Esta
tarde hemos ido a comprar algunas cosillas para casa. He entrado al
aparcamiento y al salir hacia la tienda una pareja pasaba en dirección
contraria a un metro de distancia. Les he saludado y como el que oye llover. Ni
la mujer con un bebé en su silla, ni el hombre con un carro con la compra han
respondido, únicamente él ha mirado y yo diría que hasta extrañado. Poco más
allá he esperado a que el ascensor se abriera para meter mi carro. Al abrirse
había dentro una señora acompañada, supongo, de su hija. Casi instintivamente
he vuelto a saludar y me he quedado otra vez, como suele decirse, con un palmo
de narices. Para colmo esta vez ni me han dirigido la mirada, menos mal que han
acertado con el carro y no me han atropellado porque verme, verme, no tengo
claro que me hayan visto.
La
verdad es que a estas cosas no consigo acostumbrarme nunca. Hace poco más de
dos meses contaba aquí lo que había observado con unas madres y sus respectivas
hijas con el tema de los papeles que se tiran al suelo en la calle. Pues algo
parecido, son ese tipo de cosas que uno no llega nunca a entender, pero si es más fácil hacerlo bien que mal. Aún
recuerdo cuando de más joven paseaba por el Pirineo y por cualquier camino te
cruzabas con gente totalmente desconocida y lo lógico era un saludo. ¡Ah! Y lo
de los papeles ya... cada uno se llevaba los suyos para tirarlos después en
alguna papelera.
Todas
estas pequeñas cosas que ocurren en el día a día son las que realmente indican
el grado de educación alcanzado por una sociedad. Hablando de educar, otra
cuestión que mucha gente pasa por alto y que puede ser muy importante es el
paso de los semáforos como peatones cuando hay niños delante. Sabemos que
nuestros pequeños son como esponjas, absorben todo, especialmente lo que ven.
¿Te has fijado si cuando pasas un semáforo como peatón hay algún niño esperando
para hacerlo igual que tú? Yo trato de esperar a ver el hombrecito verde aunque
no pasen coches en un rato, porque ellos saben que no debe pasarse hasta ese
momento y si lo haces en rojo... Sí, ya lo sé, a mí también me ha pasado que
después de esperar se te queda cara de tonto cuando el padre o la madre le
dicen al niño eso de ¡hala! vamos a pasar que no viene nadie.
Sólo
quería, como siempre, dejar en el aire esta pequeña idea para que pensemos en
esos pequeños detalles que nos definen en multitud de ocasiones. Cuando
hablamos de educar, muchas veces nos olvidamos de estos pequeños momentos y
deberíamos darnos cuenta que la verdadera educación no está en los libros esos
gordos que estudiamos en la universidad, la auténtica educación, la que se
escribe con mayúsculas es la del día a día, la de la calle, la que se genera en
el trato con los demás, con seres humanos semejantes que pasan a nuestro lado y
cuyos corazones laten al mismo ritmo que los nuestros, la que hace que todos y
cada uno podamos ser mejores, especialmente esos pequeños que tanto esperan de
nosotros y a los que debemos enseñar a ser los adultos educados de un mañana
que está a la vuelta de la esquina.
Javier
Lozano 2-1-2014
Estoy encantada con tu último escrito. La verdad es que me pasa muchas veces el darme cuenta de lo que en realidad transmitimos, de las maneras (o la falta de ellas) o de lo que significa ser un ciudadano de este mundo, por decirlo de alguna manera. Es muy gratificante ver que queda gente que ve estas cosas, porque no es en el súper en el único sitio o en la única situación en la que me he sentido sola, diferente o "invisible". Gracias
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