Pendientes
de un móvil van entrando al aula tras deambular por los pasillos. Tras ellos
una mochila llena de vete tú a saber qué, tal vez libros sin abrir y cuadernos
llenos de dibujos hechos en tiempos de aburrimiento que nosotros mismos solemos
crear. Pero lo que pesa realmente no es lo que transportan, su contenido
físico, lo que meten en ella cada mañana, suponiendo que la revisen que muchas
veces ni eso. Lo que les pesa de verdad es su conciencia tratando de salir de
una adolescencia que les acorrala entre estudios que no les atraen y
responsabilidades a las que todavía no están acostumbrados, eso sí, se sienten
adultos incomprendidos muchos de ellos. La presión de unos padres que quieren
lo mejor para ellos, de unos profesores que pretenden ayudarles y de su propia
conciencia no es fácil de llevar. Ellos, parte fundamental del proceso, solo
piensan, en la mayoría de los casos, en divertirse que la vida son dos días y
está empezando, total rondan aún casi los dieciocho años.
Comienza
la clase y la atención se dispersa en el mejor de los casos, otros ni se
molestan en conectar. De ahí que digas una fecha, como ya conté en una ocasión,
o propongas un trabajo y al momento pregunten unos y otros lo que ya se ha
dicho antes en varias ocasiones. Desesperante para uno pero supongo que para
ellos, como suelen decir ahora aburrido no, lo siguiente.
Han
pasado ya muchos días de curso, pocos aún para lo que queda hasta que llegue la
presión de fin de curso. Queda tan lejos, hay tanto tiempo para reaccionar que
van pasando un día tras otro y así muchos sin asumir unas responsabilidades que
en muchos casos nadie les exige de verdad. La sociedad, ese ente sin nombres y
apellidos espera, la empresa, lugar en el que esperan aterrizar para sacar ese
añorado dinero con el que tener todo con lo que ahora sueñan, esa vida idílica
donde la felicidad se consigue con dinero, eso dice la tele. Todo son lugares a
los que llegar, a los que aferrase hoy para mañana poder vivir mejor. ¿Mejor
que hoy? ¡Imposible!
Falta
conciencia de la realidad, responsabilidad al nivel que se les debe exigir,
ganas de trabajar en su día a día que no conocen muchos de ellos porque nadie
les ha pedido que lo hagan de verdad desde sus primeros años. No se trata de
culpar a nadie porque nadie tiene la culpa y todos les hemos acompañado hasta
este fracaso. Son chicos al límite del horrible sistema educativo que sufrimos,
al margen casi del mismo y cerca del abismo que supone ese resquicio que el
propio organigrama ha creado para ellos.
Yo
me pongo ante ellos cada mañana, trato de escucharles y de hacerles ver esa
realidad que todavía no ven a pesar de su adultez simulada inconscientemente, a
pesar de su cabeza puesta en el fin de semana que viene, en las próximas
fiestas locales, en todo aquello que no obligue a sumir más responsabilidad que
disfrutar de la inmediatez de la vida.
Hoy
tienen un examen y me han pedido que les deje estudiar un rato en mi clase. Les
he dejado pero, a pesar de ser conscientes por un momento de la suerte que
corren, han aprovechado la mitad de la mitad de la mitad. Espero que haya
servido mi apoyo y pongan en sus respuestas algo más que aquella chica de
segundo del año pasado en un control de ciencias de la naturaleza al contestar
a cómo actúa la atmósfera frente a la radiación solar poniendo … “Lo que pone
en el libro y los rayos gamba”
Javier
Lozano 5 – Octubre - 2016
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