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Hace un par de días mi hija pequeña, la
que conocéis por esos microrrelatos que tanto os gustan, se quedó sin trabajo
después de cinco meses. Ha estudiado Terapia Ocupacional, pasado por el Ciclo Formativo
de Grado Superior de Lengua de signos, estudia ahora Psicología y estaba
trabajando en una cadena de zapaterías de autoservicio. Hasta aquí nada
especial en los tiempos que corren. Todo el mundo es importante y necesario
haga el trabajo que haga.
Aún recuerdo aquella mañana que la
ilusión corría por sus venas cuando una persona muy buena no, lo siguiente como
dicen ahora los chavales, porque doy fe a diario que este tipo de gente existe,
aunque no lo digan los medios de comunicación abunda, llamó para avisarle que
necesitaban una chica para ese puesto. Ha estado trabajando siempre con la
sonrisa que la caracteriza hasta el último día cuando le dijeron una hora antes
de terminar la jornada que no volviera al día siguiente. Menos mal que su ángel
ya se lo había avisado dos semanas antes de que, en ese momento, la persona que
se lo comunicaba con gestos estudiados y ejecutados con maestría maquiavélica
se mostraba triste y asombrada.
Al menos la suerte le sonríe hace ya
tiempo en forma de chico, una persona fenomenal que le sirve de apoyo ya que en
estas edades los padres pasamos a segundo plano por ley de vida. Lo tengo
asumido. Él trabaja en una empresa, después de ser víctima como tantos otros de
profesionales sin escrúpulos que son capaces de hacer contratos “piltrafa”
mientras actúan de cara a la galería como los más justos y equitativos. Hace
poco le renovaron por tres meses, después de otros tres anteriores, sabiendo
que al sumar ya seis se irá a la calle. ¿Con qué ilusión puede hacer su trabajo
si por bien que lo haga no va a seguir?
Todo esto lo cuento porque veo que están
jugando con nuestros jóvenes, con sus ilusiones y sus vidas. ¿Cómo pueden estos
personajes ser tan crueles? Creo que las Leyes actuales son más para proteger a
los verdugos que a sus víctimas, para delincuentes más que para gente honrada,
permitiendo estos desmanes que rompen las ilusiones de nuestros futuros valedores
cuando seamos ancianos.
Yo siempre había creído, e incluso
leído, que el “a, b, c” del origen del éxito de una empresa comenzaba por
mantener contentos y motivados a sus empleados. Parece ser que ya no debe ser
así, o que no les importa nada más que el dinero. Hace poco decía en una red
social que estamos rodeados de “iluminados”. Ahora miro esos mapas que publican
a veces de Europa o del Mundo entero llenos de lucecitas diciendo que son las
luces que están encendidas en diversos lugares. ¿No serán la cabezas de estos
seres que brillan en la distancia? ¡Qué horror!
Nada, que decides mirar a tu alrededor y
empiezas a ver políticos ejemplares, trapicheos de sobres de dinero, tarjetas
negras, redes de farmacias que trafican con recetas y… muchas cosas más.
¿Tendría yo que crear una red clandestina de aprobados en el cole? Igual es una
buena idea porque lo del jamón está ya muy visto. Lo pensaré.
Lo malo es que analizas las cosas fríamente y, la verdad, cuando piensas en estos jóvenes y su futuro, se te pone una cosa en el estómago… Uno mira a su alrededor y siente… no sé realmente lo que es. Seguramente lo que sientes tú que estás leyendo ahora mismo. Sí, eso tan desagradable.
Javier
Lozano 18 - Octubre - 2014
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