Han pasado ya unos cuantos días desde aquel en que dije hasta luego a mi actividad docente. Hasta luego porque en septiembre tengo que volver durante otro pequeño periodo de tiempo de unos dos meses y medio. Es lo que tiene este proceso de prejubilación.
Desde hace ya mucho tiempo llevaba soñando con llegar a este punto, en mi caso seguramente más por una anomalía en el proceso de prórroga que surgió de la negociación que vete tú a saber si… Bueno, que ya pasó y a mí lo que me apetecía era esto que he empezado a vivir.
Los primeros días fueron raros, no dejaban de parecer un puente y, tras el domingo, a trabajar, pero la noche de este último día del imaginario puente, una lucha interna increíble se desató en mí. Por una parte, la cena y la oscuridad a través del balcón indicaban que había que dormir ya para levantarse pronto al día siguiente. Por otra, mi cabeza me recordaba que no debía hacer caso a ese mensaje que nacía de la fuerza de la costumbre. Esa sensación llega hasta hoy noche tras noche. Incluso durante el día tengo una curiosa sensación de culpabilidad por no haber ido al colegio esa mañana.
Cuando ya han pasado los primeros once días, ocho de ellos sin clase, sigo sin acostumbrarme a no ver su cara a diario. Hace unos días tuve que acercarme por una cuestión personal y volvieron a aparecer los abrazos y los besos nada más llegar a la puerta del centro. Claro que, con el tiempo, llegaré y será muy distinto porque no me conocerán muchas personas y yo tampoco a ellas, incluido el profesorado. Lo que ha sido mi casa durante tantos años será simplemente un recuerdo.
En este momento estoy tratando de reorganizar mi vida. Trato de hacer cosas que antes no hacía y que hoy el tiempo me permite realizar y otras, a las que antes dedicaba pequeños espacios de mi día, ahora puedo dedicarles mucho más, aunque primero debo planificar todo un poco. Entre estas últimas están las de seguir escribiendo y atender a niños y personas con trastornos como el TDAH, Tourette o acoso escolar que siguen poniéndose en contacto conmigo como asociaciones o a nivel personal.
Con la maldita pandemia dejé muchas cosas a medias, desde viajes para charlas ya programadas por España, hasta proyectos para escribir cuestiones de tipo educativo (tengo una muy interesante que si salé adelante os contaré) y varias de ficción, especialmente una novela con cierto grado de humor que quiero terminar en las próximas semanas. La verdad es que ideas no me faltan. Quedó por culpa de la citada pandemia sin editar, ya maquetada, una recopilación de más de 60 artículos educativos de mi blog, a petición de mucha gente que lo lee habitualmente y que titulé ¡Cuidado con la tarima! Reflexiones desde mi aula. No sé si lo sacaré ya o no. Depende de vosotros.
Así pues, voy a ver si me acostumbro a esta nueva forma de vida, sin dejar de lado algo tan importante para mí, además de tratar de sonreír a diario porque sé que tras estas líneas estás tú, montones de personas que me habéis acompañado siempre y que sé que lo vais a seguir haciendo. Yo, por mi parte trataré de brillar si es posible para quien me necesite.
Fco. Javier Lozano,
27 – febrero – 2023
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