
Ya
empieza la niebla a poblar nuestras mañanas un año más. Parecía que este año se
había olvidado de venir pero no, ahí está dando ese toque al inicio del día
entre misterioso y triste, una suerte de melancolía que no permite comenzar la
jornada con el ímpetu que sería deseable para comerse el mundo.
Siempre he pensado que el que un día sea bueno o malo no depende de lo que ven nuestros ojos a través del cristal de una ventana, sino más bien a través de nuestros sentimientos, por lo que muchas mañanas la niebla, que lo abarca todo, debe estar también agarrada a nuestros frágiles corazones.
¿Cómo
disipas tú la niebla que se mete en tu corazón y que empapa hasta tu último
pensamiento, hasta ese sentimiento que creías protegido en lo más profundo de
tu alma? Complicado en un mundo lleno de sinrazón y ataduras, en el que prima la
cordura legal, donde esa pizca de locura necesaria para caminar hacia la
felicidad está prohibida por conveniencia.
¿Has
salido con amigos de cena o de marcha en una noche fría en la que la niebla no
te dejaba ver a un palmo de distancia? Seguro que ese día el exterior no ha
influido lo más mínimo para dar rienda suelta a risas, bromas y demás
situaciones que te han hecho tocar con las manos el cielo de la felicidad
momentánea, abandonando por un momento el terrenal sufrimiento diario. Así pues
el exterior no lo es todo y sin embargo parece influir sin nosotros darnos
cuenta porque somos incapaces de hacer desaparecer nuestra neblina emocional.
Comprobar
el sigiloso movimiento de seres en la niebla, su despreocupación por el frío en
el corazón ajeno o simplemente mirar a otro lado desandando los pasos dados con
anterioridad hace que la temperatura emocional descienda, que los latidos
vitales se ralenticen hasta dejarnos la duda de si pueden pararse en cualquier
momento.
De
acuerdo que debemos arroparnos en nuestro interior, buscar en él la manera de
sentirnos más felices, de manejar todo aquello que nos rodea aquí o allá, pero
resulta tan triste caminar por la vida y comprobar que cuando
nuestras emociones están semiocultas por la niebla, alrededor siguen moviéndose
impertérritas siluetas que simplemente vagan en la inconsciencia atemporal de
un etéreo futuro incierto y
descascarillado. En cualquier caso sigo teniendo la esperanza de que por
la tarde, como predice el refrán, salga el sol y podamos volver a salir a
pasear.
Javier
Lozano 18 – Noviembre - 2015
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