jueves, 21 de mayo de 2015

Satisfacción en el aula

Va a terminar ya segundo. Hace ya dos años de aquel septiembre que apareció ante mí. Era un trasto, no paraba, algo no funcionaba como era de esperar y se juntaba con lo mejor de cada casa, tanto en el aula como por los pasillos y el recreo. Las cosas no iban bien, casi podríamos decir que no iban, con lo que el fracaso estaba asegurado. En poco tiempo los suspensos iban aumentando en número y gravedad. Yo notaba, en su forma de actuar frente a mí, la señal de alarma que solo lanzan los desesperados, los que ven que se les va la vida sin remedio en cada segundo.

Al salir un día de clase, ese chico que parecía pasar de todo se acercó a mí y me dijo que su madre quería hablar conmigo. Yo no era su tutor, que es quien suele dialogar con las madres, pero a pesar de tener treinta alumnos a los que seguir continuamente, accedí como siempre hago porque es mi forma de proceder por humanidad, por vocación y simplemente porque creo que debo hacerlo, porque nunca se debe negar una ayuda a quien la necesita.

Un par de días más tarde me reunía con él y con su madre en un despacho y hablábamos un buen rato del chico. Sus problemas de comportamiento, como yo ya intuía, se debían en gran parte a la impulsividad que subyacía en el TDAH mal tratado y que ya quedaba  enmascarado por un Trastorno Negativista desafiante. Había llegado el momento de actuar, de llegar a compromisos por parte de todos, de dar forma a una nueva mirada sobre el chico que daba su palabra de esforzarse por hacer cuanto en su mano estuviese por mejorar poco a poco, con paciencia y sin milagros, que nadie los esperaba.

Se comunicó a su tutor, al que yo había informado del proceso desde el día en que el chico me pidió ayuda. Se pidió colaboración al equipo educativo. Poco a poco su autoestima fue aumentando, fue consciente de sus desvaríos con cada aviso recibido. No todo ha sido maravilloso, ni han faltado espinas (y alguna que otra zancadilla) en el camino, pero estamos a menos de un mes de que por fin llegue el fin de curso y pueda pasar a tercero de Secundaria tras una lucha costosa pero que al final ha merecido la pena para todos, pero especialmente para él que ha luchado y ha comprendido que ha merecido la pena, aunque no olvida nunca que la lucha continúa. Seguramente acaba de comenzar la más dura.

Mientras en el aula ya solo quedamos otro de mis chicos y yo. No ha tenido suficiente tiempo para terminar el examen que todos ya han entregado antes de irse a casa hace media hora. Son ya son casi las dos y media y me lo va a dar para podernos ir a comer. Tengo hambre a estas horas pero me siento satisfecho del trabajo realizado. Mañana más.

Javier Lozano 21 – Mayo - 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario