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viernes, 10 de marzo de 2023

"Sentimientos producidos por el TDAH"

Desde que estoy prejubilado –no jubilado del todo aún– el tiempo ha tomado otra dimensión, tanto para bien, pues los horarios ya no existen de la misma forma, como para mal, ya que es más complicado hacer otras cosas que antes formaban parte de tu día a día.

Una de las cosas que llevo tiempo haciendo es organizar mis cosas, las de mi cuarto de estudio, la mesa, que hace tiempo que no la uso para lo que más me gustaba, mis discos duros, papeles e información que llevaba conmigo años. Algunas totalmente inútiles ya y otras con su valor.

Haciendo esta revisión van apareciendo cosas curiosas –algunas ya las iré comentando. Encontré hace unos días un papel que no tengo ni idea de quién lo pudo escribir, aunque me van viniendo a la cabeza alumnos y alumnas que he tenido la suerte de conocer y poder ayudar a que fueran avanzando y solucionando en lo posible sus problemas. En este caso me temo que de un caso de TDAH.

Os lo copio porque la letra y la redacción es cómo es, lógicamente. Ya lo comprobaréis en la foto de portada del artículo.

 

“Cuando mis compañeros me dicen que me calle porque molesto, yo me siento triste porque no me gusta molestar a nadie. En mi casa también me entristezco porque cuando mis padres tosen yo lo repito sin querer y me entristece porque mis padres tienen que aguantarme y no me dicen nada.”

Solo quería recordar con este mensaje, tan claro y contundente, de este niño o niña, no lo sé, a todas esas personas que siempre creen que nuestros afectados/as con TDAH –también con otros trastornos– hacen lo que hacen a idea por molestar, porque les gusta hacer rabiar a los demás, a ese alumno que atiende en clase o a ese otro que hace cualquier otra actividad.

Todas las personas que están habituadas a tratar a estos niños y niñas con trastornos neurobiológicos, como el TDAH, especialmente madres, padres, familiares cercanos, médicos, sanitarios, personas de asociaciones y profesores –si tienen suerte de dar con ellos– saben de sus características y hacen oídos sordos a todas esas palabras que guiadas por el desconocimiento y las ganas, a veces, de que todos seamos exactamente iguales –sobre todo como a ellos les gustaría– no hacen más que daño a la imagen de un trastorno que los demás tratamos de minimizar con trabajo y esfuerzo, además del de estos niños y niñas, que añaden estos comentarios tan perjudiciales a esa mochila que ya llevan las veinticuatro horas del día.

Simplemente quería compartir este documento, de un enorme valor por su contundencia, su sensibilidad y especialmente porque, aunque parece escrito con un simple bolígrafo, creo que esta personilla la ha escrito con el corazón. 

                                                  Fco. Javier Lozano, 9 – marzo – 2023 


lunes, 27 de febrero de 2023

"Una vida distinta"

 


Han pasado ya unos cuantos días desde aquel en que dije hasta luego a mi actividad docente. Hasta luego porque en septiembre tengo que volver durante otro pequeño periodo de tiempo de unos dos meses y medio. Es lo que tiene este proceso de prejubilación.

Desde hace ya mucho tiempo llevaba soñando con llegar a este punto, en mi caso seguramente más por una anomalía en el proceso de prórroga que surgió de la negociación que vete tú a saber si… Bueno, que ya pasó y a mí lo que me apetecía era esto que he empezado a vivir.

Los primeros días fueron raros, no dejaban de parecer un puente y, tras el domingo, a trabajar, pero la noche de este último día del imaginario puente, una lucha interna increíble se desató en mí. Por una parte, la cena y la oscuridad a través del balcón indicaban que había que dormir ya para levantarse pronto al día siguiente. Por otra, mi cabeza me recordaba que no debía hacer caso a ese mensaje que nacía de la fuerza de la costumbre. Esa sensación llega hasta hoy noche tras noche. Incluso durante el día tengo una curiosa sensación de culpabilidad por no haber ido al colegio esa mañana.

Cuando ya han pasado los primeros once días, ocho de ellos sin clase, sigo sin acostumbrarme a no ver su cara a diario. Hace unos días tuve que acercarme por una cuestión personal y volvieron a aparecer los abrazos y los besos nada más llegar a la puerta del centro. Claro que, con el tiempo, llegaré y será muy distinto porque no me conocerán muchas personas y yo tampoco a ellas, incluido el profesorado. Lo que ha sido mi casa durante tantos años será simplemente un recuerdo.

En este momento estoy tratando de reorganizar mi vida. Trato de hacer cosas que antes no hacía y que hoy el tiempo me permite realizar y otras, a las que antes dedicaba pequeños espacios de mi día, ahora puedo dedicarles mucho más, aunque primero debo planificar todo un poco. Entre estas últimas están las de seguir escribiendo y atender a niños y personas con trastornos como el TDAH, Tourette o acoso escolar que siguen poniéndose en contacto conmigo como asociaciones o a nivel personal.

Con la maldita pandemia dejé muchas cosas a medias, desde viajes para charlas ya programadas por España, hasta proyectos para escribir cuestiones de tipo educativo (tengo una muy interesante que si salé adelante os contaré) y varias de ficción, especialmente una novela con cierto grado de humor que quiero terminar en las próximas semanas. La verdad es que ideas no me faltan. Quedó por culpa de la citada pandemia sin editar, ya maquetada, una recopilación de más de 60 artículos educativos de mi blog, a petición de mucha gente que lo lee habitualmente y que titulé ¡Cuidado con la tarima! Reflexiones desde mi aula. No sé si lo sacaré ya o no. Depende de vosotros.

Así pues, voy a ver si me acostumbro a esta nueva forma de vida, sin dejar de lado algo tan importante para mí, además de tratar de sonreír a diario porque sé que tras estas líneas estás tú, montones de personas que me habéis acompañado siempre y que sé que lo vais a seguir haciendo. Yo, por mi parte trataré de brillar si es posible para quien me necesite.


Fco. Javier Lozano, 27 – febrero – 2023

miércoles, 18 de enero de 2023

"Siempre a vuestro lado"

 



Ya ha pasado más de una semana desde que cerré la puerta del aula tras mi última clase, un momento que parecía que nunca llegaría. Tras ella quedaron muchos recuerdos, vivencias que espero que hayan servido a montones de personas que se han cruzado en mi camino. Desde ese día una sensación extraña me acompaña. Trato de aprovechar mi tiempo reorganizando mis cosas, apoyando a cuantos compañeros requieren mi ayuda o mi consejo. Dedico también parte de él a unas niñas chinas que no hablan ni una palabra de español, complementando lo que aprenden fuera de aquí por las tardes. He estado en alguna clase porque faltaba alguien y acompaño un par de horas a una compañera en apoyo de matemáticas.

 Además de todo esto, hace unos días entraba a verme a la sala de profesores un antiguo alumno del que fui tutor y, tras contarme cosas de su vida en los últimos años, me decía que iba a venir a hacer el prácticum de sus estudios universitarios de química. Desde ese día nos vemos a diario. También he conocido a un puñado de jóvenes que han venido como él y, gracias a ese grupico, la estancia en las horas en que no salgo del centro son mucho más amenas, pues comentamos inquietudes y compartimos vivencias. Entre ellos hay otro par de alumnos de hace bastantes años. Se siente algo tan especial al verles de nuevo.

 Así van transcurriendo mis días, llenos de horas en las que hacer cosas para mejorar en lo posible todo aquello que tenga que ver con mi trabajo y con el de la gente que me rodea.

Pero una de las cosas que más me gustan, que más me llenan, es cuando subo por cualquier causa por las plantas donde están las aulas. En los cambios de clase, los alumnos y alumnas que han convivido conmigo, especialmente en el último curso y el primer trimestre de este, van de aula en aula mezclados con decenas de compañeros que hacen los mismo que ellos en ese instante. Es un momento que me llena porque refleja ese cariño sin medida que yo he dado a todos ellos y que ahora me devuelven en forma de abrazos y besos y diciéndome que vuelva a clase con ellos. Entre toda esta gentecilla encuentro especialmente a quienes me han sentido muy cerca cuando me han necesitado por tener TDAH, síndrome de Tourette, sentirse acosados y mil cosas más. Desde luego, ellos me van a tener siempre a su lado ¡Les echo de menos a todos! 

Fco. Javier Lozano, 18 – enero – 2023

miércoles, 21 de diciembre de 2022

"Cerrando la puerta"


Aún recuerdo la ilusión que me llevó a la Escuela de Formación del Profesorado tras atravesar mi adolescencia. Por fin mi sueño de ser maestro iba a empezar a convertirse en realidad a base de esfuerzo y dedicación a libros de Psicología, Pedagogía, Didáctica y otras muchas asignaturas, además de las de la especialidad de Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza que yo había decidido seguir. Luego vino aquel primer colegio, San Juan de la Peña, en los bajos con poca luz de unos edificios de los que bajaban aquellos alumnos que daban luz a mis primeros años de profesión. Por fin estaba dedicando mi vida a esos chicos y chicas con quienes yo había soñado, ayudando a sus familias en su formación. Fueron unos años entrañables, de ahí el cariño que todavía les tengo y ellos a mí. 

Más tarde llegaría el cierre de mi añorado colegio y mi llegada a San Valero, un centro con muchas posibilidades. Fue entonces cuando amplié mis estudios con la carrera de Ciencias de la Educación (Pedagogía) en la especialidad de Orientación escolar, lo que sirvió para que ejerciera unos pocos años como orientador, hasta que las circunstancias me mandaron de vuelta a las aulas, cosa que aproveché para seguir estudios de doctorado, dedicándome después al TDAH sobre todo, además del Síndrome de Tourette, el acoso escolar y otros trastornos. Comencé a escribir algunos libros y a viajar de un lado a otro dando charlas sobre esos temas, referidos al trato del alumnado en el aula.

Han pasado muchos años desde que pisé por primera vez un aula y sentí el cariño que solo saben transmitir esos alumnos y alumnas que te miran, esperando siempre que les ayudes a seguir adelante en su vida, a través de unos ojos que te transmiten también todo lo que les rodea y que tal vez sus palabras no saben transmitir de igual manera.

El tiempo ha seguido su curso y poco a poco, casi sin darme cuenta, ha llegado la hora de dejar paso a gente que venga con las mismas ilusiones que me empujaron a mí a meterme en este mundo de la educación. Dentro de mi prejubilación, hoy he terminado una primera fase. Ya no voy a dar clase nunca más, se acabo el corregir exámenes, las reuniones de evaluación, acudir a cursillos y otras cosas similares. Desde este momento voy a concentrar el tiempo que me queda hasta la jubilación en varias fases pudiendo disfrutar ya de meses fuera de mi trabajo diario. A partir de ese momento podré tener tiempo libre para mis cosas, entre las que se encuentran seguir apoyando a los niños con problemas, allá donde me necesiten, sin ataduras de horarios de clase.

De momento espero estar desde enero, poco menos de dos meses, apoyando a otros jóvenes profesores en sus clases y otras labores de apoyo que haré encantado por ese alumnado al que seguiré queriendo como ellos me quieren a mí.

Hoy ha sido un día muy especial. Me he despedido de mis alumnos como profesor de asignatura, nos hemos hecho fotos, me han escrito cosas preciosas e incluso me han hecho algún que otro regalillo para que les recuerde. Al final, he pedido que me hicieran una foto que habla por sí sola. En ella se ve cómo cierro la puerta del aula donde he impartido mi última clase, oficialmente la última de mi carrera profesional, la última de mi vida como docente, aunque seguiré siéndolo mientras viva. Al cerrarla, no queda atrás solamente un grupo de pupitres, una pizarra o la mesa del profesor. Lo que realmente queda tras esa puerta son muchas ilusiones, vivencias, momentos malos y buenos, alegrías, penas, risas y multitud de susurros. En realidad, tras esa puerta quedan encerrado cuarenta años de mi vida.

Muchas gracias a todas las personas que habéis pasado por mis aulas y habéis llenado de sentido la mayor para de mis años, de toda una vida.

             Fco. Javier Lozano, 21 – diciembre – 2022

martes, 23 de noviembre de 2021

"TDAH y otros trastornos: Implicación"

La ventana y él se llevan de maravilla. Se asoma, trata de hablar como puede con todos aquellos que ve pasar por la rampa de entrada al centro. Su atención se escapa hacia la calle con la misma facilidad y rapidez que lo hace el aire cuando entra en el aula. Una mirada vale para que, con sus manos, justifique su acción en una especie de perdón rápido y sincero, tan veloz como lo que tarda en repetirlo desde su arrepentimiento espontáneo.

La clase continúa y él sigue disperso, en ese mundo que le ayuda a pasar un tiempo tal vez aburrido, que el trata de acortar con sus pequeñas triquiñuelas. Dices algo para todos, lo repites varias veces y a los dos o tres minutos ves que levanta la mano y te pregunta lo que acabas de decir hace nada. Se lo repito, como en tantas otras ocasiones, pero le pido que intente escucharme más tiempo. Yo sé que le cuesta mucho centrarse.

Al lado, su compañero, le oye, le contesta y suele seguirle la marcha siempre que se lo permite el ritmo de la clase, haciendo que en más de una ocasión se pierda. Cada poco me mira y su mirada, como siempre, lo dice todo.

Además de la clase con el grupo, lo tengo en otra con una docena de compañeros y, aunque tiene sitio donde quiera, se vuelve a poner siempre atrás, como en la otra asignatura. Al final consigo convencerle de que estará mejor delante y sin gente cerca. Le cuesta, pero de repente y sin decirle nada, se levanta y decide cambiarse y ponerse en primera fila, donde siempre debería estar. Comienza a trabajar después de animarlo un poco y hace algunas cosillas bien. Le valoro eso y le comento que estaba seguro de que lo haría así de bien, que estoy convencido de que puede hacer muchas cosas perfectamente y que espero que lo consiga. Levanta su cabecica, me mira y con una mirada que será difícil de olvidar, me dice que jamás un profesor le había dicho eso, que soy el único que lo ha hecho en su vida.

Me siento muy bien al oírlo y en los días siguientes, con cuidado y tacto, le hago ver en ambas clases que estoy encantado con su comportamiento. He esperado a contarlo porque quería asegurarme del efecto que tuvo aquella pequeña conversación. Hoy, un mes después, puedo decir que no he tenido que llamarle la atención ni una sola vez más.

¿Tan difícil es que sepamos reconocer a un niño con TDAH dentro de un aula con el montón de señales que nos dan? Mientras tanto nadie ha nombrado nada de este trastorno. Solo se oye hablar de que no para, no trabaja y que no atiende, sin parar de molestar, en clase y en casa. Todo el mundo está harto de su actitud, pero ¿alguien se ha parado a pensar en sus características personales?

Los años siguen pasando y todavía recuerdo hace muchos años cuando descubrí que esto existía, mis estudios, mi auto-formación posterior, charlas, jornadas, libros, trabajos, artículos por toda España y México. Muchos años después me doy cuenta de que hay algunos docentes más que trabajan con ilusión para ayudar a niños con TDAH, Síndrome de Tourette y otros trastornos, e incluso el acoso escolar, pero es que aprendemos tan poco. Veo algunas cosas publicadas hace muchos años y me parece que casi no hemos evolucionado. Debemos implicarnos más.

              Fco. Javier Lozano – 23 – noviembre – 2021


jueves, 1 de julio de 2021

Otro final más

 

Un curso más va llegando a su fin, agonizando entre el calor, el cansancio y los despropósitos organizativos propiciados desde lo más alto. Nos hicieron recuperar dos días de clase en dos de fiesta por la borrasca Filomena y ahora nos hacen terminar unas semanas antes convirtiendo las aulas en guarderías. Incomprensible. La educación en los últimos años, arrastrada cada vez más por todo tipo de políticos y gurús de medio pelo se nos está yendo al garete. Eso sí, mientras haya una buena pandemia a la que echar la culpa de todo, todos tranquilos.

 Tras estas situaciones que se escapan de nuestras manos –¿quiénes somos los docentes para opinar de educación?– no nos queda otra que bajar a ras de suelo y trabajar por todo ese alumnado que está día a día ante nosotros, por supuesto atendiendo a todos, pero poniendo un cuidado y un mimo especial en aquellas personas que, por sus dificultades de aprendizaje o por cualquier trastorno, más necesitan de nosotros.

 Por estas fechas, todos los años, tengo un montón de sensaciones y emociones opuestas totalmente que me hacen recordar otras fechas, personas y momentos.  Por una parte, falta poco para llegar al ansiado descanso atravesando estas jornadas llenas de vacíos. Por otra, van acercándose los días en que mi vida profesional llegará a su fin y, deseoso por llegar a ese momento de libertad, me entristece perder esas caritas que cada día te esperan porque creen en ti. Incluso los que llegan sin ganas de nada, los de Formación Profesional Básica, al final reconocen tu labor e incluso quieren quedar contigo para tomar algo en verano, cuando meses atrás te hacían la vida imposible poniéndote al límite.

 Todo lo demás de este mundo me resbala, lo que ha entorpecido siempre mi labor a pie de aula. Atrás quedarán papeleos sin fin, inútiles en un alto porcentaje, reuniones interminables, muchas innecesarias para justificar horas, egos inútiles que a la larga no muestran más que vacíos en otros momentos y situaciones vitales, relaciones plenas de hipocresía que escoden una falsedad que impide trabajar a gusto. No es necesario pasar por encima de nadie para hacer bien nuestro trabajo. Más bien nuestra labor debería sustentarse en ir de la mano y trabajar en equipos de verdad, no en esos que muestran tan poca profesionalidad y tantas vanidades revestidas de falsas e interesadas sonrisas. Comprendo que cada cual quiera proteger su puesto de trabajo, pero ¿es necesaria esa actitud? Creo que no.

 Al final quedan esas caras de agradecimiento de alumnos y alumnas que están a nuestro lado a pesar de todo, que olvidan cualquier mal momento y te sonríen con cariño el último día de curso. Familias agradecidas por nuestra labor, y eso que, como en cualquier otro trabajo, no conocen los entresijos de lo que ocurre entre las paredes de un centro educativo. Confían plenamente en nosotros, en su mayoría.

 Solo deseo descansar y que mi corazón maltrecho en estos últimos años, únicamente arropado por mis alumnos y poco más, además de algún que otro corazoncito fuera de mi trabajo, pueda rehacerse de tanta desidia para que cuando en septiembre volvamos un año más a trabajar hayamos recobrado la ilusión para luchar por estas personillas que realmente merecen nuestro esfuerzo sin límites.

                                                          Fco. Javier Lozano – 30 – junio – 2021

viernes, 28 de agosto de 2020

Una gran sorpresa

 

Quiero daros una noticia maravillosa.  Mis libros, artículos y charlas por todo el mundo siempre han tenido como objetivo intentar ayudar a los afectados por el TDAH, Síndrome de Tourette, acoso escolar, etc. En esta ocasión un simple “guasap me llenó de felicidad. Decía: ¡Qué alegría, ya está en braille “El origen de un sueño! Eran las palabras con las que empezaba un cariñoso “guasap” de Montse Lanuza, una gran amiga y mejor persona desde ya unos once años.

 Le pedí una foto para que lo vieseis e incluso algo de información sobre braille y aplicaciones que lo leen y me mandó todo, incluso un trocito de mi libro leído así y dos escritos de dos braillistas espectaculares. “Las maneras de leer” de Jesús Alberto Gil Pardo y “Palabraillología” de Antonio Martín Figueroa.

Sobre la biblioteca en la ONCE nos cuenta:

“Las personas ciegas y de baja visión afiliadas a la ONCE disponemos de una muy extensa oferta de libros tanto en audio como en braille, aunque no todos están en los dos sistemas pues el papel ocupa muchísimo espacio, pero con las aplicaciones del móvil podemos escuchar tanto unos como otros.

 En audio “sistema Daisy” los leen personas tal y como ahora pueden escuchar en otras plataformas las personas que no tienen discapacidad, pues nosotros eso ya lo teníamos desde hace muchos años.


 
En braille “sistema TLO”, todos los que hemos aprendido braille podemos disfrutar de él en papel, o en diversos aparatos como: Línea braille, Orbit Reader, etc.  para leer, pero para poder escuchar a través del móvil también lo tenemos accesible y se puede escuchar cualquier libro braille con la accesibilidad del propio móvil: Android-TalkBack o Iphone-VoiceOver.

 El Departamento de servicio de biblioteca Once nos facilita cada vez más rápido aquellas obras que han ganado premios importantes, pero a la vez, también nos facilita todas aquellas que podemos pedir los afiliados de personas que nos gustaría leer su libro.

 A nosotros nos gusta decir que el braille es el sistema de los 6 puntitos mágicos que bajo nuestros dedos se transforman en letras, palabras, imágenes, sueños…  Puedes disfrutar de la lectura tanto de día como de noche, a la luz del Sol o la luna. Los que hemos perdido visión de mayores y hemos aprendido braille, lo debemos valorar.”

 Quería compartir mi ilusión y emoción por ver “El origen de un sueño” en braille al alcance más gente.

 Muchas gracias

  

Las maneras de leer

Las maneras de leer. Y ¿qué es leer? Leer. Acceder a un mundo de colores, imágenes y sensaciones. Leer con las manos, leer con el oído, leer con los ojos, leer en braille es tocar palabras que se bordan para crear un telar mágico, ese telar por el que las manos discurren ágiles, ligeras, ávidas de mundos sin fin.

Leer en braille, en papel, leer en braille en un dispositivo electrónico, por ejemplo el Orbit Reader en el que una tarjeta SD contiene los archivos en formato braille o en formato TXT, se muestra en sucesiones de caracteres táctiles para contar la historia, pero leer también a través de una línea braille sincronizada con el teléfono móvil para acceder a ese mismo libro que se encuentra en una tablet o en ese móvil y que con ese dispositivo llamado línea braille o el llamado Orbit Reader ahora mismo nos ayuda a conectarnos y hacer el braille que sea sostenible incluso ecológico porque no requiere de papel, simplemente requiere de la electrónica y la tecnología.

Maneras de leer, maneras de vivir como diría la canción. Pues así uno se hace luz, se prolonga en el espacio y salta las barreras gracias a las yemas de los dedos, gracias a unos puntos que son magia y gracias a las historias que quien las escribe construye para que el lector pueda volar, pueda saltar y pueda sentirse libre y acompañado, porque leer es ser más libre, porque un libro te acompaña siempre

 

Jesús Alberto Gil Pardo

 

Jesús Alberto Gil Pardo (Fuentestrún, Soria) vive en Madrid y trabaja en la Biblioteca de la ONCE. Entre su obra podemos encontrar, entre otros títulos "Huellas de Luz, relatos de un ciego optimista y esperanzado para tiempos de crisis", "La partida de cartas y otras historias de la vieja dama", "Mis pequeñas odiseas, viajando con otros ojos", etc.


PALABRAILLOLOGÍA

          Las yemas de mis dedos ya iban detectando algunos puntitos sobre una fría superficie de latón, que brillaba como un espejo.

        Otro día, muchos más puntos fueron emergiendo en multitud de combinaciones, y adoptando diversas formas.

           En mi corta edad, no había tenido ocasión de aprender las grafías normales, y mis primeras letras aparecieron como aquellas combinaciones de puntos. Y tampoco hasta entonces mi mente había configurado la forma y estructura de una palabra construida con los trazos usados por las personas videntes. Luego descubrí que cada escribiente podía revelarse mediante su caligrafía propia. Reflexioné: esto con el sistema braille no es posible, porque sólo nos permite acortar la distancia entre los puntos o influir en su calidad según el papel empleado. Siempre me ha producido desazón tal estrechez o angostura.

     Notorias iniciativas pretenden la proclamación de la palabra más bella, o la que contiene determinada sensibilidad, o la que precisa ser preservada por hallarse en desuso. Destacar alguna de estas peculiaridades nos conduce hasta una visión no exenta de subjetivismo, que no desdeña como algo baladí la referencia a su significado dominante.

        Cuando pienso en una palabra concreta, en su longitud, en su forma y estructura, me la figuro escrita en braille, con su porción de puntitos dispuestos en series ya convenidas y que, naturalmente, también así me parece más o menos hermosa. Cierto es que, casi siempre, analizando cada letra o cada palabra, pronunciamos inconscientemente sus propios sonidos alineados, señalando sus características también especiales. A esto nosotros, quienes aprendimos primero el código braille, le habilitamos un aspecto muy relevante: la sensación táctil de una estructura solamente palpable, que pasando la yema del dedo índice, nos informa de la esbeltez de la letra L, del vigor de la R, de la amplitud de horizontes de la S, de la firmeza y consistencia de la V, del aperturismo libre de la X, de la placidez de la Z. Siempre observadas desde el Poniente según leemos.

        Transformando el estudio de la Geografía en serena lectura, me entusiasmaba entonces contemplar cuanto me sugería alguna de aquellas capitales o ciudades que yo situaba remotas y consideraba exóticas; y, consecuentemente, las atesoraba en alguno de los múltiples cofrecitos de mi incipiente memoria.  Me divertía pronunciándolas; me dedicaba a copiarlas para que no se me olvidaran.

       La letra K me ha subyugado como un sonido habitual en los topónimos foráneos, por su exquisitez aristocrática (Helsinki, Reykiavik, Samarcanda), distante de la C, asimilable a una vulgar rayita demasiado común. Las ciudades de Siberia, me transportaban a regiones profundas, insondables, como en los cuentos de Affanasiev, (Verkhoiansk, Krasnoyarsk, Vladivostok). A propósito; recientemente me topé con un libro en sonoro que describía un espectacular viaje en el Transiberiano. Me habría deleitado todavía más si aquella vez lo hubiese localizado en sistema braille, con sus numerosísimos nombres plagados de la letra K al comienzo, en medio y al final. No aparecían deletreados, lógicamente, y tampoco fui capaz de asimilarlos.

       ¿Y qué decir de las vocales acentuadas? Los amantes del braille no soportamos una transcripción tan deficiente por no incluir el acento ortográfico siendo preceptivo. Nos molestan tales vocablos deformes, mas si van acentuados nos resultan muy agradables al tacto. Estas vocales les dotan de elegancia, estilo, solemnidad. ¿Cómo no ponderar la belleza de Té o Café ante la expectativa de omitir la E acentuada por la otra E? ¿Y los esdrújulos Cántaro, Céfiro, Sílfide, Óvalo, Lúgubre...? ¿No es más majestuoso un Árbol con su acento y todo, que un Árbol con el puntito de la A, convertido en enclenque y a merced del vientecillo?

        Acaso nuestro sabio Louis previó en algún momento el desinterés de   las actuales generaciones por el añadido del acento ortográfico, mucho más influenciadas y serviles a las modas establecidas por la informática y otras tecnologías al uso donde se desprecia y no se utiliza. Por eso a cada una de las vocales acentuadas le otorgó personalidad independiente, para que al menos el colectivo de fervientes adoradores de su sistema de lectoescritura no las perdiera de vista y las reivindicara tal y como han de escribirse.

         En mi pequeño mundo de finales de los años 50, apenas al inicio de mi instrucción primaria, todo se constreñía a mi pueblo, quizá mi provincia. Así pues, cada nombre de ciudad que resaltaba en los libros precedido de mayúscula exhalaba un encanto especial. El signo de mayúscula era como un portón que daba acceso a un recinto nunca visitado por mí y, con toda seguridad, digno de ocupar sitio preferente desde entonces en mi memoria. Y lo mismo sucedía con otros nombres propios que no concebimos, al rescatarlos del recuerdo, sin el abolengo conferido por esos dos puntitos tan arrimados a ellos. Si, además, aportan una vocal acentuada, sobresale su refinada elegancia con  el resto. En Braille, si no fuera por la amplitud de la Y griega, serían Tú y Él mucho más importantes que Yo, aunque no presuma de tal magnificencia. Y no digamos nada si localizamos un vocablo acabado en el mágico rombo dibujado por E acentuada seguido de N (Verbigracia, Rubén) y opuesto al laberíntico trapecio formado con la é seguida de la Z (Verbigracia, Alquézar).

     Mi nombre y apellidos, como parte sustantiva e individual de mi persona, son únicos y van a acompañarme en toda mi existencia. Lo toco, a la vez que lo pronuncio a media voz y, entre la articulación de los sonidos, también irrepetible, y la representación que mi mente forja con esas letras así dispuestas, lo identifican como absolutamente personal no comparable a ningún otro nombre.

       Inopinadamente, surge como un vigía que nos alerta del acceso al fortín de las ostentosas cifras, nuestro signo de número, para mostrarnos, desde su posición de descanso gimnástico, que la hilera de puntos que sigue ha mudado su vestimenta inicial. Este centinela nos dará detalles de nuestras sagradas fechas.

        La caricia de los dedos sobre el texto pasando de uno a otro renglón, semeja al proceso respiratorio de los pulmones. Si los puntos simbolizaran los guijarros del sendero y las palabras son filas de puntos, mi destino como permanente usuario del braille está ligado al nuevo universo creado por mi mente mediante el tacto. Cuanto aporto yo a ese universo se concreta en mi inconfundible estilo para tallar esos cantos rodados. Louis Braille ha serenado mi respiración, me ha enseñado a caminar, a sortear las piedras y a detectarlas también, a aplicar la técnica para que las palabras, cinceladas en mi mente, sean una obra en su forma y estructura irrepetible. ¡Bendito sea!

 

Antonio Martín Figueroa

 

Martín Figueroa gana el Concurso Europeo de Redacción en Braille Internacional Dibujo de un ciego pensando en la redacción.

 

El escritor ciego afiliado a la ONCE Antonio Martín Figueroa se ha alzado con el primer premio del Concurso Europeo de Redacción en Braille, convocado por la Unión Europea de Ciegos (EBU) bajo la leyenda “La alfabetización cambia mi estilo de vida” y dotado con 2.000 dólares. El ganador tituló su trabajo “Palabraillología”, uniendo los términos “palabra” y “braille” con el lazo de la sílaba “bra” que las abarca a ambas.

 

Según explica Martín Figueroa a nuestra revista, para él esa sílaba tiene una gran fuerza y, en el concreto caso de la expresión “braille”, a menudo es la única que se pronuncia bien, pues es frecuente que se diga “braili”, “brail” etc. En definitiva, que considera esta sílaba “bra” como trascendente en referencia al sistema de lecto-escritura para personas ciegas ideado por el francés Louis Braille, de quien en 2009 se cumple su segundo centenario, motivo que ha provocado la convocatoria de la EBU. Para Antonio Martín, el braille tiene una importancia radical en su vida, “en cuanto al acceso al libro, a la cultura…

 

                                                     Javier Lozano, 28 - agosto - 2020

jueves, 2 de enero de 2020

A por un nuevo latido


Un año más se ha repetido la historia y hemos visto y oído repetir hasta la saciedad cuánto nos queremos y volar a nuestro alrededor deseos de paz, felicidad y no sé cuántas cosas más a diestro y siniestro, a todo el mundo, cuando pocos días antes…

Ayer por fin comenzó el nuevo año. Bueno, vamos a hacer otro intento más que total es gratis. A partir de este momento, cuando vayamos a hablar de la gente o con la gente, cuando reaccionemos ante el resto de los que nos rodean, pensemos en estos días, en lo deseos muchas veces cargados de una hipocresía adornada tras una falsa sonrisa. Tratemos de darle la vuelta si es posible, y si no más vale dejarlo pasar, pero no inventemos esa otra vida que no existe.

La realidad, el día a día, está conformado de pequeños hechos que muchas veces marcan el devenir de nuestra realidad, incluso en ocasiones van perfilando nuestra vida y con ello hacen crecer nuestra alegría, ilusiones y entusiasmo por vivir, pero también otros pequeños detalles nos van apagando y hundiendo en nuestro interior. La gente tiene una imagen nuestra que hemos ido proyectando siempre y generalmente somos nosotros lo que sabemos que no se corresponde con la actual por multitud de motivos, incluso por simple evolución personal.

Cuando aún faltan algunos flecos de estas fiestas, es hora de centrarse y mirar hacia un futuro que empieza al segundo siguiente del que estamos viviendo, que nos llevará hasta ese final de nuestros días que, vete tú a saber si está muy muy lejos o a la vuelta de la esquina.

Desde que comenzaron estas fiestas he recibido por todos los medios cientos de felicitaciones, la práctica totalidad sinceras. La mayoría, de redes sociales relacionadas con la familia TDAH a nivel mundial, a la que seguiré ayudando si quiere seguir contando conmigo, y con otros trastornos con los que colaboro de todo corazón habitualmente, además de amigos de siempre, más actuales, antiguos alumnos, sus familias, etc. Han sido tantas, cada año son más, que no he llegado a todos. Quiero desear a todos los que me han ido felicitando, desde que empezaron estas fiestas navideñas, lo mejor sin ningún tipo de límites, sin hipocresía, con cariño del de verdad.

Me propongo seguir mostrando mi mejor sonrisa hasta a la gente que no me muestra la suya o que esconde tras ella su otra cara, pero sobre todo seguir estando tras las redes sociales, el teléfono o cualquier medio para quien me necesite para hablar de su problema, generalmente sobre esos hijos e hijas a los que adora y a los que a veces no sabe ya cómo animar. Y ¡cómo no! seguir luchando en el día a día por mis alumnos, esa gente joven con las neuronas revolucionadas y los ojos bien abiertos ante el mucho que les rodea y ante el que muchas veces no saben cómo responder o se equivocan estrepitosamente provocando la ira de gente sin sensibilidad que carga contra ellos como si se levantaran cada día con ganas de reventar todo que se pone ante ellos.

Solo quería recordaros a todas las personas que me apreciáis de verdad, que sigo a vuestro lado un año más, y que el cariño se demuestra día a día, independientemente de las fechas que marca el calendario. Que los días festivos en vuestras vidas sean muchos y que los marque el tic, tac de vuestro corazón.

Feliz año nuevo, día a día, minuto a minuto y latido a latido.

Javier Lozano - 2 - enero - 2020

sábado, 12 de octubre de 2019

A por su próxima sonrisa


Ya han pasado unas semanas desde que alumnos y alumnas volvieran a llenar nuestros centros, las aulas donde pasarán el curso que comenzaron cargados de nuevas ilusiones y proyectos, en la mayoría de los casos. Nuevas caras plenas de ilusión, expectantes unas, otras ya conocidas, seguro de que algunas tal vez todavía continuarán intentando ganar nuestra confianza y llamar nuestra atención. Necesitan una mano que le guíe, alguien que les recuerde lo importante e imprescindible que es el esfuerzo, ese valor tan importante después en su vida y que hoy, en más casos de los deseables, está siendo sustituido por sucedáneos lejos de su espíritu inicial.

A pesar de todo, de los derroteros que está tomando la educación en los últimos años en todos los sentidos, para bien y para mal que de todo hay, sigo intentando conservar la ilusión que me hizo elegir este mundillo como eje de mi vida. Esas miradas, sus necesidades, algunas alejadas del terreno académico, de muchas de las personas que vienen a mis clases me empujan a seguir en la brecha, porque al final lo que vale es ayudarles a ver la vida con una sonrisa, a partir de la cual lo demás sea menos complicado de realizar y más llevadero.

Por si fuera poco todo lo anterior, me encuentro entre la diversidad de personas que pueblan mis aulas, muchas personas con problemas debidos también a diversas trastornos o situaciones problemáticas en sus relaciones. Por este motivo vuelvo a comenzar con fuerzas renovadas para luchar por los afectados por cualquiera de estas situaciones, especialmente el TDAH, el Síndrome de Tourette cuando surge, algo menos frecuente y la plaga de hoy, el acoso escolar, que no deja de inquietar a muchas familias al ver a sus hijos e hijas asustados y tristes a la hora de asistir al centro educativo. Todo esto tengo la posibilidad de hacerlo en las numerosas ocasiones en que soy requerido a distintas ponencias y charlas en congresos, jornadas o seminarios desde muchos lugares de España e incluso fuera de nuestro país, pero especialmente tengo el privilegio de poder trabajarlo desde el día a día en el aula y el contacto con el resto del profesorado y comunidad educativa.

Así pues, sigo intentando mantener la ilusión viva a pesar de los pesares, que no son pocos. Lo que los años no han conseguido apenas desgastar no lo va a poder destrozar lo que me rodea en los distintos campos de mi existencia diaria. Desde el primer día en que pisé un aula, hace ya muchos años, he decidido atender a todas y cada una de las personas que llegan ante mí y a sus familias, pero reconozco que especialmente a los que tienen algún problema sea del tipo que sea y no solo educativo, también personal, emocional, etc. Es imprescindible atender a las diferencias y tenemos que tener muy claro que nuestro trato hacia los chicos y chicas que nos llegan cada año, cada día, empieza por el gesto y la palabra para una verdadera educación inclusiva. Cuidemos mucho cómo nos dirigimos a los demás.

Nuestro nuevo reto tiene que ser buscar su felicidad. Ayudémosles a fabricar su próxima sonrisa.

              Javier Lozano 12 - octubre - 2019

domingo, 19 de febrero de 2017

La lucha debe continuar

Ya hace muchos años el TDAH que se cruzó en mi camino en forma de alumno, se llamaba Pedro, creo haberlo nombrado alguna vez. Hoy sigo manteniendo contacto con él aunque no es consciente de la revolución que produjo en mi vida, tanto docente como personal. Un libro de Ana Miranda, a la que luego tuve la suerte de conocer, me ayudo en aquel momento. Luego hubo una primera asociación que me conocía, sabía de mi forma de trabajar y me invitaron a participar en una mesa redonda. Desde aquel día muchas asociaciones de toda España han contado conmigo para que fuera a contarles cómo hacer las cosas de forma sencilla en el aula. Algo parecido me ha pasado con el Síndrome de Tourette con Naim. También aprendí mucho de Pablo, mi primer alumno con Síndrome de Asperger. Ellos sí que son mis verdaderos profesores.

Luego uní mi afición a escribir a estos aprendizajes y surgió mi libro “Juanito y su TDAH. Ser feliz es posible” y ante su gran aceptación hace un año “Mi hijo tiene TDAH. La entrega de una madre”. El éxito de ambos me ha ayudado a pensar que vale la pena seguir por todos afectados y sus familias.

El día a día, ayudando desde la sombra, sin grandilocuentes artículos, ni vídeos, ni una consulta detrás, ni buscando aparecer en las redes por todos los rincones, me ha enseñado la realidad que hay tras cada niño con un trastorno, las familias y especialmente en la mayoría de casos a sus madres, auténticas sufridoras del problema que esto genera. Únicamente un sencillo blog ¡¡¡Cuidado con la tarima!!! (http://fcojavierlozano.blogspot.com.es/) me sirve para hacer reflexionar sobre algunos aspectos educativos y vitales desde mis vivencias personales diarias en el aula y en la calle.

Os cuento esto porque tras todo este tiempo me siento, como muchas de esas madres que decís estar a punto de tirar la toalla. Me canso de desmentir artículos que surgen cada cierto tiempo, de hablar con gente que habla sin saber y que la evidencia científica ni le va ni le viene, de compañeros docentes por todo el mundo que dicen barbaridades a los niños y a sus madres difíciles de soportar. Si a esto añades que todos tenemos épocas peores que otras… Hace unos días pensé en decir que no a las charlas y conferencias, a no escribir ya sobre estos temas y dedicarme a escribir otro tipo de cosas, novela, relatos para adolescentes, cuentos para niños, a pasear, escuchar música, ir al pueblo y mil cosas más.

Pero de repente me encuentro con el duende que me vuelve a animar. No quiero dejar a medias el libro sobre acoso que llevo entre manos desde hace ya meses, me llaman de nuevo y no puedo decir que no a un instituto de aquí cerca, ni a asociaciones que desde Latinoamérica te piden que vayas para ir a contar sobre TDAH en el aula a padres y profesores. Y por si fuera poco me encuentro con personas que quieren abrir nuevas asociaciones y me piden ayuda. En el último mes dos nuevas, casi a la vez, una en Ceuta de la mano de Holaya y en Almendralejo (Badajoz) de Eva, ambas con un buen ramillete de madres luchadoras por sus hijos y los de las demás.

Por estas razones me cuesta abandonar el barco, pero si  todo esto es fundamental, hay algo más importante e imprescindible aún. En mis clases, a diario, todos los cursos, hay alumnos con TDAH y sin él, con trastornos de otros tipos llenos de siglas que a mucha gente no le dicen nada, pero que a sus afectados les ayudan a poder seguir unas pautas y unas estrategias.

Me temo que de momento, mientras me quede alguna fuerza, debo de seguir aquí apoyando a quien lo necesite, no como gurú, que de esos ya hay unos cuantos, sino como uno más del equipo que formamos todos los que queremos ver cada día un poco más felices a los niños y jóvenes que nos rodean siempre y a sus familias.

Javier Lozano - 19 - Febrero - 2017

sábado, 3 de diciembre de 2016

En la dirección correcta


Comienzo la mañana con buen pie. Un alumno tirado en el suelo se duele como si le hubiera pasado por encima una apisonadora, dice que le han pegado unos puñetazos. Al final nada era tan grave la cosa. Solucionado el entuerto pasa el tiempo una hora más. Siguiente clase, control de matemáticas, casi normal, simplemente repites la fecha cada dos minutos y respondes a la misma pregunta unas veinticinco veces (lo que hay en la pregunta 5 entre la primera fracción y el paréntesis ¿es una multiplicación?) Tercera clase, diluvio emocional matemático. ¡Vamos! cuatro suspenden la evaluación, lloran y por simpatía la mayor parte de compañeras se solidarizan en lloros y lágrimas inundando la estancia. A mí me falta poco.

A partir de ahí la cosa cambia. Dos compañeras me hacen el favor de dar mis dos últimas clases para que pueda tomar el AVE para Madrid. Mis alumnos prometen portarse bien en mi ausencia. A la vuelta compruebo que lo cumplieron. También tienen palabra por si alguien dudaba de ellos.

El tren comienza su camino dejando atrás lo que más quiero para tratar de echar una mano allá donde lo necesiten. A mi lado una joven guapa, pero que no dice una palabra, se queja cuando pasan y le rozan con algún bolso o maleta y al bajarse ni dice adiós. A la vuelta tuve más suerte, una chica con bastante educación me cuenta con ilusión el motivo de su viaje.

En la estación de Atocha me espera una buena amiga con la que comparto el poco tiempo que queda alrededor de un bocata y una cerveza. Me acompaña al metro para que no me equivoque y cuando llevo varias paradas veo que me ha metido en sentido contrario. ¿Amiga he dicho? Sí, es broma, todos nos equivocamos alguna vez. Consigo enderezar el rumbo y al fin llego donde me esperan dos encantadoras personas que son las que me invitaron a ir para participar en las jornadas.

Al fin llego al lugar con el tiempo justo y me encuentro ante un grupo de gente desconocida y expectante. Son los docentes que esperan a que les cuente algo que poder hacer con sus alumnos en clase si tienen Síndrome de Tourette, pautas que les servirán con el resto de alumnos también. Comienzo y, en pocos minutos, puedo comprobar en sus caras signos de aceptación, sonrisas que muestran complicidad, comentarios que demuestran que si están allí voluntariamente es por algo, por un interés tristemente fuera de lo habitual, un gusanillo por hacer la vida de nuestros alumnos mejor y más feliz y, por extensión, la de sus familias que tanto nos necesitan. Son tres horas de curso y se pasan volando compartiendo ideas y también risas porque la educación no es algo triste sino vivo que tiene que ayudarnos a que nuestros alumnos, vengan como vengan a nosotros, salgan siempre con una amplia sonrisa.

Al final me llevan a la estación donde tomo el AVE de vuelta a casa para llegar justo casi a dormir porque, por mucho que he tratado de exprimir el día, no he podido arrancarle ni un segundo más. La experiencia inolvidable, el trato excelente, como en todos los lugares a los que voy. Si es posible repetiremos en más lugares de Madrid. Eso sí, la próxima vez antes de subirme al metro me aseguraré de ir en la dirección correcta, la que debemos tomar siempre que trabajemos por los chicas y chicas que tenemos en clase porque lo agradecen y además de corazón.

Javier Lozano 3 - diciembre - 2016

jueves, 29 de mayo de 2014

Mi niño Tourette

Esta mañana, al salir de mi segunda clase, cuando en el ratito del recreo me dirigía a entrevistarme con el padre de una alumna de mi grupo que necesitaba hablar conmigo, se me ha acercado mi niño Tourette. Quería decirme algo. Yo sabía que, antes de las vacaciones de Navidad, el último día no vino a mi clase porque tenía que ir al médico que lo trata.

Un saludo relativamente corto pero afectuoso, como suele ser por su parte siempre que se dirige a mí, y mi pregunta para saber lo que querían han bastado para que, tras poner su mano derecha sobre mi hombro izquierdo y mirándome fijamente a los ojos con cara de circunstancias y preocupación, me dijera muy serio “Javier, malas noticias”.

Nada más saludarme he recordado lo del médico y que quedamos en que me informaría de sus avances porque cree en mí y se siente apoyado dentro de la ayuda que yo, que sólo soy su “profe de mates” como dicen los críos, puedo darle.

Me ha dolido escuchar que su médico le dijo que ha caído en picado, que está muy mal. He tratado de animarle, de prestarle mi ayuda en lo que haga falta. Me ha contado que en mi clase de ayer se encontró fatal y, al preguntarle por el ambiente, los compañeros y todo lo que le rodeaba, confiesa que fueron las ecuaciones que hemos comenzado a hacer. Le he tratado de hacer ver que se las puedo explicar cuando y dónde quiera, que ese no es el problema, que él vale mucho más que todas las ecuaciones de todos los libros juntos y que debemos vencerlas y que, si no se puede, tampoco se acaba el Mundo. Se trata de buscar la forma de avanzar, de ser fuerte y plantar cara al desaliento que le está machacando. La idea de los amigos para salir cuando note que se está yendo abajo no sirve porque me ha dicho que no tiene.

Ante todo esto me siento mal. Poco puedo hacer cuando me dice que se dirige a ver a la orientadora del centro para ver si lo puede atender en algún momento. Un ratito después me lo encuentro por las pistas de deporte y me cuenta que va a quedar con él un día para hablar. Añade que cuando vaya el viernes al médico, al que tiene que volver para subirle la dosis y que no siga cayendo en picado, vendrá a contarme lo que le mande tomar. Este crío confía en mí y sólo porque cuando viene le escucho, le doy algunas palabras de ánimo y le ayudo a ver el horizonte algo más claro.

Estas navidades en una cena entre psicólogos y pedagogos y alguna persona más, coincidí con el orientador que lo llevó en Primaria. Me preguntaba si conocía a este chico y me hablaba de la gran persona que era, que él personalmente vino a nuestro centro a  traer información sobre el alumno por considerar que era un caso que merecía la pena que no se perdiese en el grupo, dando pautas para tratarlo para que fuese poco a poco saliendo a flote como hasta aquel momento.

Hoy dos cursos casi después, nadie ha comentado absolutamente nada a los profesores que damos clase a este alumno del problema que tiene. Recuerdo que en la primera reunión fui yo quien tuvo que decir que este chico tenía el síndrome de Giles de la Tourette a mis compañeros. Todavía en este momento nadie, repito absolutamente nadie, ha dicho nada de nada. Eso sí, a pesar de la información que el orientador anterior se molestó en traer en persona, este chico fue ubicado en el peor grupo que se ha conocido en la historia de nuestro centro, en el que el ambiente relajado que necesita  nunca pudo darse y, más aún, fue machacado por algunos de sus compañeros impunemente, sin ningún pudor, lo que trajo como consecuencia un montón de faltas de asistencia, y nunca pasó nada.

¿Desconocimiento? ¿Negligencia? En cualquier caso el perjudicado siempre es el alumno que tiene que sufrir este tipo de situaciones de incompetencia y a mí me desespera. No lo puedo remediar. Me hierve la sangre.

Javier Lozano  9 - 01 - 2008