Estos
chicos y chicas cada día te sorprenden con algo nuevo. Unas veces es su propia
ingenuidad la que los pone a prueba y otras esas ideas o conceptos que les
vienen a la cabeza, así como por arte de magia, que sueltan sin pensar lanzándoles
al abismo de su propia ignorancia, haciendo sonreír a propios y extraños.
Aún
se me escapa una leve sonrisa, al rememorar un momento del curso pasado,
hablando con mis alumnos de PMAR (Programa de mejora del aprendizaje y del rendimiento)
del antónimo de tibio. No recuerdo ahora por qué fue, creo que uno lo preguntó
para terminar un ejercicio de otra asignatura. Como siempre, cuando uno hace
una pregunta en voz alta, aún no ha terminado de formularla y ya vuelan por el
aire como objetos lanzados con intención de darle en la cabeza, respuestas por
doquier, muchas sin haberse parado a pensarlas. Aquella vez, el antónimo más
gracioso de tibio resultó ser peroné. Bueno, a veces ese hueso tal vez pueda
gozar de cierta tibieza, pero no era lo que el alumno necesitaba.
Otra
situación jocosa suele ser el cambio de nombre de ciertos elementos que ya lo
tienen por consenso, como puede ser en matemáticas un número decimal exacto,
aquel que tiene un número determinado de cifras decimales, porque en un momento
ya nos sale como resto cero. Un alumno lo llamaba decimal propio.
De
este mismo tipo de cambios nominales, el que más me gustó fue el de llamar
intrusa a la letra “x”, cuyo valor buscamos al resolver una ecuación, en vez de
su verdadero nombre que es incógnita, precisamente por ser desconocida. Claro
que la persona que se atrevió a cambia su nombre, en contra de todo consenso
matemático, tal vez tenía razón porque, entre tanto número, qué pinta una “x”
dando mal y creando problemas. Según sus pensamientos, es una verdadera intrusa
que solo está ahí para entorpecer su trabajo. Entonces un sistema de dos
ecuaciones con dos incógnitas ¿podríamos decir que tiene dos intrusas? me
preguntaba otra persona de la clase. Más risas lógicamente.
Otra de estas anécdotas que salpican nuestra profesión
de pequeñas sonrisas que ayudan a pasar otros momentos no tan agradables tuvo lugar
en un grupo de 1º de FPB (Formación Profesional Básica) mientras repasábamos
problemas de proporcionalidad compuesta y porcentajes. Los alumnos resolvían
ejercicios puestos en pantalla mientras yo aclaraba dudas, que había unas
cuantas. En un momento de silencio, voló una pregunta. Javier ¿qué es la
alfalfa? Me disponía a explicar que es
una planta herbácea usada tradicionalmente para alimentar al ganado, con
algunas aplicaciones medicinales e incluso utilizada en la cocina en ocasiones,
cuando una de esas respuestas que surcan el aire atravesándolo como un cuchillo
la mantequilla, sin ningún prejuicio y sin medir el efecto en los que la oyen,
lo inundó todo porque su autor estaba convencido de que era correcta. Pero eso
¿no es un pueblo? A lo que el resto se lanzó con unas risas que tardaron en
desaparecer de la clase.
Se me ha ocurrido
buscar el nombre científico mientras os lo contaba. He visto que es Medicago
sativa. Me alegro de no haberlo buscado cuando ocurrieron los hechos,
porque si no seguro que a estas horas seguimos riéndonos a costa del nombrecito,
porque el grupo donde ocurrió era…
Ya en el
mismo nivel de respuestas quedan algunas más para el recuerdo que no tienen
desperdicio y que a muchos maestros del humor les vendrían de maravilla para completar
sus animados monólogos. Hablaban en un momento determinado en clase, en los
últimos tiempos lugar propicio para estás elucubraciones mentales, de esos
viernes en los que en determinadas tiendas supuestamente tiran los precios para
que la gente se atiborre de consumir. A esos viernes un alumno, convencido de
que estaba en lo cierto los llamaba Faraday en vez de Friday. Cosas del inglés
que nos han colado por todos los sitios.
Para
terminar, al estudiar algunos conceptos básicos de electricidad alguien, al
preguntarle cómo uniría distintos componentes de un circuito eléctrico,
contestaba con total soltura y convencimiento que con una cuerda. Según él eso
es lo que el resto llamamos hilo de cobre.
La verdad es
que entre unos y otros consiguen a diario sacarte alguna que otra sonrisa desde
su más absoluta ingenuidad, esa misma que les hace en más ocasiones de lo que
sería deseable sacarte de tus casillas, pero es lo que tiene estar tratando de
hacer crecer a estos jóvenes dándoles poco a poco dosis de la inevitable
realidad que, de golpe y porrazo, verán cuando salgan de la escuela a la
sociedad unos años después. Que disfruten ahora.
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