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Unos
minutos más tarde, justo a las ocho, tenía matemáticas con él y, nada más
entrar al aula, mientras cada uno se iba sentando en su lugar me he acercado a
él y hemos estado hablando del tema. Ha resultado ser una bebida energética. Le
he intentado explicar que no era nada aconsejable y menos a esas horas, a lo
que me ha argumentado el sueño que tenía. En mi razonamiento he intentado que
entendiera que lo mejor es dormir las horas necesarias, acostarse antes y ser
capaz de programar un poco mejor el tiempo. Él ha seguido en su empeño de que,
contra el sueño, eso le iba de maravilla. Nada, que tan cordial como siempre,
se ha sentado y ha ido sacando sus cosas para empezar. La verdad es que trabaja
más bien poco, por no decir que casi nada, pero es un buen chico.
En
primer lugar les he dicho sus notas y, como hago siempre, a cada uno le he ido comentando
el resultado, independientemente del número, valorando cualquier atisbo de
mejora y haciendo ver cualquier bajada y sus peligros, siempre con cariño y demostrándoles
que me preocupan de verdad. Al llegar al de la lata… 2´3. Le he explicado que
tiene que reaccionar ya y que estoy para ayudarle y explicarle lo que no
entienda siempre que lo necesite y en cualquier momento, dentro y fuera de
clase.
Al
comenzar, teníamos que corregir los ejercicios que se propusieron ayer. ¿Sabéis
quién ha sido el primero en levantar la mano? ¡Exacto! Nuestro chico de la
lata. Me he sentido de bien… Estábamos tratando de ordenar cuatro fracciones y
ha empezado a decirme cuál era la mayor. Le he preguntado el método utilizado
porque yo, además del típico pasando todas a común denominador, les he explicado
otro bastante sencillo por si les falla el primero en cualquier ocasión. Me ha
dicho que ninguno de los dos, que usaba uno que le enseñaron en primaria. Me ha
parecido fenomenal ese despliegue de recursos y le he pedido que nos lo
contara. Sin dudarlo ni un momento nos ha dicho que él se imagina cada fracción
como si de un queso se tratara y lo corta en pedacitos, los que representa la
fracción, luego visualiza los cuatro en este caso y las ordena sin problemas.
Os podéis imaginas al resto de compañeros. Ha sido divertido. Yo le he valorado
tan exquisito procedimiento pero le he ayudado a ver la necesidad de tener en
cuenta algo más de rigor matemático en una ciencia que por algo se le llama
exacta.
Después
de todo, hemos vivido un momento más de sonrisas y aprendido la utilidad de
tener siempre la mente bien abierta a la vez que los ojos. ¿Habrá tenido algo
que ver la bebida energética que se estaba bebiendo unos minutos antes?
¡Tendremos que tenerlo en cuenta!
Javier
Lozano 30 – Octubre - 2014
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