martes, 29 de octubre de 2019

De locos


Entra un día más por la puerta del aula buscando conversación y, nada más ver entrar a sus primeras amistades, comienza la charla que no cesará hasta la hora de salir para casa, clase tras clase, hora tras hora. Únicamente habrá algún momento de silencio, seguramente aquel en el que el profesor de turno lo pida por enésima vez para que sus compañeros puedan atender y trabajar, aunque solo sea un poco.

Entre estos alumnos, en cualquier clase, existen personas disruptivas por circunstancias personales, familiares o vaya usted a saber. Luego las que lo son por mil trastornos diversos, como los TDAH que yo veo al vuelo y los que una vez advertidos de su error, cesan en él y ponen empeño en cambiar, hasta unos minutos después en que el mismo duende se los vuelve a llevar a su mundo. Claro, si los primeros son metidos en el mismo saco que estos últimos flaco favor hacemos a todos, especialmente a los segundos.

Además, existen los que trabajan a su marcha y necesitan algo de tranquilidad, de paz, que no les estén cortando la clase mil veces por segundo para poder sacar unos resultados más o menos aceptables. Por último, los que parecen preocupar menos, y a los que también hay que cuidar, los que necesitan poco para aprender y progresar, pero que se quejan menos de lo que sucede en clase, al menos al principio.

Al final, unos y otros, son jóvenes y en la etapa preadolescente o adolescente, se ven obligados a quedar bien ante los demás, y participan de lo que ocurre a su alrededor porque si pierden su puesto en el grupo, puede ser peor aún que sacar malas calificaciones.

Lo que realmente me preocupa es saber lo que hacemos los docentes, o mejor lo que no hacemos, para que todos nuestros alumnos estén bien en clase, en silencio, respetando al resto y ya, para nota, que se esfuercen por algo porque si algo da valor a lo que se consigue después es el esfuerzo realizado. Pienso que las familias tienen también mucho que decir al respecto, pero ahí se lo dejo a ellas.

De momento no me meto en profundidades, pero os dejo un titular colgado en Twitter por un conocido, en el que un periódico, criticando lo que comentaba yo arriba decía algo preocupante: “Si su hijo manda en clase y no es profesor, es un buen colegio: La nueva pedagogía que triunfa”. ¡Qué horror! Para echarse a temblar.

Javier Lozano - 29 - octubre - 2019


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