martes, 1 de octubre de 2013

Un niño en la óptica

Haz el favor de bajar los pies de la silla. Mira que te lo he dicho veces. Mientras la madre le hacía mil y una advertencias al niño que estaba a su lado, su hermanito dormía plácidamente en su carrito y su padre deambulaba por la óptica a la que he ido esta tarde a ver si habían puesto el cristal de mis gafas de sol, las que siempre suelo llevar en el bolsillo de la camisa por no cargar con esa funda tan gorda que casi necesitaría una mochila para ella sola.

Pasado un rato no muy largo, igual ni veinte segundos, en los que su madre hablaba con la chica de la tienda, ambas se han levantado para ir a pagar al mostrador desde la mesita donde le había estado mostrando las distintas gafas que tenían para la señora. Ha sido entonces cuando la joven que acaba de entrar detrás de nosotros, tras saludar amablemente, ha dicho algo sobre el crío. Lo va a despertar. A que lo despierta. En un abrir y cerrar de ojos no he podido reprimir un ¡¡¡cuidadoooo!!! al ver al pequeño hecho un fardo en brazos del mayor, que no tendría más de siete u ocho años, y que agachado trataba de enderezarse con el peso del pequeño de cerca de dos. Los padres, especialmente él, han corrido a sujetarlo y le han dicho un par de cosas por tratar así a su hermano, por despertarlo con esa dulzura tan extraña.

Una vez pasado el incidente han vuelto al mostrador de nuevo para intentar hacer el pago por segunda vez, mientras la madre trataba algo avergonzada de quitarle hierro al asunto. Hijo mío, si ya era hora de que despertara peor podías haber sido algo más cariñoso. La clienta que espera su turno después de nosotros ha tratado de hacer que la madre se sintiera mejor diciendo que tampoco había sido tan brusco. Tenía razón, los boxeadores y los que hacen lucha libre lo son más. Estaban en estas exquisiteces ya con el eterno pago, porque también la tarjeta de crédito no quería funcionar, como si pretendiera aliarse con el niño, cuando éste ha empezado a subirse por el extremo del mostrador obligando a la madre a que le pidiera otra vez un montón de veces que se bajara, mientras la chica de la tienda paciente, muy paciente, miraba atentamente. Ha sido cuando mi mujer que estaba a mi lado, y sabiendo mi debilidad por este tipo de pequeñajos, me ha hecho un gesto con uno de sus ojos para indicarme que ese era uno de los míos. Yo ya lo había pensado desde que lo he visto al entrar.

Al final se han dirigido a la calle y cuando los padres con el pequeño del carrito ya estaban fuera, el niño ha vuelto a entrar. Le han pedido que saliera y lo ha hecho, pero ha repetido la operación ante los ojos de unos padres desbordados una media docena de veces. Es que la puerta se abría y cerraba cuando detectaba la presencia del niño, y eso a él le ha gustado. Por fin lo han tomado de la mano y la joven que esperaba tras nosotros les ha dicho que se fueran que ya se lo quedaba ella. Yo también lo había dicho pero, por si acaso bajito porque mira que si… La madre le ha contestado. Si quieres… no te imaginas lo que llevas.


                                      Zaragoza 01/10/2013

2 comentarios:

  1. Muy bueno tu articulo, me he topado varias veces con situaciones parecidas, mi hija sin ir más lejos cuando tenía 6 años detuvo una escalera mecánica en pleno centro comercial y luego mientras miraba una tienda ella se escondía bajo los colgadores circulares de ropa, esos que tienen rueditas abajo, yo la buscaba por todos lados hasta que veía cierto montículo de ropa moviéndose de un lado al otro y ya sabía que debajo de todo eso estaba ella... Un abrazo!!!

    ResponderEliminar
  2. Me alegro de que te haya gustado Amanda y te agradezco tus anécdotas. Son geniales. Besos

    ResponderEliminar