Va
a terminar ya segundo. Hace ya dos años de aquel septiembre que apareció ante
mí. Era un trasto, no paraba, algo no funcionaba como era de esperar y se
juntaba con lo mejor de cada casa, tanto en el aula como por los pasillos y el
recreo. Las cosas no iban bien, casi podríamos decir que no iban, con lo que el
fracaso estaba asegurado. En poco tiempo los suspensos iban aumentando en
número y gravedad. Yo notaba, en su forma de actuar frente a mí, la señal de
alarma que solo lanzan los desesperados, los que ven que se les va la vida sin
remedio en cada segundo.
Al
salir un día de clase, ese chico que parecía pasar de todo se acercó a mí y me
dijo que su madre quería hablar conmigo. Yo no era su tutor, que es quien suele
dialogar con las madres, pero a pesar de tener treinta alumnos a los que seguir
continuamente, accedí como siempre hago porque es mi forma de proceder por
humanidad, por vocación y simplemente porque creo que debo hacerlo, porque
nunca se debe negar una ayuda a quien la necesita.
Un
par de días más tarde me reunía con él y con su madre en un despacho y hablábamos
un buen rato del chico. Sus problemas de comportamiento, como yo ya intuía, se
debían en gran parte a la impulsividad que subyacía en el TDAH mal tratado y
que ya quedaba enmascarado por un Trastorno
Negativista desafiante. Había llegado el momento de actuar, de llegar a
compromisos por parte de todos, de dar forma a una nueva mirada sobre el chico
que daba su palabra de esforzarse por hacer cuanto en su mano estuviese por
mejorar poco a poco, con paciencia y sin milagros, que nadie los esperaba.
Se
comunicó a su tutor, al que yo había informado del proceso desde el día en que el
chico me pidió ayuda. Se pidió colaboración al equipo educativo. Poco a poco su
autoestima fue aumentando, fue consciente de sus desvaríos con cada aviso
recibido. No todo ha sido maravilloso, ni han faltado espinas (y alguna que
otra zancadilla) en el camino, pero estamos a menos de un mes de que por fin
llegue el fin de curso y pueda pasar a tercero de Secundaria tras una lucha
costosa pero que al final ha merecido la pena para todos, pero especialmente
para él que ha luchado y ha comprendido que ha merecido la pena, aunque no
olvida nunca que la lucha continúa. Seguramente acaba de comenzar la más dura.
Mientras
en el aula ya solo quedamos otro de mis chicos y yo. No ha tenido suficiente
tiempo para terminar el examen que todos ya han entregado antes de irse a casa
hace media hora. Son ya son casi las dos y media y me lo va a dar para podernos
ir a comer. Tengo hambre a estas horas pero me siento satisfecho del trabajo
realizado. Mañana más.
Javier
Lozano 21 – Mayo - 2015
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