martes, 14 de julio de 2015

El vals de las vacaciones

Ya hace un tiempo que llegaron las vacaciones, ese en el que todo el mundo parece sonreír de forma especial, como si la vida de verdad, la que debe vivirse a conciencia tuviera que concentrarse en ese puñado de días. Yo, que durante el curso trato desde hace años convertir en vacaciones desde un fin de semana al menor respiro que me queda entre dos momentos de trabajo, cuando empieza esta vorágine de prisas, compras, viajes, etc. adornada por si fuera poco por estas olas de calor que nos acercan a nuestro propio punto de ignición, me siento abrumado y tengo la sensación de no estar descansando y desconectando como debiera.

Cierto es que en este momento preparo cosas, leo y paseo un ratito casi todos los días, pero siento que me falta algo, ese algo que la mayoría de la gente busca y parece encontrar en el pueblo o la playa. Probablemente iré a ambos lugares aunque sean unos pocos días buscando ese otro calor, el de los amigos y esos paseos que no se pueden dar aquí durante el curso. Tal vez visite Madrid, Valencia o Barcelona, pero sigo sintiendo que algo falla porque no siento ese recargar baterías que tanto ansiamos en el estío.

Jugando con los recuerdos, pienso en aquellos largos veranos de piscina y bocata de jamón con tomate en el Stadium Venecia de Zaragoza, los baños en los pozos del río Manubles en Moros, ese pueblo que guarda en sus cuestas y caminos tantos momentos de correrías y alegrías con los amigos de la niñez o los baños familiares en la playa de Peñíscola cuando éramos críos y la felicidad era poco más que un helado al atardecer o jugar a las cuatro esquinas a la luz de las farolas mientras los barcos iban y venían en sus faenas pesqueras. En aquellos veranos nos acompañaban la risa, merodeaba a nuestro lado la alegría y hasta acechaba en ocasiones el amor, a veces imposible, otras imaginario, casi siempre esfumándose al final de las vacaciones que era cada curso como una vida distinta.

Hoy, cuando los años no nos permiten las mismas alegrías en muchos aspectos, he cambiado el teclado y los libros por aquellas sensaciones placenteras que sentíamos al correr por el campo, al comer aquella manzana recién robada del árbol o al chapotear por el río para pescar cabezudos, ranas o pequeños pececitos con las dos manos. Pero aún así sigo con esa sensación de vacío que produce este parón vital que son las vacaciones donde ya no existen todas aquellas sensaciones, donde el amor tiene otro color y seguramente otro sabor del que conocimos y vivimos en nuestros años juveniles.

Después de darle muchas vueltas, de esperar tanto estos días, cuando llegan es como si de repente parara la música en seco y el silencio lo llenara todo. Necesito que vuelva a sonar y que tú me acompañes. Aunque no lleves el vals con el mismo compás ¿Bailas conmigo?


                                                           Javier Lozano 14 – Julio - 2015

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