Hace
ya casi un mes os hablaba de esa mochila que lleva todo el alumnado cuando va a
la escuela, independientemente del nivel educativo, aunque es evidente que la
mayoría de las veces a mayor edad mayor peso emocional, salvo excepciones en
que ya a corta edad la traen repleta.
El
tiempo vuela y el día a día me impide muchas veces acercarme por aquí como me
gustaría, pero prometí contaros cómo habían llegado mis chicos, este año todos
nuevos para mí por primera vez en muchos años, si no es el primero, como el que
empecé, hace treinta y muchos años mi carrera docente.
La
verdad es que una vez más desterraría el maldito mito de que cada día los
chicos vienen peor, de que hoy en día no tienen educación o mil lindezas dichas
por decir y sin que muchas veces las palabras sean pensadas y procesadas, antes
de salir por la boca, por un cerebro con una cierta cordura. Es cierto que hay
chicos de esos, que los hay mal educados o con unos valores algo deteriorados o
inexistentes, pero en ningún caso son todos y ni siquiera la mayoría. La
sociedad ha cambiado y con ella las personas y todo lo que les rodea, pero los
valores principales, con ligeros retoques, siguen existiendo en la mayoría de
las familias y por lo tanto en los jóvenes que de ellas salen.
Este
curso tengo chavales de todo tipo, como es lógico. En secundaria excelentes en
sus formas y sobre todo, independientemente de las ganas de trabajar, cariñosos
y con una afectividad algo increíble. En el otro nivel en que en los últimos
tres años me toca luchar muy duramente por sacarlos adelantes, los de la
Formación Profesional Básica, es otro cantar, un mundo diametralmente opuesto.
Jóvenes que están ahí para que tratemos de recuperarlos de un sistema educativo
que los ha ido arrinconando por múltiples motivos. Aparentemente son vagos,
gamberros que vienen a pasar el rato, pero si nos detenemos a analizar su vida
académica, si es posible hablando en grupo y cara a cara con cada uno de ellos
veremos que la cosa no es así, al menos en su inmensa mayoría.
Un
alumno, desde que llega a un centro educativo en sus primeros años tienen que
ir encontrando hasta esta edad, multitud de factores que estos chicos, con los
que yo convivo a diario varias horas, no han conocido. El abanico es amplio,
pero tratando de resumir, desde unos padres que crean en ellos, generando en
cada uno una motivación interna que les empuje a aprender y a ver la vida con
ilusión, hasta un profesorado que valore sus potencialidades desde su propia individualidad,
esa que les va a ayudar a ser personas únicas e irrepetibles. Entre unos y
otros podemos conseguir desde una maravillosa persona con ganas de luchar por
todo hasta lo que hoy tenemos, chicos hundidos académicamente con un
comportamiento demasiadas veces desquiciante en las aulas porque buscan lo que
no han tenido, esa palabra que les haga creer en ellos como personas
potenciando una autoestima que ahora tratan de encontrar equivocadamente haciéndose
notar de una manera inadecuada ante los compañeros y fuera con los “amigos”.
Desde
que comenzó este curso así son mis chico a diario, los de secundaria, todavía
dentro de los parámetros que podríamos llamar convencionales, y estos últimos, mis
queridos “básicos”, unos chicos que comenzaron expectantes en plan rompedor a
ver cómo les trataba y que a día de hoy van aprendiendo que un saber estar
cuando convivimos todo en el aula es mejor para todos y nos ayuda a encontrarnos
más a gusto. Ya en un grupo está casi conseguido tan pronto y en otro costará
pero se nota una mejoría que se constata día a día aunque a paso de hormiga.
Falta
mucho para terminar el curso, pero estoy convencido de que el abrazo que
algunos te dan al irse de fin de semana o al volver el lunes contándote sus
historias, a veces duras, de sus correrías por ahí afuera, llegará lleno de
sinceridad y cariño el último día de curso con una amplia sonrisa y esa
despedida de los viernes de “Un abrazo profe”.
Fco.
Javier Lozano 28 - octubre - 2018
Has acertado de pleno, Javier. El primer paso para que alguien recupere la ilusión y las ganas de aprender, es conseguir que crea en sí mismo...algo me dice que tú sabes como hacerlo. Enhorabuena!!!
ResponderEliminarEn ello estoy. La verdad que el trabajo con este tipo de alumnado es muy duro y bastante estresante, pero te aseguro que poco a poco voy consiguiendo cosas. No tengo la más mínima duda que lograré muchas más, pero en cualquier caso, hasta el último día de curso, lucharé por salvar todo lo salvable y algo más. Gracias Arancha.
ResponderEliminarPienso igual que tu.Yo lucho sola.No soporto la injusticia y menos en los niños.Desde ki pequeño rincon trato de salvar hasta lo insalvable.Y por poco que se consiga, es mucho para ellos.Admiro tu trabajo
EliminarYo vengo de un coleguo relugioso, gran colegio.Cargado de valires , que me inculcaron en casa y en el colegio.
ResponderEliminarYo pase muy desapwrcibids en Bup y Cou porque mi tiempo lo ocupaba mi entrenamiento.Si debo decirte que pase por cuatro colegios, y al unico que considero mio fue el ultimo:Marianistas.Solo pude ir a una convivencia, cargada de valores humanos, poca religion.Solo se que tengo un recuerdo maravilloso de ese colegio y de algun profesor especial, que aparte de que me enseño matematicas, fisica y quimica, se preocupaba de sus alumnos como personas que eramos.Le contabamos nuestros problemas de adolescentes y el nos aconsejaba.Conozco poca gente, que no sienta ese cariño tan especisl pir ese colegio, y los que no lo sienten, les hablas de "Jesus Angel"y les cambia la cara.Ojala seas ese profesor cercano del que todo el mundo hable cuando deje el centro, ojsla mi hijo pueda sentir en ti lo que yo siento por mi profesor y ojala, pese a toda adversidad pese mas tu recuerdo asiciado al centro y mi hijo pueda decir con lagrimas entre los hojo"ese fue mi instituto, el mejor de Zaragoza"