Llega una vez más el día. El
primero de septiembre está ahí y hay que volver al cole, pero no tan
alegremente como nos recuerda la tele de la mano de los grandes almacenes y
superficies comerciales. Parece una gran fiesta y, tal vez para los chicos y
chicas, si supiéramos hacerlo como todos soñamos, debería serlo, pero dista
mucho de ello a pesar de tanta corriente que aparece cada año de todo tipo y
que los que llevamos ya mucho tiempo en esto vemos que van pasando sin ni
siquiera dejar un leve poso muchas de ellas.
Ahora
nos toca a las personas que debemos estar al frente de ese barco llamado clase,
repleto de chicos y chicas que esperan no naufragar en el intento de cruzar el
océano de su escolaridad, aunque al final muchos se ahogan por el camino y no
pocos consiguen a duras penas pasarlo al final a nado. Antes de salir para
nuestro centro debemos ver si nuestra cartera tiene los materiales necesarios.
No, no me refiero a esos exámenes de septiembre que mañana empezaremos a poner
como armas de destrucción masiva, disfrazándolos como una mano tendida a la
esperanza de cada alumno. La verdad es que en ellos veremos, como mucho, el
sacrificio por memorizar y entender alguna que otra cosilla de algunos, pero
nunca si este tiempo les ha servido para poder darse cuenta de que gestionar el
conocimiento es algo más que engullir nombres, fechas, fórmulas o definiciones.
Claro que si antes no les enseñamos esta nueva forma de aprender, difícilmente
los descubrirán ellos solos, y menos en esos esporádicos momentos al lado de la
playa o por el pueblo mientras sus amigos corretean por ahí.
Es
importante que nos planteemos ahora, ante la llegada del nuevo curso, una nueva
forma de trabajar, de estar junto a nuestros alumnos y sus familias en todo
momento. La innovación, muy en boca de todos hoy en día, no consiste sólo en
retomar antiguas teorías de la educación que mostraron su efectividad hace
tiempo y a las que en muchos centros no se les hizo ni caso porque era más
cómodo lo que siempre se había hecho o simplemente por desconocerlas. Tampoco
en inventar por inventar y mucho menos en tratar de montarse en el carro de
vendedores de humo que el viento de la cordura esfumará en poco tiempo como
siempre ha ocurrido. La realidad debe llevarnos a plantearnos qué queremos para
nuestros alumnos, para nuestros centros y una vez conseguido definir el
objetivo a unos pocos años vista, implicar a toda la comunidad educativa
empezando por la totalidad del profesorado, formación incluida, y a partir de
ahí y tomando decisiones poco a poco, consensuadas por todos, avanzar hacia ese
objetivo prefijado.
Por
todo ello, creo que estos días debemos tener bien despiertos los sentidos y
nuestra mentalidad de educadores nos tiene que ayudar a dar un toque distinto a
nuestro trabajo, para que en unos pocos días más, cuando nuestros alumnos
comiencen a entrar por la puerta no vean los mismos gestos de siempre y las
mismas rutinas absurdas que les aburran un año más. Seamos capaces cada uno de
nosotros de hacer algo distinto que les ayude a refrescar y renovar la idea que
tienen de lo que es la escuela. Hagamos un esfuerzo, no cuesta tanto y está en
nuestras manos. De nosotros depende dar el primer paso de una verdadera
innovación, la que parte de nuestra labor diaria.
Javier
Lozano, 31 - Agosto - 2016
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