Desde
que estoy prejubilado –no jubilado del todo aún– el tiempo ha tomado otra dimensión,
tanto para bien, pues los horarios ya no existen de la misma forma, como para
mal, ya que es más complicado hacer otras cosas que antes formaban parte de tu
día a día.
Una de las cosas que llevo tiempo haciendo es organizar mis cosas, las de mi cuarto de estudio, la mesa, que hace tiempo que no la uso para lo que más me gustaba, mis discos duros, papeles e información que llevaba conmigo años. Algunas totalmente inútiles ya y otras con su valor.
Haciendo esta revisión van apareciendo cosas curiosas –algunas ya las iré comentando. Encontré hace unos días un papel que no tengo ni idea de quién lo pudo escribir, aunque me van viniendo a la cabeza alumnos y alumnas que he tenido la suerte de conocer y poder ayudar a que fueran avanzando y solucionando en lo posible sus problemas. En este caso me temo que de un caso de TDAH.
Os lo copio porque la letra y la redacción es cómo es, lógicamente. Ya lo comprobaréis en la foto de portada del artículo.
“Cuando mis compañeros me
dicen que me calle porque molesto, yo me siento triste porque no me gusta
molestar a nadie. En mi casa también me entristezco porque cuando mis padres
tosen yo lo repito sin querer y me entristece porque mis padres tienen que
aguantarme y no me dicen nada.”
Solo quería recordar con este mensaje, tan claro y contundente, de este niño o niña, no lo sé, a todas esas personas que siempre creen que nuestros afectados/as con TDAH –también con otros trastornos– hacen lo que hacen a idea por molestar, porque les gusta hacer rabiar a los demás, a ese alumno que atiende en clase o a ese otro que hace cualquier otra actividad.
Todas las personas que están habituadas a tratar a estos niños y niñas con trastornos neurobiológicos, como el TDAH, especialmente madres, padres, familiares cercanos, médicos, sanitarios, personas de asociaciones y profesores –si tienen suerte de dar con ellos– saben de sus características y hacen oídos sordos a todas esas palabras que guiadas por el desconocimiento y las ganas, a veces, de que todos seamos exactamente iguales –sobre todo como a ellos les gustaría– no hacen más que daño a la imagen de un trastorno que los demás tratamos de minimizar con trabajo y esfuerzo, además del de estos niños y niñas, que añaden estos comentarios tan perjudiciales a esa mochila que ya llevan las veinticuatro horas del día.
Simplemente quería compartir este documento, de un enorme valor por su contundencia, su sensibilidad y especialmente porque, aunque parece escrito con un simple bolígrafo, creo que esta personilla la ha escrito con el corazón.
Fco. Javier Lozano, 9 – marzo – 2023
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