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miércoles, 21 de diciembre de 2022

"Cerrando la puerta"


Aún recuerdo la ilusión que me llevó a la Escuela de Formación del Profesorado tras atravesar mi adolescencia. Por fin mi sueño de ser maestro iba a empezar a convertirse en realidad a base de esfuerzo y dedicación a libros de Psicología, Pedagogía, Didáctica y otras muchas asignaturas, además de las de la especialidad de Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza que yo había decidido seguir. Luego vino aquel primer colegio, San Juan de la Peña, en los bajos con poca luz de unos edificios de los que bajaban aquellos alumnos que daban luz a mis primeros años de profesión. Por fin estaba dedicando mi vida a esos chicos y chicas con quienes yo había soñado, ayudando a sus familias en su formación. Fueron unos años entrañables, de ahí el cariño que todavía les tengo y ellos a mí. 

Más tarde llegaría el cierre de mi añorado colegio y mi llegada a San Valero, un centro con muchas posibilidades. Fue entonces cuando amplié mis estudios con la carrera de Ciencias de la Educación (Pedagogía) en la especialidad de Orientación escolar, lo que sirvió para que ejerciera unos pocos años como orientador, hasta que las circunstancias me mandaron de vuelta a las aulas, cosa que aproveché para seguir estudios de doctorado, dedicándome después al TDAH sobre todo, además del Síndrome de Tourette, el acoso escolar y otros trastornos. Comencé a escribir algunos libros y a viajar de un lado a otro dando charlas sobre esos temas, referidos al trato del alumnado en el aula.

Han pasado muchos años desde que pisé por primera vez un aula y sentí el cariño que solo saben transmitir esos alumnos y alumnas que te miran, esperando siempre que les ayudes a seguir adelante en su vida, a través de unos ojos que te transmiten también todo lo que les rodea y que tal vez sus palabras no saben transmitir de igual manera.

El tiempo ha seguido su curso y poco a poco, casi sin darme cuenta, ha llegado la hora de dejar paso a gente que venga con las mismas ilusiones que me empujaron a mí a meterme en este mundo de la educación. Dentro de mi prejubilación, hoy he terminado una primera fase. Ya no voy a dar clase nunca más, se acabo el corregir exámenes, las reuniones de evaluación, acudir a cursillos y otras cosas similares. Desde este momento voy a concentrar el tiempo que me queda hasta la jubilación en varias fases pudiendo disfrutar ya de meses fuera de mi trabajo diario. A partir de ese momento podré tener tiempo libre para mis cosas, entre las que se encuentran seguir apoyando a los niños con problemas, allá donde me necesiten, sin ataduras de horarios de clase.

De momento espero estar desde enero, poco menos de dos meses, apoyando a otros jóvenes profesores en sus clases y otras labores de apoyo que haré encantado por ese alumnado al que seguiré queriendo como ellos me quieren a mí.

Hoy ha sido un día muy especial. Me he despedido de mis alumnos como profesor de asignatura, nos hemos hecho fotos, me han escrito cosas preciosas e incluso me han hecho algún que otro regalillo para que les recuerde. Al final, he pedido que me hicieran una foto que habla por sí sola. En ella se ve cómo cierro la puerta del aula donde he impartido mi última clase, oficialmente la última de mi carrera profesional, la última de mi vida como docente, aunque seguiré siéndolo mientras viva. Al cerrarla, no queda atrás solamente un grupo de pupitres, una pizarra o la mesa del profesor. Lo que realmente queda tras esa puerta son muchas ilusiones, vivencias, momentos malos y buenos, alegrías, penas, risas y multitud de susurros. En realidad, tras esa puerta quedan encerrado cuarenta años de mi vida.

Muchas gracias a todas las personas que habéis pasado por mis aulas y habéis llenado de sentido la mayor para de mis años, de toda una vida.

             Fco. Javier Lozano, 21 – diciembre – 2022

lunes, 28 de noviembre de 2022

“Buen título para el tema de matemáticas”

 

“Buen título para el tema de matemáticas”

 


A todos nos va pesando siempre la semana, pero al llegar a la última hora de clase del viernes, ese peso es ya mucho más visible en nuestro alumnado. El viernes pasado entramos a clase y, entre lo dicho y que estos días la bronquiolitis y otras patologías están mermando la asistencia a las aulas, tras comentar lo que íbamos a hacer, cada uno con más o menos ganas se puso a trabajar en lo que les había dicho. 

Cuando llevaban centrados unos minutos nada más, uno de los alumnos de primero de la E.S.O. que asisten a la clase de taller de matemáticas para reforzar esa asignatura me planteó una de esas dudas que se resuelven por sí solas, pero a la que este chico dio una respuesta simpática, directa y contundente. La pregunta, evidentemente por hacer una gracia, después de poner en pantalla ejercicios sobe potencias y raíces, precisamente de un tema que se titula así, fue “Javier ¿Qué título ponemos?”

A mí se me ocurrió contestarle, con una sonrisa que venía a decirle que si todavía no se había enterado de qué iba lo que estábamos trabajando y que en la pantalla se veía en un tamaño enorme, que podía poner lógicamente por título “Cómo matar un elefante a besos”.

Una vez contestada su gran duda y viendo que se ponía a ello, he seguido atendiendo a otras cosas y al resto del grupo. Cuando habían pasado un par de minutos, con una cara que os podéis imaginar, sonrisa picarona y ojos de bichillo simpático y juguetón, me llamó por mí nombre para decirme “¿Así está bien?”

Le pedí permiso para hacer una foto a esa portada con un carácter matemático impresionante. La verdad es que ese día y a esa hora ya poco trabajó. La semana había conseguido agotar sus pocas ganas de trabajar, pero no las de bromear y hacerme sonreír. En una mañana como esa, dura, apagada y triste, salvo en unos escasos minutos, agradecí la ingenuidad con la que me ayudó a evadirme unos segundos de mi auténtica realidad. Todo un personaje, os lo aseguro.

                                                Fco. Javier Lozano, 28 – noviembre – 2022

 

martes, 20 de septiembre de 2022

"Primeros pasos del curso"

 


  Tras un extraño verano, muy distinto a otros pasados, por fin han vuelto a llenarse los pasillos y las aulas de esos seres que desde hace ya muchos años han llenado también mis días de trabajo, de buenos y malos ratos, pero sobre todo de ilusión por ayudarles a crecer porque el futuro está a la vuelta de la esquina y la mayoría no tienen ni idea de lo que les espera cuando salgan de esa burbuja que es la escuela, para salir al exterior, a una vida llena de alegrías y penas, de sorpresas de todo tipo.

 En poco más de una semana, mi radar emocional, unido a mis conocimientos pedagógicos y algo de sensibilidad, ha conseguido ir detectando que, tras algunos de mis alumnos y alumnas, siguen existiendo esas circunstancias y cualidades que a veces les hace más complicado su día a día en la escuela. Lógicamente, para estos estamos los docentes, aunque en muchas ocasiones, demasiadas, algunos no sepan qué hacer ante ese tipo de casos o tiren, como vulgarmente suele decirse, por el camino de en medio.

 Encontrar un niño con Síndrome de Asperger -casi todos los años descubro alguno- que encuentra en ti a una persona que le escucha y ayuda, te llena al ver su tranquilidad en clase y su sonrisa mientras trata de aprender cada día más cosas.

 El impacto de entrar a un grupo donde una niña china no sabe ni una palabra fuera de su idioma. A parte de las medidas que le van a poner, yo lo he mitigado empezando con intercambiar nuestros nombres y hacerle ver lo importante que es que sonría. Poco después consigo que, en un bar, un chino me escriba en su idioma en un papel, hola, buenos días y adiós. Nada más verla al día siguiente y saludarla, me contestó y regalándome una bonita sonrisa, me señaló con su dedito pronunció mi nombre.

 Ayer al pasar por un lugar de la escuela, veo a dos chicos. Con uno de ellos ya había hablado dos o tres veces en esta semana al ver su carácter inquieto y algo irascible. Tas preguntarles qué hacían en ese momento ahí, me cuentan que se han metido en un lío con otros chicos y su agresividad está desbocada. Allí paso un buen rato y trato de apaciguar algo los ánimos, aunque no puedo evitar las sanciones que les ponen después.

 Poco a poco iría describiendo lo que ha dado de sí esta semana, pero sería muy largo. La satisfacción de ver sonreír a mis alumnos es la mejor prueba de que hemos empezado bien otro año más. Ya he descubierto también, cómo no, varios con TDAH y alguna que otra cosa más. Eso sí, una de las más agradables ha sido descubrir que al tratar de pasar de uno de mis grupos a varios alumnos para compensar el elevado número con el de otro grupo mucho menos numeroso, nadie quería irse, e incluso muchos han ido viniendo a decirme que ellos quieren seguir conmigo.

 Espero que poco a poco conocimientos y felicidad se unan y pasen un curso provechoso y lleno de satisfacciones.

                                                         Fco. Javier Lozano – 17, septiembre, 2022

martes, 1 de marzo de 2022

"Ayudar al alumnado"

Hace un par de días hablaba con una madre, amiga de Facebook, preocupada por su hija como es normal. En la conversación surgía una pregunta sobre la obligatoriedad de ayudar o no a una persona que cursa bachiller, algo que puede resultar clave en su desarrollo académico y, mucho más cuando nos encontramos con algún tipo de trastorno. Mi primera reflexión me llevó a pensar que se refería a ayudas académicas de tipo institucional, de esas que hay que solicitar al organismo de turno y que en un tiempo te dicen si te conceden o no algún tipo de refuerzo educativo o cosas similares.

Mi sorpresa fue enorme al comprender la pregunta. Se trataba de saber si el profesor puede o no, si debe o no, ayudar a sus alumnos. Según le habían dicho en su centro, a partir de bachiller, el profesorado no puede ni debe ayudarles. ¿Es que al llegar a dicha etapa y no ser obligatoria, los apoyos y ayudas a personas con dificultades académicas no se pueden dar y no pueden pedir ayuda? ¿No es labor nuestra, como docentes, ayudarles en esa etapa nueva para ellos como en las demás?

Al oírlo empecé a pensar en ese director, tutor o profesor de asignatura que es capaz de afirmar eso. Espero que la implicación con mi alumnado en casi cuarenta años de profesión no me haya escondido esa normativa, a la que deben referirse en ese centro educativo y que ni me he molestado en buscar, primero porque supongo que algo tan poco educativo no existe y segundo porque, en caso de existir, no le haría el menor caso.

Creo que todos los alumnos y alumnas de nuestras aulas necesitan de nosotros, en mayor o menor grado, para ir desarrollándose académicamente, pero también como personas y en ambos casos nuestra cercanía es clave para que se sientan seguros y puedan progresar en lo académico y ser mejor seres humanos en su vida. Para ello tienen que tener a su lado profesionales competentes y eso no significa solo dominar a la perfección la asignatura que imparten, sino también las relaciones personales, mediante las cuales ayudar a los alumnos a entender mejor todo desde la seguridad que da sentirse acompañados en su camino diario hacia el aprendizaje que tal vez, si conseguimos hacerles comprender, desde el respeto, el valor del esfuerzo les ayude a dirigirse por una senda que les lleve lo más cerca posible del éxito en su vida y no solo a nivel académico.

Nadie debe decir a un docente, esté en el nivel que esté, si debe ayudar o no al alumno. Él debe saber que esa ayuda y ese apoyo continuo deben formar parte de su currículum profesional y, mucho más importante, de su forma de hacer como persona que está al servicio de un alumnado que siempre espera lo mejor de él, y ahí no figura que lo deje desamparado en una etapa crucial para su futuro ante la próxima que puede llevarle a lo que le marcará con muchas probabilidades el resto de su vida.

Si eres docente ayuda siempre a tus alumnos y si eres uno de ellos, pide ayuda siempre que lo necesites, seguro que te la bridarán con mucho gusto.

                                                Javier Lozano 1 Marzo 2022