viernes, 25 de julio de 2014

En la sala de espera

Hace un año sufría a pie de playa, rodeado de arena y gente por todos los lados, a una señora con una verborrea irrefrenable como ya os conté en este mismo blog. Este verano, por diversos motivos, no he podido acercarme por allí pero hoy he vivido una situación similar con un entorno diametralmente opuesto. He cambiado toalla y arena en la playa  por silla y diplomas en la sala de espera de un dentista. La señora evidentemente no iba en bañador y como debe ser, en el lugar en que estábamos. le faltaba un diente, concretamente una de las palas. Sí, así es, parecía al de… “cuñaaaaoooooo”.

Cuando hemos llegado la sala estaba en silencio y permitía, con el aire acondicionado, un ambiente relajado y agradable. Sí, agradable porque además el dentista, Juan Carlos es un buen amigo y trata a todo el que pasa por su sillón de maravilla, con cariño y nada de daño, que eso, es esencial en su oficio.

De pronto se ha abierto la puerta de la sala de espera y la amable chica que nos ha recibido ha invitado a entrar a una señora que, tras saludar y casi sin mirarnos a la cara, se ha lanzado a elegir una de la revistas del National Geographic que había junto a ella en una mesita baja.

No le han debido entusiasmar mucho los bichitos porque nos ha mirado y ha empezado a relatarnos los pormenores de la ausencia de su pala que se fue tras un mordisco a un bocadillo, de los que no suele abusar, pero para el verano y fuera de casa, ya sabéis, de los comentarios de su nieta sobre la ausencia de la herramientilla bucal y de muchas cosas más. La mujer ha intentado ser agradable pero no callaba.

He comenzado a escuchar voces fuera y he pensado que venían a llamarnos ya, pero era alguien que había entrado a pedir cita porque no se ha producido el milagro esperado. Aprovechando que no podíamos escapar de sus garras verbales, ha comenzado a preguntarnos si sabíamos algo de que van a bajar las pensiones, porque ella lo había oído en algún sitio y una amiga se lo había confirmado. Nos ha dicho lo que cobraba y que con los gastos de piso y bla, bla, bla… Cuando ha comenzado a contarnos que le tocó vivir la posguerra y que ella pasó calamidades con una madre viuda con cinco críos y ella con cinco años… la puerta se ha abierto. No, la del cielo no, sólo la que nos invitaba a entrar en la consulta de nuestro amigo Juan Carlos.

Reconozco que no cuesta nada escuchar a esta gente que necesita ser escuchada pero hay veces que también te podían dejar tomar algo de aire. Al salir hemos estado hablando con la mujer de nuestro amigo y mira que dije que hasta septiembre no hablaría del cole. Pues imposible, porque ha entrado por la puerta un antiguo alumno y con ella al final hemos terminado hablando de mi “Juanito y su TDAH”, de este blog y es que ella es maestra de Educación Especial, además de enfermera. Yo creo que me persigue el espíritu educativo, me temo que soy docente toda mi vida, las veinticuatro horas del día. Sí, hasta en vacaciones.


Javier Lozano 25 - Julio - 2014

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