En
mayo se cumplirán dos años, dos cursos en la media de tiempo más habitual entre
alumnado y docentes. Recuerdo que os dejaba en un artículo titulado
“Satisfacción en el aula” cuando me marchaba a comer tras quedarme en clase algo
más de media hora, después de salir todo el mundo, para que un alumno
finalizara un examen que no había podido terminar en el tiempo de clase.
Os
hablaba en aquel momento de un chico que iba a finalizar segundo. Había
empezado fatal el curso y meses después, tras hablar con él y con su madre y
activar con su tutor de algún modo su situación tras aquella reunión, la cosa
había empezado a funcionar. Hace un par de días lo paré por el pasillo y
estuvimos hablando.
Desde
aquella entrevista las cosas empezaron a cambiar. Su visión del mundo que le
rodeaba también. Las calificaciones comenzaban a subir porque su actitud había
mejorado en la mayoría de sus momentos. Únicamente quedaba el poso generado en
su vida diaria por las inevitables lagunas de su trastorno y tantos años de
malas rutinas. Aun así siempre quedaban
malos momentos imposibles de eliminar, pero el cambio había sido
abismal. Como suele ocurrir siempre, no todo el mundo supo apreciar y valorar
en su justa medida todo lo sucedido, su esfuerzo. Si progresar es avanzar desde
el momento inicial al final, se estaba consiguiendo el objetivo.
Como
os decía ya han pasado casi dos cursos enteros, un par de años en los que las
cosas han cambiado, él ha ido creciendo y yo simplemente me lo he encontrado
por los pasillos de vez en cuando. Al preguntarle, la respuesta siempre ha sido
la misma, esa cara de circunstancias después de contestar bien o simplemente un
bueno. Alguna vez he tratado de profundizar en sus respuestas y he visto que
seguía el avance, unas veces mejor que otras. En esta ocasión, al encontrarme
con él más cara a cara me ha confirmado que sigue progresando. Hemos hablado de
todo lo ocurrido desde que nos conocimos y equivocadamente me echa a mí la
culpa de su éxito, algo que me enorgullece, pero le he hecho ver que solo fui
una parte del proceso, como lo fue su madre. La pieza clave, la que realmente
hizo el esfuerzo para salir de aquel agujero fue él y únicamente él porque
creyó en sí mismo y en que era posible. Ya está en cuarto y con todo lo
anterior aprobado, unas a la primera, otras no, pero en cuarto. Creo que
aquella entrevista y las pautas generadas a través del compromiso merecieron la
pena. Esta vez el tiempo nos ha ayudado a ver los resultados, en esta ocasión
el paso del tiempo nos ha dado la razón.
Javier
Lozano 2 - marzo - 2017
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