Por fin conseguí cama en una planta casi al filo de la
madrugada. Hoy, dos días después, sigo esperando una resonancia que nadie
sabe cuándo me podrán hacer porque se supone que hay mucha gente para lo mismo.
Ante esta situación me siento mal, pero no físicamente, porque no se sabe si
serán cuatro, cinco días o, tal vez, una semana o más. Simplemente me da un
cierto rubor, un cargo de conciencia.
Yo ocupo, sin estar enfermo, una cama (hay personas con nombres y apellidos, e
incluso dolores, esperando una, casi hacinados donde yo estuve casi dos días).
Esa cama cuesta un montón de dinero diariamente (mientras, hay mucha gente que no llega a fin de mes y algunos no tienen
qué comer y con lo que yo estoy dilapidando a diario, una familia se apañaría
muy bien). A mis alumnos, a los que echo mucho de menos, aunque
estarán perfectamente atendidos, han tenido que ponerles a una persona que
me sustituya (único dato positivo pues
así tiene trabajo algún tiempo) con lo que eso supone económicamente (a la vez hay personas sin poder pagar la luz
ni encender la calefacción en lo más crudo del invierno).
Tras todo esto, he dado mis argumentos, me he cansado de
decir que falta mucha, pero mucha sensibilidad y la única respuesta que he
recibido ha sido paciencia, que tenga mucha paciencia, que esto es así. Como
mucho, que es culpa de los de arriba. Prefiero no pensar en quiénes son los de
arriba después de todos los trapos sucios que estamos viendo salir a la luz en
los últimos tiempos. Pero ¿de verdad que no podemos hacer nada? Yo lo he
intentado desde esta cárcel sin rejas donde no hay jabón en el baño o solo dos
duchas para toda una planta. ¿Que es viejo este hospital? Pero si lo
remodelaron hace unos años. ¡Ah! que la reforma debió depender de los de
arriba.
Mientras tanto, sin estar
enfermo, por el simple hecho de estar aquí aparcado, después de pedir
argumentos sólidos, voy a permitir que me pinchen eparina mientras espero que
me puedan hacer una prueba radiológica, una simple resonancia. ¡Estoy harto!
¡País de locos!
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