Entra
un día más por la puerta del aula buscando conversación y, nada más ver entrar
a sus primeras amistades, comienza la charla que no cesará hasta la hora de
salir para casa, clase tras clase, hora tras hora. Únicamente habrá algún
momento de silencio, seguramente aquel en el que el profesor de turno lo pida
por enésima vez para que sus compañeros puedan atender y trabajar, aunque solo
sea un poco.
Entre
estos alumnos, en cualquier clase, existen personas disruptivas por
circunstancias personales, familiares o vaya usted a saber. Luego las que lo
son por mil trastornos diversos, como los TDAH que yo veo al vuelo y los que
una vez advertidos de su error, cesan en él y ponen empeño en cambiar, hasta
unos minutos después en que el mismo duende se los vuelve a llevar a su mundo.
Claro, si los primeros son metidos en el mismo saco que estos últimos flaco
favor hacemos a todos, especialmente a los segundos.
Además,
existen los que trabajan a su marcha y necesitan algo de tranquilidad, de paz,
que no les estén cortando la clase mil veces por segundo para poder sacar unos
resultados más o menos aceptables. Por último, los que parecen preocupar menos,
y a los que también hay que cuidar, los que necesitan poco para aprender y
progresar, pero que se quejan menos de lo que sucede en clase, al menos al
principio.
Al
final, unos y otros, son jóvenes y en la etapa preadolescente o adolescente, se
ven obligados a quedar bien ante los demás, y participan de lo que ocurre a su
alrededor porque si pierden su puesto en el grupo, puede ser peor aún que sacar
malas calificaciones.
Lo
que realmente me preocupa es saber lo que hacemos los docentes, o mejor lo que
no hacemos, para que todos nuestros alumnos estén bien en clase, en silencio,
respetando al resto y ya, para nota, que se esfuercen por algo porque si algo
da valor a lo que se consigue después es el esfuerzo realizado. Pienso que las
familias tienen también mucho que decir al respecto, pero ahí se lo dejo a
ellas.
De
momento no me meto en profundidades, pero os dejo un titular colgado en Twitter
por un conocido, en el que un periódico, criticando lo que comentaba yo arriba
decía algo preocupante: “Si su hijo manda en clase y no es profesor, es un buen
colegio: La nueva pedagogía que triunfa”. ¡Qué horror! Para echarse a temblar.
Javier
Lozano - 29 - octubre - 2019
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