domingo, 22 de noviembre de 2015

La neblina emocional


 Ya empieza la niebla a poblar nuestras mañanas un año más. Parecía que este año se había olvidado de venir pero no, ahí está dando ese toque al inicio del día entre misterioso y triste, una suerte de melancolía que no permite comenzar la jornada con el ímpetu que sería deseable para comerse el mundo.

Siempre he pensado que el que un día sea bueno o malo no depende de lo que ven nuestros ojos a través del cristal de una ventana, sino más bien a través de nuestros sentimientos, por lo que muchas mañanas la niebla, que lo abarca todo, debe estar también agarrada a nuestros frágiles corazones.

¿Cómo disipas tú la niebla que se mete en tu corazón y que empapa hasta tu último pensamiento, hasta ese sentimiento que creías protegido en lo más profundo de tu alma? Complicado en un mundo lleno de sinrazón y ataduras, en el que prima la cordura legal, donde esa pizca de locura necesaria para caminar hacia la felicidad está prohibida por conveniencia.

¿Has salido con amigos de cena o de marcha en una noche fría en la que la niebla no te dejaba ver a un palmo de distancia? Seguro que ese día el exterior no ha influido lo más mínimo para dar rienda suelta a risas, bromas y demás situaciones que te han hecho tocar con las manos el cielo de la felicidad momentánea, abandonando por un momento el terrenal sufrimiento diario. Así pues el exterior no lo es todo y sin embargo parece influir sin nosotros darnos cuenta porque somos incapaces de hacer desaparecer nuestra neblina emocional.

Comprobar el sigiloso movimiento de seres en la niebla, su despreocupación por el frío en el corazón ajeno o simplemente mirar a otro lado desandando los pasos dados con anterioridad hace que la temperatura emocional descienda, que los latidos vitales se ralenticen hasta dejarnos la duda de si pueden pararse en cualquier momento.

De acuerdo que debemos arroparnos en nuestro interior, buscar en él la manera de sentirnos más felices, de manejar todo aquello que nos rodea aquí o allá, pero resulta tan triste caminar por la vida y comprobar que cuando nuestras emociones están semiocultas por la niebla, alrededor siguen moviéndose impertérritas siluetas que simplemente vagan en la inconsciencia atemporal de un etéreo futuro incierto y  descascarillado. En cualquier caso sigo teniendo la esperanza de que por la tarde, como predice el refrán, salga el sol y podamos volver a salir a pasear.

Javier Lozano 18 – Noviembre - 2015

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