Hace
unos días compartía en Zamora, donde había ido para dar una conferencia sobre
TDAH, comida y charla con padres y madres de algunos niños y jóvenes con este
trastorno. Tras las conversaciones típicas que surgen en cualquier encuentro de
este tipo, comenzaron las que más inquietan siempre a cada uno. Una vez más
relajados, y con algo más de confianza tras el ratito anterior, tomando café en
otro sitio que permitía hacer pequeños grupos para conversar, se abordaron los
temas que realmente más les preocupaban y ahí ya aparecieron los clásicos, los
que en todos los lugares te cuentan porque ven que están afectando a sus hijos
muy seriamente y nadie sabe cómo darles una solución definitiva y si no, al
menos, comenzar a caminar en el camino correcto.
Reconociendo
en la mayoría de los casos las situaciones individuales de cada uno, recordando
historias muchas veces dolorosas en las que se ha tenido que cambiar de centro,
e incluso en casos más extremos, de ciudad, se llega a la conclusión de que las
familias, y muy en especial las madres, que aunque no en todos los casos, sí en
la mayoría, cargan con la pesada carga que supone educar día tras día, tarde
tras tarde, rodeadas de deberes, exámenes y trabajos inacabables en sesiones
infinitas a unas personillas que no pueden concentrarse y que son fruto del
desánimo porque no suelen encontrar el apoyo que necesitan fuera del hogar, y
muy especialmente en el centro escolar.
Una
vez analizada una situación, el resto suele ser muy parecida a pesar de ser
cada hijo distinto de otro, como también lo son las madres. Lo que constato y
no sé si es bueno o malo es que a más de quinientos kilómetros, en Zaragoza
ocurre lo mismo, pero que también sucede a miles de kilómetros de distancia en
Argentina, México o cualquiera de los países de habla hispana por los
testimonios y comentarios que a diario recibo de las madres de allí. Bueno, porque
si la causa es común, la solución debería ser fácil de encontrar con un poco de
voluntad. Malo, porque llevamos décadas así y nadie mueve un dedo para que esto
cambie.
Lo
triste es que en la conversación que comentaba al principio, como en todas las
que mantengo con familias, en un momento determinado todo el mundo comienza a
hablar del maestro/a o profesor/a que tiene su hijo y todo gira en torno a él o
a ella como si fuera el protagonista. Llegados a este punto te preguntas para
quién estamos haciendo nuestro esfuerzo diario, dejándonos, sino la piel, si un
buen número de neuronas. ¿Nos estamos volviendo locos? El verdadero y único
protagonista del acto educativo no debe ser otro que el niño o niña que nos
espera en el aula cada mañana. Nosotros simplemente somos las personas que
debemos ayudarles a encontrar su camino en esta sociedad que ya de por sí es
complicada, como para que nosotros le pongamos más trabas.
Javier
Lozano 07/05/2014
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