Hace
unos días comentaba una cuestión con un par de compañeros a raíz de una
situación de aula que despertó en mí una reflexión a la que ya llevo días dando
vueltas. Se trata de la dichosa manía que tenemos las personas de estropear una
cosa que funciona bien para tiempo después volver a reintentar su
reconstrucción. ¿Y si hubiésemos pensado tan solo un poco antes de tirarla por
tierra? Pondré un par de ejemplos que bastarán para entender este devaneo
mental.
Hablamos
de creatividad ¿No son creativos nuestros pequeñajos? ¡Cuántas veces nos reímos
con sus simpáticas ocurrencias¡ El otro día escuchaba a una madre en la radio
comentar la ocurrencia de su hijo pequeño que le preguntaba calculadora en
mano, dónde se encontraba el número “y pico” ¿Por qué no seguimos fomentando
ese aspecto de manera que vaya creciendo de manera exponencial? ¿La creatividad
disminuye hasta secundaria? O simplemente no sabemos hacerla florecer. Nada,
poco a poco van convirtiéndose en seres planos y anodinos en su mayoría años
después cuando nos llegan a esta etapa educativa. Eso sí, enganchados a esa
prolongación de su extremidad superior llamada teléfono móvil. No, eso no es
precisamente el uso de las TIC, tal vez un mal uso o incluso un abuso. La
creatividad que antes les desbordaba ha quedado dormida en algún lugar de sus
cerebritos funcionalmente tecnológicos.
Esto
ocurre con muchas otras cosas como por ejemplo el trabajo en grupo, en equipo,
y sobre todo cooperativo. Entras a una de esas aulas de infantil donde
todavía huele a pañal y a colonia de bebé, e incluso a una de los primeros
cursos de primaria y ves en muchos casos distribuidos a los pequeños en mesas
cuadradas, circulares o poligonales. Trabajan juntos, codo con codo, compartiendo
lápiz, goma, pinturas e incluso ideas, muchas veces haciendo incursiones uno en
el cuaderno del otro. ¿Dónde se rompe la cadena? ¿Quién decide un mal día, como
si de un castigo se tratara, separar a todos para que se tornen en
infranqueables individualidades que protegen su cuaderno y todo lo demás como
si del personaje de “El señor de los anillos” Gollum se tratara… “mi tesooooro…
es míiiiio”.
La
verdad es que tal vez deberíamos pensar más en estas cuestiones, más directas y
reales que ya funcionaban, y no tanto es otras estructurales, que no digo que
no deban hacerse, pero que parecen ser la panacea y que luego no muestran
resultados concretos en nuestro triste Sistema Educativo, llevándonos cada
pocos años, de Ley en Ley, como a salto de mata de un fracaso a otro ahondando
en la idea de que como en nuestra democracia, también necesitamos aires de
renovación educativa total, en vez de ir de reforma en reforma como si de Pepes
Goteras y Otilios se tratara.
¿Fracaso
del sistema educativo? ¿de los profesionales? No se trata de buscar culpables
sino soluciones, porque fallar… algo está fallando.
Javier
Lozano 21 – Noviembre - 2014
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