viernes, 21 de noviembre de 2014

Necesitamos aires de renovación pedagógica

Hace unos días comentaba una cuestión con un par de compañeros a raíz de una situación de aula que despertó en mí una reflexión a la que ya llevo días dando vueltas. Se trata de la dichosa manía que tenemos las personas de estropear una cosa que funciona bien para tiempo después volver a reintentar su reconstrucción. ¿Y si hubiésemos pensado tan solo un poco antes de tirarla por tierra? Pondré un par de ejemplos que bastarán para entender este devaneo mental.

Hablamos de creatividad ¿No son creativos nuestros pequeñajos? ¡Cuántas veces nos reímos con sus simpáticas ocurrencias¡ El otro día escuchaba a una madre en la radio comentar la ocurrencia de su hijo pequeño que le preguntaba calculadora en mano, dónde se encontraba el número “y pico” ¿Por qué no seguimos fomentando ese aspecto de manera que vaya creciendo de manera exponencial? ¿La creatividad disminuye hasta secundaria? O simplemente no sabemos hacerla florecer. Nada, poco a poco van convirtiéndose en seres planos y anodinos en su mayoría años después cuando nos llegan a esta etapa educativa. Eso sí, enganchados a esa prolongación de su extremidad superior llamada teléfono móvil. No, eso no es precisamente el uso de las TIC, tal vez un mal uso o incluso un abuso. La creatividad que antes les desbordaba ha quedado dormida en algún lugar de sus cerebritos funcionalmente tecnológicos.

Esto ocurre con muchas otras cosas como por ejemplo el trabajo en grupo, en equipo, y sobre todo cooperativo. Entras a una de esas aulas de infantil donde todavía huele a pañal y a colonia de bebé, e incluso a una de los primeros cursos de primaria y ves en muchos casos distribuidos a los pequeños en mesas cuadradas, circulares o poligonales. Trabajan juntos, codo con codo, compartiendo lápiz, goma, pinturas e incluso ideas, muchas veces haciendo incursiones uno en el cuaderno del otro. ¿Dónde se rompe la cadena? ¿Quién decide un mal día, como si de un castigo se tratara, separar a todos para que se tornen en infranqueables individualidades que protegen su cuaderno y todo lo demás como si del personaje de “El señor de los anillos” Gollum se tratara… “mi tesooooro… es míiiiio”.

La verdad es que tal vez deberíamos pensar más en estas cuestiones, más directas y reales que ya funcionaban, y no tanto es otras estructurales, que no digo que no deban hacerse, pero que parecen ser la panacea y que luego no muestran resultados concretos en nuestro triste Sistema Educativo, llevándonos cada pocos años, de Ley en Ley, como a salto de mata de un fracaso a otro ahondando en la idea de que como en nuestra democracia, también necesitamos aires de renovación educativa total, en vez de ir de reforma en reforma como si de Pepes Goteras y Otilios se tratara.

¿Fracaso del sistema educativo? ¿de los profesionales? No se trata de buscar culpables sino soluciones, porque fallar… algo está fallando.

Javier Lozano 21 – Noviembre - 2014

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