a imposible a tantos alumnos y alumnas si no se comprenden. Otras mil veces le contesto lo mejor posible con una sonrisa.

Hoy su duda no era de matemáticas. Quería simplemente que eligiera el color de un boli de un puñado que llevaba en una mano y el de un rotulador de la otra. Al azar he elegido uno de cada, aunque también me había preguntado por mi color preferido. Al poco ha venido con una hoja con mi nombre y una frase y posteriormente con otras dos y una pequeña carta en la que me muestra su cariño y su ilusión. (Lo puedes leer tras este artículo)

Cada día en el aula me encuentro con muchas muestras de este tipo, unas directas como esta de hoy, pero otras muchas refugiadas en alguna sonrisa, o simplemente en la forma de mirarte. Algunas de esas parecen esconderse tras un halo de timidez, pero que deja entrever esa mueca que la profundidad de su mirada no es capaz de ocultar.

Hoy ha merecido la pena madrugar y pasar frío, ha merecido la pena volver a ponerse antes estos chicos y chicas que esperan tanto de nosotros, pero empezando por un acompañamiento sincero, desde el cariño. De poco sirven muchos conocimientos si no vienen de la mano de todo aquello que les hace mejores personas desde la comprensión y el ejemplo. Sus sentimientos son muy importantes y no los debemos olvidar.

Todavía no ha terminado el día y seguramente lo mejor puede estar por llegar.

                                   Fco. Javier Lozano – 5 – octubre – 2021











miércoles, 27 de octubre de 2021

"Siempre a su lado"

Todos los cursos te encuentras grupos diferentes, pero a la vez muy similares en cuanto estructura social, chicos y chicas callados, otros que no paran, los que no callan ni bajo el agua y multitud de personas, todas ellas totalmente distintas, aunque a la vez idénticas a las que año tras año han ido llenando mis aulas de curso en curso, de asignatura en asignatura y de hora en hora.

Siempre me han preocupado todas y cada una de las personas que se sientan en los pupitres ante mí en las clases por las que voy pasando, pero especialmente mi radar emocional siempre busca a esas que siguen buscando la mosca que no sobrevuela el aula porque su falta de atención les obliga a seguir indagando, a quienes su hiperactividad no les deja parar aunque cada poco tiempo sean conscientes de que sus excesivos movimientos pueden molestar a los que les rodean, llegando a sentirse culpables en cierto modo, a las que nunca hablan y cuyo silencio me preocupa pues no es siempre para atender, sino que puede estar ocultando algo que se encuentre agazapado entre lo más profundo de su corazón y en sus sentimientos, o también esas otras cuya seriedad continua me hace pensar que algo en sus vidas le robó la sonrisa. Seguiría enumerando personas y situaciones porque cada uno somos distinto, pero aun así demasiado iguales y excesivamente vulnerables.

Este curso tengo la suerte de llevar unos grupos de primero de secundaria especiales. No se dan casos de excesivas disrupciones y las clases son muy tranquilas, notándose que tanto ellos como yo estamos a gusto. Esa es la base para que los aprendizajes vayan mejorando y la parte emocional, además de no sufrir, vaya fortaleciéndose día a día, y no solo en la escuela, sino al salir a la calle, en la propia vida, esa que a cada uno nos toca vivir y para la que deben estar preparados.

Desde el primer día me he encontrado a personas que me reciben con una sonrisa sincera, con una educación que hace agradable estar con ellos. Hace unos días llegaron dos chicas nuevas a un grupo cuando ya llevábamos varias semanas de curso. Ambas se integraron en pocas horas, pero especialmente una de ellas se juntó con otra que nunca pierde la sonrisa desde que me ve entrar, y ahora ya son dos, incluso muchos días, sobre todos los viernes vienen a despedirse con su bonita sonrisa y te sueltan alguna cosilla graciosa o cariñosa. Así da gusto incluso pasar por su puerta, porque siempre están dispuestas a regalarme la mejor de sus sonrisas.

Otra de las anécdotas que me han hecho sentir mejor aún ocurrió hace pocos días. Terminaba una clase con un pequeño grupo de chicos y chicas cuando comenzaron a entrar los que tenían clase allí a esa hora con otro profesor. Al verme uno que solo me conoce de vista al dar clase a parte de sus compañeros, me preguntó si iba a ser yo quien diera su próxima clase, a lo que contesté que no pues yo tenía otra en otro lugar. Se calló y agradeció mi respuesta con simpática mueca. Al lado de él, al escucharle, un alumno al que si tengo en matemáticas, me dijo: “No me importaría que nos la dieras. La verdad es que no me importaría que nos dieras todas las signaturas porque contigo la clase es muy divertida. Al día siguiente le di las gracias y le expliqué lo importante que había sido aquello para mí.

Anécdotas como esta, dichas desde la sinceridad de un niño, son las que hacen que creas que vale la pena hacer las cosas así por y con ellos y que, después de muchos años de profesión, si además escuchas a gente ya adulta que pasó por tus clases, al verte o en redes sociales, incluso ya padres y madres de algunos alumnos de este curso, te sientes mejor porque refuerzan la idea de que aquella vocación que te llevó a vivir hoy a su lado y a trabajar por ellos basada en un ideal educativo que hoy sigue vivo en mí, tenía una base y no estaba equivocada. Mereció la pena seguirla hasta el día de hoy.

                                   Fco. Javier Lozano – 24 – octubre - 2021

  

jueves, 1 de julio de 2021

Otro final más

 

Un curso más va llegando a su fin, agonizando entre el calor, el cansancio y los despropósitos organizativos propiciados desde lo más alto. Nos hicieron recuperar dos días de clase en dos de fiesta por la borrasca Filomena y ahora nos hacen terminar unas semanas antes convirtiendo las aulas en guarderías. Incomprensible. La educación en los últimos años, arrastrada cada vez más por todo tipo de políticos y gurús de medio pelo se nos está yendo al garete. Eso sí, mientras haya una buena pandemia a la que echar la culpa de todo, todos tranquilos.

 Tras estas situaciones que se escapan de nuestras manos –¿quiénes somos los docentes para opinar de educación?– no nos queda otra que bajar a ras de suelo y trabajar por todo ese alumnado que está día a día ante nosotros, por supuesto atendiendo a todos, pero poniendo un cuidado y un mimo especial en aquellas personas que, por sus dificultades de aprendizaje o por cualquier trastorno, más necesitan de nosotros.

 Por estas fechas, todos los años, tengo un montón de sensaciones y emociones opuestas totalmente que me hacen recordar otras fechas, personas y momentos.  Por una parte, falta poco para llegar al ansiado descanso atravesando estas jornadas llenas de vacíos. Por otra, van acercándose los días en que mi vida profesional llegará a su fin y, deseoso por llegar a ese momento de libertad, me entristece perder esas caritas que cada día te esperan porque creen en ti. Incluso los que llegan sin ganas de nada, los de Formación Profesional Básica, al final reconocen tu labor e incluso quieren quedar contigo para tomar algo en verano, cuando meses atrás te hacían la vida imposible poniéndote al límite.

 Todo lo demás de este mundo me resbala, lo que ha entorpecido siempre mi labor a pie de aula. Atrás quedarán papeleos sin fin, inútiles en un alto porcentaje, reuniones interminables, muchas innecesarias para justificar horas, egos inútiles que a la larga no muestran más que vacíos en otros momentos y situaciones vitales, relaciones plenas de hipocresía que escoden una falsedad que impide trabajar a gusto. No es necesario pasar por encima de nadie para hacer bien nuestro trabajo. Más bien nuestra labor debería sustentarse en ir de la mano y trabajar en equipos de verdad, no en esos que muestran tan poca profesionalidad y tantas vanidades revestidas de falsas e interesadas sonrisas. Comprendo que cada cual quiera proteger su puesto de trabajo, pero ¿es necesaria esa actitud? Creo que no.

 Al final quedan esas caras de agradecimiento de alumnos y alumnas que están a nuestro lado a pesar de todo, que olvidan cualquier mal momento y te sonríen con cariño el último día de curso. Familias agradecidas por nuestra labor, y eso que, como en cualquier otro trabajo, no conocen los entresijos de lo que ocurre entre las paredes de un centro educativo. Confían plenamente en nosotros, en su mayoría.

 Solo deseo descansar y que mi corazón maltrecho en estos últimos años, únicamente arropado por mis alumnos y poco más, además de algún que otro corazoncito fuera de mi trabajo, pueda rehacerse de tanta desidia para que cuando en septiembre volvamos un año más a trabajar hayamos recobrado la ilusión para luchar por estas personillas que realmente merecen nuestro esfuerzo sin límites.

                                                          Fco. Javier Lozano – 30 – junio – 2021

lunes, 17 de mayo de 2021

Esfuerzo y responsabilidad compartida

Imagina que faltan unas horas solamente para que mañana se juegue la final de un mundial de cualquier deporte y tus jugadores o jugadoras, da lo mismo, llevan días convocados para entrenar con el objetivo de ganar el preciado trofeo. Ante las órdenes del entrenador, unos saltan por el césped, otros se cuentan chistes y algunos incluso se sientan y sacan su bocadillo. La persona que dirige los ejercicios pide seriedad y concentración, mucha concentración, porque está en juego todo el trabajo de los últimos cuatro años, pero también el futuro de los propios jugadores, por aquello del prestigio tras el posible triunfo.

Las risas continúan, el cachondeo también, los bocadillos siguen apareciendo, el caos va tomando la misma forma que tendrá después su desengaño que, poco a poco, va pasando de premonición a una certeza casi absoluta en forma de profecía que será realidad en unas pocas horas, las justas para que las risas se conviertan en llanto y las falsas ilusiones en rotundos fracasos. La desmoralización del que los dirige, ante la certidumbre total del triste fiasco, de la catástrofe que llega como un tsunami, crece a pasos agigantados, pero nada puede hacer ante la falta de interés y profesionalidad de sus jugadores.

Llega el día y las jugadas ensayadas no salen, mientras que el equipo contrario, que lo ha preparado a conciencia, no falla ni una. Por el terreno de juego deambulan todos tras una pelota que no consiguen controlar ni recuperar en cuanto la pierden. Lo físico tampoco responde. Cuatro años de esfuerzos e ilusiones tirados a la basura.

Es ahora cuando comienzan los llantos, los tirones de pelos y todo lo que duele de verdad, todo aquello que pudo ser evitado, pero que, por desinterés, desidia o simplemente por vagancia no fueron capaces de hacer.

El esfuerzo siempre tiene su recompensa y si no que le pregunten al alpinista cuando llega a la cumbre y desde allí, respirando hondo, saborea la meta conseguida tras el cansancio acumulado.

Estas sensaciones son las que yo tengo muchos días en determinados grupos donde, además de pocas ganas de trabajar, se nota que falta esa ilusión que el alumnado debería tener. Trato de animarles constantemente y veo que no es suficiente. Siempre me pregunto qué hago mal. Analizo además la motivación que traen en sus mochilas y creo que algo está fallando. Los jugadores tienen además tras ellos una afición que les anima y alienta, aunque el esfuerzo debe ser suyo. ¿Y mis chicos y chicas? ¿Qué afición les alienta?

Creo que algo importante está fallando y no eludo mi responsabilidad, pero me da que solo con mi trabajo no llego a lo que yo quiero conseguir, necesito una ayuda que no veo por ningún lado. Eso sí, siempre que un equipo fracasa todo ser rompe por la parte más débil, el entrenador. Aunque al final se me culpará de sus fracasos, tengo la conciencia muy tranquila, pero lo que me duele realmente es que el resto de elementos del equipo no asuma sus responsabilidades porque al final el alumnado es el que paga el pato.

 

Fco. Javier Lozano, 5 – mayo – 2021


martes, 23 de marzo de 2021

Está a tu lado

Su bamboleo al caminar en la soledad del deambular hacia la escuela, acompañado de una mochila que cuelga más abajo de lo deseable para su tierna espalda, muestra alguna de sus carencias. Ha salido de una casa en la que no sabemos cómo ha sido su despertar, su desayuno e incluso su despedida hasta la hora de una comida más o menos desordenada. Al llegar a la puerta se para, mira a su alrededor y no ve a nadie de su grupo así que, tras pensar unos segundos, sigue su camino pasando de largo en busca de alguien que llene su soledad.

Su gesto serio, impregnado de melancolía y dosis de tristeza interior a partes iguales que ya trae en su bagaje interior, casi de serie, se torna brusco minutos más tarde en el primer momento que alguien le avisa de que en clase debe dejar de hablar y gritar con sus compañeros para sentarse en su silla y poder comenzar una clase que, a sus ojos, sea como sea y de lo que sea, se presenta tortuosa, pesada y larga. Su bebida energética momentos antes de entrar, ya poco antes de las ocho de la mañana acentúan su ya de por sí elevado nivel de nerviosismo.

Su casi recién estrenada adolescencia le viene grande, como la vida que, por cuestiones del azar le han tocado vivir a él, precisamente a él, haciendo esa vida distinta a la del resto de sus compañeros, al menos a la de la inmensa mayoría. Él quiere ser igual que el resto y trata de imitar actitudes y emular comportamientos, porque el miedo a quedarse solo se apodera de él por momentos, en especial cuando ya en casa, tumbado en su cama mirando al techo baja hasta el suelo de sus fracasos, al pozo de sus carencias y sueña una vida distinta. Su grave problema es que no sabe cómo alcanzarla, esperando que alguien le ayude a encontrar el camino o que le enseñe alguna herramienta que le permita ese ascenso por el camino que conduce a la felicidad, porque el sabe que existe, ha visto personas que sonríen ni necesidad de hacer lo que él se ve obligado a hacer buscando ese hueco entre sus iguales y mantenerse ahí si que nadie le deje de lado y a ser posible sintiendo algo de cariño.

Así va discurriendo su día, su tiempo, su vida en general, esperando que cuantos le rodeamos nos demos cuenta de que nos necesita, esperando de nosotros un cariño que parta de la sensibilidad, que corrija, pero sin hacer daños innecesarios. Yo lo conozco, seguro que tú igualmente lo tienes cerca de ti. Tendrá distinto nombre y apellidos, pero también estoy seguro de que un mismo corazón encogido y triste está esperando tu aliento. No lo dejes de lado. Dale tu mano llena de lo que siempre he llamado cariño exigente. No te arrepentirás, además de que seguro que te recompensa con una bonita sonrisa en algún momento.

                                   Fco. Javier Lozano, 21 – marzo – 2021