Me
preocupa mucho el comportamiento en las aulas de hoy en día. Como decía hace poco,
por todos los alumnos, pero en especial por aquellos a los que cuesta tanto
concentrarse y que en estos ambientes se pierden enseguida.
Me
fijo en nuestro alumnado con TDAH y veo a ese niño con problemas atencionales,
al de la mosca volando, que nota a su alrededor voces, risas, comentarios,
papeles con mensajitos que vuelan de un extremo a otro del aula en la que
debería poder trabajar y nada más lejos en esta triste realidad. Si miro al que
es empujado por su hiperactividad, el sufrimiento mío es grande, pero el suyo
no es menor, puesto que cuando pasa el primer momento de euforia ante el grupo,
muchas veces utilizado por sus cabecillas, su decepción ante lo vivido lo
arrastra hacia un hundimiento a veces rozando la depresión al no poder salir de
ese mundo que tanto daño le hace.
Es
aquí donde el papel del docente tiene gran importancia. Su cercanía a la
persona afectada es fundamental, una empatía que le haga ver que no está solo,
que es alguien para otra persona que, increíblemente, entiende su problema,
incluso que no ve mal que puntualmente participe en esos escarceos con sus
compañeros para no ser dejado de lado. Claro que para que la labor del docente,
que muchas veces se encuentra ante el problema como una barca a la deriva en el
mar educativo en el que no faltan tiburones y filibusteros, sea efectiva es
necesario un apoyo que emana de la unidad de todas las personas que se
relacionan con él desde que pone su primer pie en el centro educativo cada
mañana. Si esa unidad es efectiva, viene con el ánimo recargado de casa por su
familia, la mayor parte del trabajo está conseguido a nivel afectivo, algo que
ayudará a que lo académico empiece a florecer.
En
el aula pesa el mal ambiente a cualquier alumno o alumna que se precie, que a
pesar de preferir el parque o cualquier otro lugar mejor que el aula, sabe que
es necesario, e incluso obligatorio, estar ahí. Ya que esto es así, por lo
menos preocupémonos de estar a su lado, con ese cariño exigente al que siempre hago
referencia en mis artículos y charlas desde hace muchos años. Seamos cercanos,
pero sin ser excesivamente permisivos. Seamos exigentes, pero sin dejar de
darles la mano para que puedan avanzar y superarse, transitar por este mundo
que tanta gente se empeña en ponerles más complicado de lo que es por sí mismo.
Luego la vida, ya les obligará a sufrir, muchas veces innecesariamente, pero
ahora que está a tu lado, no dejes de acompañarle en este duro camino. Dale tu
mano. Sabrá agradecértelo, de momento, con una sonrisa, después siempre con tu
recuerdo en su corazón.
Fco.
Javier Lozano 21 - noviembre - 2019
Ojalá existieran más docentes con una gran vocación como la tuya,que pusieran tanto amor en su trabajo,y grandes dosis de empatía.
ResponderEliminarGran profesor y persona .
No sé Fina, seguro que hay muchos más. Yo me siento orgulloso de lo que noto que consigo en mis alumnos y alumnas, e incluso en sus familias porque me lo dicen, pero me gustaría que fuera valorado en su justa medida por todo el mundo. De todos modos pienso seguir luchando por ellos contra viento y marea. Gracias por tu comentario
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