Hace poco menos de un mes, agobiado por los coletazos
finales de un curso para olvidar, deseaba ya el descanso, pero también algo de
silencio y soledad que me permitiera una recuperación mental y emocional total
para estar en las mejores condiciones para el comienzo del próximo curso.
Imaginaba algo de playa, pero sobre todo el pueblo donde la vida se ralentiza,
se frena y cobra verdadero sentido.
Unas semanas después, me doy cuenta una vez más, que
lo que crea esa ansiedad, ese estado de desanimo y hartazgo, no suelen ser los
alumnos, ni tampoco sus familias, salvo excepciones, sino ese mundo que desde
que lo conocí hace ya muchos años, demasiados, te inunda de papeles y de otros
factores empeñados cada día más en convertir en rutinario un proceso lleno de
vida, en instrumentalizar en exceso un mundo de por sí pleno de actividad por la
propia idiosincrasia de cada alumno como persona individual e irrepetible. Todo
eso te quita tiempo de estar con tus alumnos, tu familia y tus amigos, porque si
no quieres dejar desatendidos a los primeros de algún lugar debes sacar el
tiempo, de tu tiempo.
Por todo esto te das cuenta de que en el fondo les
echas de menos por sus bromas, sus risas, sus secretos e incluso sus enfados y
malas caras. No quiero decir que quisiera estar ahora en clase, todos
necesitamos ese distanciamiento temporal para esa recuperación a la que antes
aludía, si no que al reflexionar en la quietud de estas fechas tratas de
analizar tus fallos y tus aciertos, los primeros te ayudan a mejorar, sobre
todo por ellos, los segundos para comprobar qué cosas debes mantener de tu
acción personal.
Todo esto surge al acordarme de dos mensajes que me
llegaron días después de irme de vacaciones, de los que todos años llegan unos
cuantos, que te mueven el corazón y te animan a seguir, pues son estas las
voces que debes escuchar de verdad y no otras. Os las copio eliminando nombres
y demás datos personales.
Buenas
Javier, soy... Espero que estés pasando un buen verano y que disfrutes el que
queda. Con este mensaje, ya más personal, quería darte las gracias por todo lo
que me has ayudado este año, ya que para mí ha sido un año pésimo por una
serie de problemas tanto conmigo misma como con el resto de personas, y que
sepas que tú me has ayudado a superarme en tu asignatura animándome cada día,
preocupándote como el que más por mí. Muchas gracias desde lo más profundo de
mi corazón.
Gracias
a ti por todo, espero que el año que viene, aunque no me des clase, podamos
seguir hablando. Gracias
Estimado
Javier, en nombre de toda la familia queremos desearte que paséis un feliz
verano y darte las gracias por todo lo que has hecho por nuestro hijo.
Recibe un afectuoso abrazo
Recibe un afectuoso abrazo
En una semana salgo para San Cristóbal de las Casas, Chiapas
(México) para participar en el “I Foro Nacional de TDAH y otros trastornos del
Neurodesarrollo”. Gracias a todo esto que os he contado, parto con las pilas a
tope, ya que debo dejar aquí lo que más quiero por unos días, hacer un largo
viaje, seguro de encontrar allí buena gente con quien compartir mis
experiencias y aprender de todos ellos. Después de esto uno no puede mostrarse
indiferente. Nuestro trabajo es clave para la felicidad de muchas personas y
algo debemos estar haciendo bien cuando nos dan las gracias por algo que
debería ser lo normal, ese trato cercano preocupándonos por ellos. Yo les doy
aquí las gracias a ellos por ayudarme a seguir en este camino que a veces no es
tan fácil como mucha gente cree.
Javier
Lozano 15 – Julio - 2017
Que bonito, quisiera que tuviesemos suerte el curso que viene de encontrar algun profesor/a la mitad de implicado que tu y creo que no pido mucho....ojala en este mundo huvieran más personas con tu paciencia y amor por su trabajo...
ResponderEliminarSientete muy orgulloso de como eres Javier Lozano...����������esperamos seguir aprendiendo de ti...