Aunque
ya han pasado algunos días desde que el curso terminara, no he encontraba el
momento para asomarme por aquí. Varios motivos personales, el desánimo creado
por el agobio pasado y la cantidad de pensamientos y sensaciones vividas en
este tiempo han hecho que no viera el momento oportuno, pero creo que ya ha
llegado por fin.
Son
tantos los aspectos a analizar que me cuesta elegir uno para empezar. En primer
lugar, debo decir que esto ha requerido un esfuerzo brutal por nuestra parte
como docentes, pero también la mayoría de nuestro alumnado ha sabido responder
y agradecer nuestra labor, aunque poco a poco, con el paso de los días, algunos
han ido desfalleciendo por un camino duro y tortuoso para todos. Las familias
también, a pesar de sus muchas dificultades por temas laborales, entre otros,
también se han dejado notar en la actitud de sus hijos e hijas en todo momento,
para bien en la mayoría de los casos. Nadie estaba preparado para esta
situación y cada uno ha hecho lo mejor que ha podido todo su trabajo.
Yo
recordaba mis tiempos de la UNED y no imaginaba a mis alumnos tirando de su
propio carro sin que nadie les empujara en su día a día, puesto que el trabajo
es duro y se necesita una motivación interna que a estas edades de secundaria
es complicado tener. Si asistiendo a clase con profesorado y compañeros las
familias siempre van buscando ese estímulo que les ayude a realizar su trabajo,
en esta ocasión la cosa no era fácil.
Por
otra parte, los mensajes que nos han ido llegando al mundo educativo no fueron
claros desde un primer momento. Todo el mundo fue pensando lo que tenía que
decir y buscaba papeles oficiales que le respaldara ante situaciones que no
sabía cómo resolver. Al final cada cual ha hecho de su capa un sayo en multitud
de ocasiones y al final, demasiado bien ha salido la cosa. No me gustaría estar
en el pellejo de los que han tenido que tomar decisiones en esos momentos.
Dicho
todo esto, creo que demasiado bien parados hemos salido del asunto de momento,
porque lo que nos espera… vete tú a saber.
Como
esto daría para muchas reflexiones, os dejo aquí primero este ligero, breve y
sencillo análisis muy general y, si os apetece y los ánimos se van recuperando,
pronto pondré mis sensaciones de este tiempo de clase sin aula y de alumnos a
través de una pantalla donde no es posible la interacción personal como
requiere el verdadero acto educativo lleno de sentimientos y emociones a flor
de piel.
Trataré
de analizar algunas cosas curiosas observadas en alumnos, familias o
profesorado. Pero poco a poco, que para digerir todo lo que nos hemos tenido
que tragar se necesita tiempo. Os espero ya en la siguiente entrega de estas
reflexiones tras la pandemia.
Javier Lozano, 7 - julio - 2020
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