jueves, 10 de abril de 2014

La cajita misteriosa


Hace algo más de un mes llego a mis manos un objeto curioso, sorprendente, pero sobre todo misterioso. Los amantes de los regalos deslumbrantes por su brillo, precio, etc. no lo entenderán, pero para mí, uno de los mejores. En primer lugar porque me lo traían mis hijas y sus acompañantes de Berlín con todo el cariño porque saben lo que me gustan las cajitas de todo tipo y tamaño –manías que tiene uno-  a donde habían ido a pasar unos días para ver a su prima y al novio. Este motivo era más que suficiente, pero había otro. 

La cajita asomaba entre un buen puñado de fotos antiguas en blanco y negro desprovistas de su intimidad en un mesa totalmente impersonal y plagada de otros cachivaches en un mercadillo en el que abundaban los objetos antiguos.

Desde que cayó en mis manos la he mirado fijamente muchas veces y mi mente ha viajado en el espacio y el tiempo, tratando de imaginar a su dueño sacando de ella el tabaco que contuvo en algún momento. En realidad lo que más me intriga es cuál sería su uso posterior y en qué lugares estuvo en aquella Alemania en la que todos pensamos al recordar lo que la historia nos contó de aquellos trágicos años dónde la vida tenía tan escaso valor para algunos. ¿Serviría para extraer tabaco mientras el que fumaba pisaba fuerte con sus botas el suelo embarrado mientras paseaba entre el hambre y la suciedad? o tal vez ocultaba en algún escondrijo secreto, a la sombra de la muerte, la pertenencia última de quién estaba a punto de asomarse al abismo. Nunca sabré si esas pequeñas cositas que desprende son restos en forma de óxido o una metáfora trágica y dolorosa de su último portador.

Lo único que tengo claro es que este magnífico regalo, esta cajita misteriosa, no es mi cajita de las sonrisas, la que perdí hace tiempo y que no consigo encontrar.

Javier Lozano 10/04/2014

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