Dentro de unos días vuelven
a nuestras vidas esos seres que, como suelo decir en muchas ocasiones, pueblan
nuestras aulas y, por qué no, hasta nuestro corazón, a pesar de enervarnos con
demasiada frecuencia. Ellos saben muy bien cómo hacerlo y casi nunca les falla.
Son nuestros alumnos de Secundaria.
Unos ya nos conocen, pero otros vienen con los ojos muy
abiertos, esperando mucho del Centro, su nueva casa, y de nosotros, sus nuevos
compañeros de viaje. No debemos defraudarles. Tenemos que conservar la calma,
esa que los años nos han ido enseñando a conseguir cuando estamos ante ellos y
muchas veces ante sus barbaridades infantiles o adolescentes, otras ante sus
atrevimientos a la hora de seguir indagando en este mundo que les ha tocado vivir
y que les sigue reservando un sitio, un lugar que andan buscando en cada
movimiento.
Ante todas estas expectativas no debemos olvidar nuestra
labor como tutores, como educadores o como orientadores en general, ya que la
actividad orientadora es una parte del proceso educativo. Todos los agentes
educativos deben estar coordinados formando parte de esta tarea, una acción
tutorial específica para cada etapa y que ¡no olvidemos! ha de atender a las
peculiaridades y características de cada alumno.
Tenemos que darles tiempo a que se muestren tal como son,
no tenemos que tener miedo, para poder personalizar su educación, ajustando la
respuesta educativa a sus necesidades particulares, para lo que tampoco
perderemos de vista su contexto real, en el que viven, favoreciendo los
procesos de madurez personal, de desarrollo de su propia identidad y sistema de
valores y de la progresiva toma de decisiones a medida que han de ir adoptando
opciones en su vida.
Nuestra experiencia profesional debe ayudarnos a prevenir
las dificultades de aprendizaje y no sólo a asistirlas cuando ya se hayan
producido, anticipándonos a ellas y evitando, en lo posible, fenómenos
indeseables como el fracaso o la inadaptación escolar.
Como tutores, debemos perseguir el objetivo de adecuar la
relación e interacción entre los distintos integrantes de la comunidad
educativa, asumiendo el papel de mediación e incluso, si es necesario, de
negociación ante los conflictos o problemas que puedan darse entre los
distintos integrantes.
En pocos días podremos ya disfrutar de un nuevo reto, un
curso más, alumnos nuevos ansiosos por... descubrir, muchas veces nos
enfadarán, muchas nos cuestionarán y otras muchas no harán exactamente lo que
les digamos, pero son como unos hijos que nos han salido así de repente y
creciditos. Seguro que cualquier satisfacción echará al saco del olvido los
nervios, fracasos e incluso nuestros propios y abundantes errores.
¡Ánimo!
Sólo si regamos el tiesto de la
ilusión, recogeremos la flor de su cariño.
Zaragoza 2/09/1999
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