jueves, 30 de octubre de 2014

Matemáticas y quesos

Esta mañana estaba aparcando el coche, casi en la puerta de mi escuela, cuando he visto pasar a un alumno de segundo de la ESO con algo en la mano que no  he podido distinguir junto al móvil. Me ha parecido una lata de cerveza pero no me cuadraba por el chico y por la hora, aún faltaba un cuarto de hora para las ocho de la mañana.

Unos minutos más tarde, justo a las ocho, tenía matemáticas con él y, nada más entrar al aula, mientras cada uno se iba sentando en su lugar me he acercado a él y hemos estado hablando del tema. Ha resultado ser una bebida energética. Le he intentado explicar que no era nada aconsejable y menos a esas horas, a lo que me ha argumentado el sueño que tenía. En mi razonamiento he intentado que entendiera que lo mejor es dormir las horas necesarias, acostarse antes y ser capaz de programar un poco mejor el tiempo. Él ha seguido en su empeño de que, contra el sueño, eso le iba de maravilla. Nada, que tan cordial como siempre, se ha sentado y ha ido sacando sus cosas para empezar. La verdad es que trabaja más bien poco, por no decir que casi nada, pero es un buen chico.

En primer lugar les he dicho sus notas y, como hago siempre, a cada uno le he ido comentando el resultado, independientemente del número, valorando cualquier atisbo de mejora y haciendo ver cualquier bajada y sus peligros, siempre con cariño y demostrándoles que me preocupan de verdad. Al llegar al de la lata… 2´3. Le he explicado que tiene que reaccionar ya y que estoy para ayudarle y explicarle lo que no entienda siempre que lo necesite y en cualquier momento, dentro y fuera de clase.

Al comenzar, teníamos que corregir los ejercicios que se propusieron ayer. ¿Sabéis quién ha sido el primero en levantar la mano? ¡Exacto! Nuestro chico de la lata. Me he sentido de bien… Estábamos tratando de ordenar cuatro fracciones y ha empezado a decirme cuál era la mayor. Le he preguntado el método utilizado porque yo, además del típico pasando todas a común denominador, les he explicado otro bastante sencillo por si les falla el primero en cualquier ocasión. Me ha dicho que ninguno de los dos, que usaba uno que le enseñaron en primaria. Me ha parecido fenomenal ese despliegue de recursos y le he pedido que nos lo contara. Sin dudarlo ni un momento nos ha dicho que él se imagina cada fracción como si de un queso se tratara y lo corta en pedacitos, los que representa la fracción, luego visualiza los cuatro en este caso y las ordena sin problemas. Os podéis imaginas al resto de compañeros. Ha sido divertido. Yo le he valorado tan exquisito procedimiento pero le he ayudado a ver la necesidad de tener en cuenta algo más de rigor matemático en una ciencia que por algo se le llama exacta.

Después de todo, hemos vivido un momento más de sonrisas y aprendido la utilidad de tener siempre la mente bien abierta a la vez que los ojos. ¿Habrá tenido algo que ver la bebida energética que se estaba bebiendo unos minutos antes? ¡Tendremos que tenerlo en cuenta!

Javier Lozano 30 – Octubre - 2014

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