sábado, 25 de abril de 2015

Maestros, brujos y vendedores de humo

En toda la historia de de la humanidad han ido apareciendo cada cierto tiempo personajes que, amparados en el esoterismo y las ciencias ocultas, han intentado emular sin resultados positivos, a hombres de ciencia tan importantes como médicos y otros muchos profesionales aprovechándose de la necesidad y urgencia del prójimo, de su ignorancia y sus miedos. Hoy, a pesar del paso de los años, siguen surgiendo como setas, aprendices de brujos y vendedores de humo, sin darse cuenta de que los tiempos han cambiado y las ciencias adelantan que es una barbaridad, como ya rezaba en 1894 el libreto de Ricardo de la Vega, al que puso música Tomás Bretón, en "La verbena de la Paloma".

En el mundo de la Educación (con mayúsculas) ha habido también infinidad de teorías, quedando con el paso del tiempo las realmente válidas, corrientes que han ido dando cuerpo a esta profesión donde también tenemos de todo. En cualquier caso, siempre es bueno que se aporten ideas y se contrasten, eso sí, con un cierto rigor que da no sólo la experiencia, evidentemente casi imprescindible, sino el análisis y el estudio de años en las aulas tras haber recorrido las citadas corrientes a las que más de un docente dedicó su vida.

Tras muchos años como educador, he podido desarrollar mi vocación empujado también por las ideas que un día aprendí en los libros, los de la Universidad y los que yo libremente elegí leer. Después de saborear en ellos a innumerables pedagogos y movimientos como “La Escuela Nueva” o “La Institución Libre de Enseñanza” uno llega a darse cuenta de que la verdadera Ciencia de la Educación es la que emana del aula cada mañana, en cada rostro de los alumnos que tenemos la suerte, el compromiso y la responsabilidad de educar, de preparar para un futuro que nuca creímos entonces ni tan duro, ni tan incierto.

Un día, hace ya un tiempo, una chica pidió permiso para  poder contar un chiste cada principio de clase, de esos cortitos, e incluso malos, como ella dice siempre. Desde aquel día la clase comienza con una sonrisa que queda colgada de sus caritas y que nos permite seguir luego sin perderla. Esos detalles, junto con la cercanía y la preocupación por cada uno de ellos para descubrir sus alegrías y sus penas, aplaudir sus éxitos y apoyarles en sus fracasos, son los posos que deja la verdadera pedagogía, la que surge de la auténtica historia de la educación y no de la urgencia de fabricar ocurrencias y manuales como si en vez de educadores formando personas fuéramos montadores de muñecos como se hace con los muebles de la conocida cadena sueca.

Javier Lozano 25 - Abril - 2015

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