
El
pasado viernes, uno de mis alumnos de 2º de ESO, aprovechando que estábamos
desde hace días a vueltas con los volcanes y los terremotos, trajo un libro
bastante antiguo, de esos hechos con la clásica máquina de escribir de las de
antes en un colegio cualquiera y encuadernado para uso interno casi siempre.
Hizo un comentario en clase de algo relativo al tema y posteriormente vino a mi
mesa a comentar algo. Cuando estaba conmigo me dijo que me regalaba ese libro,
del que le acaba de decir que era una joya. Me negué pidiéndole que lo guardara
para él y el dijo que no, que era para mí. Entonces me explicó el origen del
libro y el por qué ese día lo había traído a clase.

Al
escuchar esta bonita historia acepté encantado el regalo encantado, pero le
pedí que se lo llevara a casa y me lo trajera con una pequeña dedicatoria para
tener un bonito recuerdo siempre. Esta mañana, la primera clase que tenía desde
el viernes con él, también la primera de la mañana, ha aparecido con el libro y
al abrirlo he podido leer una preciosa dedicatoria que os pongo con su permiso
y que he leído ni sé ya cuantas veces. Me ha dicho que tiene la costumbre de
firmar con el apellido y que probablemente me olvidaré de su nombre con el paso
de los años. Leedlo y veréis como ese nombre, el de mi amigo Alejandro, ese buen
alumno pero mejor persona si cabe, será imposible que el tiempo pueda borrarlo.
Javier
Lozano 25/03/14
Te felicito por este enorme premio¡ Pocas cosas son tan claras, tan bonitas, y le pueden hacer sentir a uno tan tan bien. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias José Antonio. El cariño de nuestros alumnos es el mejor premio a nuestro trabajo a diario. Cuando pasan los años, ver que la vida les ha ido bien y te llevan con ellos en su corazón es el otro, el que más vale, el que dice que hiciste bien tu trabajo con ellos.
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