miércoles, 28 de octubre de 2020

 Educación huérfana de emociones

Ya llevamos casi dos meses de curso, con alumnado algo menos, y las sensaciones como era de suponer son muy distintas a todos los niveles a las de los cursos anteriores de mi ya dilatada carrera profesional. Si añado, en mi caso, los cambios realizados en mi centro que nada tienen que ver con el bicho ya, como dirían algunos por aquí, la rematadera.

Aun así, a pesar de no estar pasando mi mejor momento a nivel profesional, lo que realmente me preocupa es cómo lo están pasando los alumnos y alumnas que cada día están en mis aulas. Entras a clase y se te cae el alma a los pies al no ver sus caras. Todos miran desde el balcón de sus mascarillas. La mayoría de las veces no les entiendes y tienes que pedirles una y mil veces que, por favor, te repitan lo que han dicho. Claro, pero en sentido contrario, es igual, ellos tampoco nos entienden como antes.

Al analizar en profundidad el tema, me duele especialmente la pérdida de emociones, la dificultad de empatizar producida por esta circunstancia, porque ellos ven ojos nada más y por mucho que, como decía hace poco, puedan ser muy expresivos, no lo serán jamás tanto como cuando son acompañados por el resto de gestos faciales. Cuando quieres mostrar afecto, agradecimiento, apoyo e incluso enfado, parte del mensaje se pierde por el camino. Por algo las personas con problemas de sordera por ejemplo piden mascarillas transparentes. Serían buenas para todos. Lo más parecido a no llevarlas.

Otro detalle, aparentemente sin importancia, es el contacto físico. Cuando te acercas a explicarle algo a su mesa y te siente cerca, comprueba que te preocupas por su problema sea del tipo que sea, su comprensión aumenta exponencialmente porque al sentir tu interés por él o ella. Ese intercambio verbal, acompañado de cruces de miradas, e incluso tomar su boli y ayudarle a corregir algún error, es fundamental para que la relación profesor alumno/a tenga un sustrato que mejorará durante el curso y que, cuando haya algún problema de relación, que es normal que lo haya, su solución será mucho más rápida.

Son tantas las cuestiones que antes parecían tan naturales por ser algo habitual, lógico y hasta natural, que se echan de menos al comprobar que están en los cimientos de la educación, detalles imprescindibles para que la relación que se da en el acto educativo sea tan agradable a nivel personal, como productiva académicamente.

Podría seguir analizando muchos más detalles del día a día que son descorazonadores, que nos hacen sacar fuerzas de donde a veces casi ya no nos quedan por ese alumnado que nos observa tras sus mascarillas y sus miedos, desde la difícil comprensión de todo esto que nos está pasando por encima y que nos deja tristes y apesadumbrados a todos.

Personalmente, como supongo que a todo el mundo y en especial quienes amáis la educación como yo, estoy deseando que lleguen otra vez aquellos días en los que al entrar todos vociferando en tropel por el pasillo, cada uno te regalaba una mirada, muchos una sonrisa y había hasta aquel que con un buenos días profe te regalaba hasta un abrazo, como otros al salir ya para casa unas horas más tarde. Cruzaremos los dedos.

                                             Fco Javier Lozano - 25 - octubre - 2020


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