
Muchas veces, seguramente muchas más de las que sería
saludable, me gusta meterme por los vericuetos del cerebro y desempolvar
algunos de esos entes conceptuales de los que somos muy amigos de usar, e
incluso de abusar. Total, pasado un rato volvemos a deambular por nuestros
habituales laberintos vitales y nos olvidamos del paseo mental. Desde ese
instante, ese tipo de conjeturas se vuelven trivialidades de lo más mundano e
ideas como ilusión, risa o miedo vuelven a ser usadas como vulgares monedas de
cambio en nuestras conversaciones.
No sé por qué, pero esas tres palabras fueron las
protagonistas de uno de mis últimos devaneos pseudolingüísticos hace ya unos
meses. ¿El motivo? Vaya usted a saber. Seguramente pedazos de vida que se deshilachan
sin que nadie remedie su destrucción. La verdad es que no tengo la menor idea
de por qué, pero ahí estaban.
Tal vez la ilusión porque siempre nos ayuda a
soñar, una idea formada por montones de proyectos de vida cuya mayoría no
llegan realizarse, que nos ayudan a vivir pero que van sembrando por el camino
demasiados sueños rotos. De ahí que la ilusión deba ser algo más que palabras,
tal vez un manojillo de sentimientos con olor a futuro, sabor a realidad y
color de esperanza.
La risa probablemente por la necesidad tenemos
siempre de ella. Ese gesto a veces conformado por una ligera mueca o un leve
sonido, y otras por varios de ellos, incluso estridentes, acompañados de
lágrimas que ayudan a dar rienda suelta a la alegría temporal que provoca. Eso
sí, nunca se trata de un gesto repetitivo y rutinario que, como una medicina
habitual, nos deja indiferentes e incluso nos hace experimentar el efecto
contrario llegando al hastío más absoluto.
El miedo, cuando pasan los años, descubrimos que es
algo más que aquel oscuro rincón bajo la escalera o al final del largo pasillo
al que no llegaba el rayo luminoso. Descubrimos que está en cada momento de
nuestra existencia y nos obliga a mirar con lupa dónde ponemos un pie, tras
haber puesto el otro con anterioridad, temiendo que en cualquier momento
podamos cambiar incluso el rumbo de nuestra existencia, como el clavo de la
herradura de aquel caballo que hizo a su jinete perder una guerra.
Estoy
convencido de que ilusión, risa y miedo, al igual que otros conceptos similares,
cada cual los vive a su manera en función de sus experiencias vitales, pero en
cualquier caso es necesario ir reinventándolos día a día si no queremos ser
fruto de frustraciones y pasto de las llamas que provoca la desilusión que nos
aleja de la felicidad mínima para subsistir dignamente.
“Yo creía que la ilusión era algo más que palabras, que la risa encerraba
algo más que un gesto repetitivo y que el miedo era algo más que oscuridad”
Javier Lozano, 10 - Abril - 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario