lunes, 13 de abril de 2015

Devaneos mentales


Muchas veces, seguramente muchas más de las que sería saludable, me gusta meterme por los vericuetos del cerebro y desempolvar algunos de esos entes conceptuales de los que somos muy amigos de usar, e incluso de abusar. Total, pasado un rato volvemos a deambular por nuestros habituales laberintos vitales y nos olvidamos del paseo mental. Desde ese instante, ese tipo de conjeturas se vuelven trivialidades de lo más mundano e ideas como ilusión, risa o miedo vuelven a ser usadas como vulgares monedas de cambio en nuestras conversaciones.

No sé por qué, pero esas tres palabras fueron las protagonistas de uno de mis últimos devaneos pseudolingüísticos hace ya unos meses. ¿El motivo? Vaya usted a saber. Seguramente pedazos de vida que se deshilachan sin que nadie remedie su destrucción. La verdad es que no tengo la menor idea de por qué,  pero ahí estaban.

Tal vez la ilusión porque siempre nos ayuda a soñar, una idea formada por montones de proyectos de vida cuya mayoría no llegan realizarse, que nos ayudan a vivir pero que van sembrando por el camino demasiados sueños rotos. De ahí que la ilusión deba ser algo más que palabras, tal vez un manojillo de sentimientos con olor a futuro, sabor a realidad y color de esperanza.

La risa probablemente por la necesidad tenemos siempre de ella. Ese gesto a veces conformado por una ligera mueca o un leve sonido, y otras por varios de ellos, incluso estridentes, acompañados de lágrimas que ayudan a dar rienda suelta a la alegría temporal que provoca. Eso sí, nunca se trata de un gesto repetitivo y rutinario que, como una medicina habitual, nos deja indiferentes e incluso nos hace experimentar el efecto contrario llegando al hastío más absoluto.

El miedo, cuando pasan los años, descubrimos que es algo más que aquel oscuro rincón bajo la escalera o al final del largo pasillo al que no llegaba el rayo luminoso. Descubrimos que está en cada momento de nuestra existencia y nos obliga a mirar con lupa dónde ponemos un pie, tras haber puesto el otro con anterioridad, temiendo que en cualquier momento podamos cambiar incluso el rumbo de nuestra existencia, como el clavo de la herradura de aquel caballo que hizo a su jinete perder una guerra.

Estoy convencido de que ilusión, risa y miedo, al igual que otros conceptos similares, cada cual los vive a su manera en función de sus experiencias vitales, pero en cualquier caso es necesario ir reinventándolos día a día si no queremos ser fruto de frustraciones y pasto de las llamas que provoca la desilusión que nos aleja de la felicidad mínima para subsistir dignamente.

“Yo creía que la ilusión era algo más que palabras, que la risa encerraba algo más que un gesto repetitivo y que el miedo era algo más que oscuridad”

Javier Lozano, 10 - Abril - 2015

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