
Cada día que pasa pienso más en ti, en esa presencia que
se va haciendo imprescindible, aquí en el hospital mucho más que en cualquier
otro lugar. Sueño con seguir tus pasos cuando te vas y me abandonas, como el
resto de la gente. Desciendes una a una las escaleras por las que todo el mundo
sale a la calle dejando atrás, como todos, sentimientos, miedos, angustias y
emociones.
Los días van sucediéndose uno
tras otro como hormiguitas dóciles que siguen su fila escrupulosamente. Ni un
solo segundo es capaz de romper el orden establecido por la naturaleza desde
tiempos inmemoriales. Tú simplemente te limitas a mirarme mientras bajas cada
uno de los escalones que, poco a poco, nos van separando con el frío mármol de
su propia esencia. Yo, una vez más, me quedo tras el fío cristal de la puerta
que marca tu partida, triste y apagado,
Quiero e intento cada noche, en la soledad de mi
habitación, soñar contigo, con tu mirada desde la distancia que marca el
destino, ese juez inexorable que parece no tener corazón. Deseo encontrarte
para, de tu mano, volar hacia la felicidad, utopía de emociones formada por
multitud de sensaciones y percepciones que nos regalan las pequeñas cosas de la
vida, detalles que, como un beso o la simple sonrisa de un niño, nos hacen
sonreír o llorar.
Tal vez, como dice la gente, sea
cuestión de paciencia, aunque yo sigo pensando que tiene mucho más que ver con
todo esto el camino que la vida nos ha ido marcando, ¿destino? ¿suerte? o tal
vez sean los hados. ¡Cualquiera sabe! Yo, mientras tanto esta noche, como el
resto de las noches, y como cada uno de mis días seguiré soñando contigo
Libertad.
Javier Lozano, 16 - Diciembre - 2014
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