Ya
se vuelve a escuchar el bullicio en las aulas. Estos días han empezado ya los
más pequeños, a mí me toca esta próxima semana con los de secundaria. Comienza
para unos una nueva aventura, para otros un largo y tortuoso camino. Aunque es
muy importante cómo lleguen a nuestras manos, no lo es menos cómo sea nuestro trato
hacia ellos. Seguramente los que llegaron animados, aunque habrá que seguir
alimentando la ilusión que les trajo de la mano, seguirán fácilmente el camino
que les lleve a superar cuantas dificultades se les pongan por delante. Ahora
bien, los que lleguen ya desanimados y cabizbajos, sin motivación, no tienen
porque seguir la inercia que les marca un aparente fracaso seguro. Ahí debemos aparecer nosotros.
Cada
uno es como es y, por lo tanto, cada alumno trae bajo el brazo, o en su mochila
sentimental, un montón enorme de cuestiones que son claves para entender su
vida hasta el momento, pero también para que nosotros desde que lo conocemos
podamos actuar para cambiar la deriva de esa vida y hacerle volver a cambiar el
ánimo y todo aquello que le vuelva a encaminar al sendero del éxito, si no
académico, a todos no nos tiene por qué gustar lo mismo, sí al social, porque
ahí sí que todos tenemos derecho a ser felices y a disfrutar de las mismas
posibilidades. La vida debería ser para todos y no sólo para unos pocos.
Por
todo esto cuando veamos a nuestro alumnado, debemos pensar en las muchas
variables que se van a dar en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero no hay
que asustarse, solo hay que estar atentos a lo que bulle a nuestro alrededor. Seguramente
tendremos nuestra forma de enseñar, nuestro propio estilo educativo, pero eso
no debe ser un problema, ya que el secreto está en adaptarlo lo mejor posible a
la personilla que tenemos delante y que está pendiente de nosotros, no al revés.
Cada alumno o alumna tiene un estilo de aprendizaje distinto y por lo tanto
cada uno aprende cuando aprende, por ese motivo, no cuando nosotros queremos o
el centro o quien sea lo programa. Paciencia se llama la herramienta clave, no
os preocupéis, existe.
Así
pues, teniendo estas cuatro premisas claras, si de verdad nos gusta nuestra
profesión ¡poco miedo y muchas ganas e ilusión! Con cercanía a esos que esperan
nuestro ejemplo y nuestra mano para avanzar y buenas dosis de cariño y
paciencia casi todo será posible. Esperemos que la familia ayude, que no
siempre lo hace, también hay algún que otro aparcaniños
por ahí, pero hasta a esos podemos comprometerlos en la labor con cierta
sutilidad (a veces sin ella si la situación lo requiere)
Yo
creo que, por último, para que todo encaje mejor y este curso sea distinto, si
no lo has hecho aún, prueba una receta casi mágica. Trata a cada uno de tus
alumnos como si fuera tu hijo. ¿Has probado a tratarlos como te gustaría que lo
trataran si realmente lo fuera? Ya me contarás. A ver si terminamos de una vez con
la lotería de siempre, la que todas las familias, y especialmente las madres,
esperan a principios de septiembre cuando no saben aún qué profesor o profesora
tocará a su hijo en el nuevo curso que comienza. La lotería y el azar para
otras cosas, en la educación, al menos aquí no deben tener cabida.
Que
sea un buen curso para todo el mundo. ¡Trabajemos juntos! Será mejor para
todos, pero especialmente para ellos.
Fco.
Javier Lozano 11 - Septiembre - 2016
Me encanta como siempre, sabes plasmar lo q pensamos las madres ,los miedos de los chicos y lo q nos encantaría q fuera el profesorado.Mucho ánimo y gracias por existir!!
ResponderEliminarGracias a ti. El duro día a día de trabajo, no siempre bien valorado ni comprendido, con palabras como las tuyas vuelve a parecerme excelente. Besos
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