(Este artículo fue escrito hace ya muchos años como
podéis ver, pero lo he vuelto a leer y quería compartirlo ya que entonces no lo
llegué a hacer por miedo a que alguien conociera al personaje del que trata en
el colegio donde trabajaba, que por suerte no era el mío)
Es curioso comprobar en
estos días como la preocupación social, a nivel mundial, se centra en asuntos
tan decisivos para la supervivencia del género humano como saber si el próximo
siglo comienza en el 2.000 o en el 2.001. Los hombres tan preocupados como
siempre por cuestiones numéricas.
Yo, hace ya varios años, comprobé que hay fenómenos que ocurren diariamente
ante nosotros y que, con toda seguridad, tienen una importancia más acentuada
en el desarrollo de la persona. Te cuento. Hace ya algún tiempo encontré en
nuestro mundo, el de la educación, pero muy lejos de nuestra Escuela (gracias a
Dios), un personaje lamentablemente especial. Es un hallazgo similar al de
encontrarse por los Pinares de Venecia un dinosaurio paseando entre cardos y
tomillos en una mañana soleada de primavera pisando a las procesionarias que
pasean sin molestarle.
Mientras Platón, nacido el año 429 a.C., apostaba por auténticas
innovaciones educativas, dando gran importancia a la familia incluso para la
formación de los filósofos griegos, mi personaje amenaza a los niños de su
curso de primaria para que no digan a los padres lo que él comenta en clase,
porque luego van a quejarse.
A finales del siglo pasado corrían vientos de renovación en la educación en
toda Europa y mientras desatacados personajes como Claparede, Decroly, Dewey,
Montessory, Makarenko, Pestalozzi y muchísimos más consideran como primordial y
más importante en clase al niño, este fenómeno considera que en la suya es el
“Heraldo de Aragón”.
Tal vez crea que trabajar la psicomotricidad en los niños de primaria para
que no tengan problemas motóricos es hacerles subir y bajar escaleras durante
más de un cuarto de hora cuando uno de ellos habla en el aula. Tendré que
comprobar sus efectos.
El reto educativo de sacar adelante a un alumno pasa por la personalización
del proceso educativo. Este señor lo lleva a la perfección, puesto que tiene
capacidad para llevar a cabo una importante característica de dicho proceso, la
individualización. ¡Eso sí! a su modo, ese alumno está mejor en el pasillo, ese
también, ese...
Otro dato fundamental para nosotros los docentes es la higiene personal. Él
nunca olvida la corbata y así su imagen, cuando saca su cortaúñas en clase y se
las corta mientras los chiquillos trabajan, debe ser de lo más pulcra.
Dada la importancia del alumno ante nosotros debemos hacer que se sienta
importante, fortalecer su autoestima y ayudarle a formar su autoconcepto. Mi “amigo”
también lo hace y los llama por su nombre. ¡Ah!, que ¿cómo se llaman los niños
de ese curso? pues imbécil, “atontao”, idiota,... Sólo los mismos chiquillos
utilizan otros nombres como Alberto, Oscar, Nerea,... cuando él se va al
pasillo a charlar con el compañero del aula contigua a mitad de clase y ordena
a uno que apunten en la pizarra a los que hablen.
La Institución Libre de Enseñanza, nacida hacia 1876, tuvo a grandes
hombres de educación luchando por un mejor desarrollo de los niveles educativos
de nuestro país. Giner de los Ríos, Salmerón, Azcárate y muchos más, partiendo
de las ideas del filósofo alemán Krause. Nuestro esperpento educacional, tal
vez por la universalidad de la educación para todos y en todo lo perteneciente
al desarrollo del hombre que defendía la ILE, emplea el ancestral método de hacer
copiar “veces” a sus pacientes alumnos, tal vez por aquello de que contribuirá
con toda seguridad a su desarrollo integral como personas.
Por supuesto que una de las virtudes del personaje estudiado es la
puntualidad. Como justo es que pida a sus alumnos que no lleguen ni un minuto
tarde a clase (es preferible hacerlo antes), él, tomando al pie de la letra
esta norma y, para dar ejemplo a su impenitente alumnado, cinco minutos antes
de que sea la hora de irse a casa, antes de que salga nadie, ya está en la
calle con sus pupilos. Debe ser para dar ejemplo.
Tal vez Rousseau conoció a personajes como éste y por eso defendía el
naturalismo y apostaba por una educación natural del niño, puesto que, según
él, era bueno por naturaleza y la sociedad lo estropeaba.
Después de todo lo dicho anteriormente quiero que sepas, querido compañero
de tareas educativas, que estoy a favor de la unión de todos los que trabajamos
con los jóvenes en su educación pretendiendo como fin su formación integral
como personas. Creo que debemos respetarnos, ayudarnos y defendernos unos a
otros. Me gusta pensar en los que nos dedicamos a estos menesteres como grupo,
pero también creo con honestidad que todos los que en educación tienen este
talante deben estar lo más lejos posible de nuestros alumnos, aunque se vayan
de vacaciones con Curro al Caribe.
Por último, expresar mi gratitud a todos los que compartís mis días en la
Escuela, a los que trabajáis hombro con hombro por nuestros jóvenes, por ser
así y no como el antiejemplo que os he descrito. Animo a todos los profesores y
tutores de la Escuela a seguir por el camino emprendido por los que nos
precedieron hace años en el mundo de la enseñanza y que, aunque cometemos
errores en más de una ocasión, que éstos no sean por dejadez, negligencia o
pura dejación de nuestras obligaciones.
Me resta simplemente tranquilizar a todos los lectores de este artículo
puesto que el personaje referido anteriormente, real a todas luces, pronto
dejará de hacer más daño en las mentes de nuestros alumnos, como deberían de
hacer los que, como él pueblen nuestras aulas, puesto que en pocos meses ya se
jubila. Esperemos que esto y el famoso efecto 2000 que está a punto de llegar
lo hagan desaparecer del planeta educativo para siempre.
Javier Lozano, 27
- Noviembre - 1999
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