Hoy por la mañana un
grupo de segundo de secundaria ha tenido una salida del centro y me he quedado
libre un cuarto de hora antes de lo habitual. He terminado un par de cosas y he
salido tranquilamente al pasillo para dirigirme a la sala de profesores de mi
departamento, unos metros más allá. A lo lejos una estampa no ha dejado de
sorprenderme a pesar de tenerla ya muy vista, revolviendo mis entrañas
pedagógicas -si es que tenemos de eso-.
Al fondo del pasillo, en la puerta de un aula,
permanecían como de guardia dos críos que yo suponía expulsados. Luego, al
hablar con ellos unas horas más tarde, me han sacado de mi error pues, a pesar
de ser de los que en su grupo están constantemente alterando la clase, esta vez
yo estaba equivocado, pues habían tenido que salir por otro motivo. Una vez más,
situaciones vividas anteriormente con otros alumnos, debido a determinadas
actitudes nos hace impregnar del mismo sentido todas sus acciones, intoxicando
nuestra forma mirarles y negativizando de antemano todo lo que hacen. Menos mal
que en mi caso sólo se ha tratado de un pensamiento y que en el aula suelo
pensar mucho antes de actuar para evitar estos errores y que no se conviertan en
acciones.
A pesar de no ser la imagen que yo había imaginado,
me ha dado por pensar en esa escena que jamás debería producirse y que sigue
habitando nuestros pasillos escolares. Cuando un alumno crea algún tipo de
problema debemos intentar solucionarlo dentro del aula -recodemos que nos pagan
por tenerlos dentro y no fuera-. ¿Te imaginas que un médico echa de la consulta
a un paciente que no se encuentra bien porque no puede evitar vomitar en un
momento dado? Pues a nuestros alumnos les ocurre algo similar, les expulsan por
vomitar comportamientos que se producen por ese malestar en el aula que entre
todos no podemos o sabemos corregir.
Preocupado por esta idea me ha venido al
pensamiento otra que me ha permitido al menos esbozar una leve sonrisa, un
ligero toque de humor a un problema tan serio, una comparación que a veces he
hecho con los dos alumnos que suelen custodiar las puertas de algunas aulas en
muchos colegios, fruto de muchos factores de los que todos tenemos alguna
responsabilidad en mayor o menor grado. ¿Alguien sabe por qué en Madrid, en el
Congreso de los Diputados siempre hay dos leones en la puerta? Además, son
siempre los mismos.
Javier Lozano 30 - mayo . 2013
Quizas si tendriamos que preguntar antes de prejuzgar, pero aun así a veces no lo hacemos y luego muchas veces nos sentimos fatal, por no haberlo hecho...es por eso que aprendemos mucho de los errores tambien...
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