miércoles, 13 de mayo de 2015

Huellas emocionales


Ya han pasado tres días. Hoy me he vuelto a levantar otra vez, como ayer, con esa sensación entre la alegría de haber vivido intensas horas de nuevas emociones, y el vacío que queda tras la pérdida de algo importante.

Esta mañana, al ir al cole, la misma señora que friega la escalera estaba limpiando como siempre y al cruzar la calle pasaba el mismo señor que todos los días se dirige a su trabajo a toda prisa como si de él dependiera que el mundo siguiera rodando.

He salido del portal y me he dirigido a por mi coche. Nadie ha venido a buscarme para llevarme hasta mi escuela y además he tenido que ir solo. Allí no había ni focos, ni cables desperdigados por el suelo y al hablar con el conserje he confirmado en sus palabras mis temores, mis peores presagios se han cumplido. El director no había llegado aún y tampoco era un tal David. Me ha mirado con cara rara al decirle que buscaba a una enfermera de morado con gafitas y que el doctor Martínez, al que yo le aseguraba haber visto en la puerta hablando con una paciente, era una invención mía. ¡Qué sabrá él! Como para preguntarle por el doctor Torres y asegurarle que un joven de León sigue preguntando por él.

Han comenzado a acercarse a la puerta niños con sus familias, pero ni rastro de Adrián y su madre. Supongo que la joven de la muleta harta de la enfermera se habrá marchado mientras el señor mayor y su hija siguen en el interior de la consulta. Perdido y contrariado, constato mi vacío al adentrarme en aquellos pasillos que me recuerdan que el rodaje de "Me gusta la educación" que días atrás me absorbió casi por completo es ya historia, que no va a haber en mi hoy varias chicas pendientes de que esté perfectamente atendido y de que no me falte nada. Ya nadie me seguirá con una cámara de fotos ni de vídeo porque mi historia educativa real, la que dio origen a la ficticia que alegró este último fin de semana en Madrid, no se graba nada más que en el corazón de esos alumnos por los que vivo día a día. Además, miro mis manos y ¡socorro! Los papeles de unos informes que estaba revisando han desparecido. Mi última esperanza sigue viva. ¿Aparecerá tras alguna esquina la pequeña niña rubia, con su carita de ángel y su sonrisa inocente con su "asusta-profes" en la mano? La verdad es que no me importaría.

Las huellas emocionales que ha dejado este fin de semana pasado el rodaje en el que tuve el privilegio de participar, junto con un grupo humano imposible de olvidar, hace que siga viendo el mundo de la enseñanza, que un día elegí como carrera, como algo tan importante que me confirma que la educación para mí no es simplemente una profesión, es mi vida.

Javier Lozano 16 - Mayo - 2015

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