jueves, 29 de agosto de 2013

Los exámenes de septiembre

Ya va tocando a su fin este verano entre idas y vueltas, un espacio de tiempo que da para mucho y en el que suele haber de todo un poco, pero que como todo lo bueno tenía fecha de caducidad desde que empezó. En tres días llegan los exámenes de septiembre ¡qué manía de hacer exámenes! Claro que en este caso igual algún alumno ha decidido pegar un tirón, como cuando crecen, y ha conseguido ponerse más o menos a tono en esas asignaturas que no eran su fuerte, no le gustaban o en las que tal vez tuvo la suerte de espaldas al tocarle ese profesor que no supo ni explicársela, ni hacerle que le gustara ese poco necesario para que no la aborreciera y llegar a los mínimos imprescindibles.

Lo cierto es que personalmente considero que son unas fechas agridulces por mil y un motivos. Voy a volver a ver a mis alumnos, esos jóvenes preadolescentes que maltratarán sin mala intención mis neuronas durante un nuevo curso con el único objetivo de hacerse un hueco en esta complicada vida en la que poco a poco van asomando la cabeza, pero que me llenan a la vez de cariño, haciendo que muchas veces recuerde por qué quise dedicarme a esto. Tengo ganas de verles, de estar a su lado, de reír y trabajar día a día, hora a hora con ellos, pero odio con toda mi alma las interminables reuniones, esas inútiles que se hacen por cumplir, al igual que ese absurdo papeleo que sólo nos quita tiempo de dedicarnos a ellos, a nuestros alumnos, en especial a los que más nos necesitan, sí, también a mis queridos con TDAH, a esos que necesitan ser atendidos y queridos, no sólo dirigidos o domesticados.

Pero volviendo a las fechas, a los exámenes de septiembre, a esos inevitables días, duele ver a los chavales ante un papel que si antes, estando con ellos a diario, no sabían por dónde pillarlo, ahora dos meses y pico después cada uno por su lado… bueno, yo prometo por mi parte hacer lo que pueda, pero la experiencia no suele ser, la verdad, demasiado halagüeña. Los exámenes están ya preparados y listos desde principios de julio, con lo básico, lo más elemental, y mis ganas de ver si se puede hacer algo, aunque sea tirando de imaginación, también. Ahora sólo falta que ellos vengan dispuestos a colaborar tras un verano en el que no tengo muy claro que hayan trabajado mucho. De momento me conformaré con que vengan en el día fijado y a la hora prevista, porque todavía recuerdo a aquel alumno que teniendo un año el examen de 8 a 10, vino cuando faltaban quince minutos para terminar, y cuando le dije si no se había enterado de la hora, me dijo que él había leído en la hoja que le dieron en junio que ponía que el examen era de 8 a 10, por lo que se había levantado sin prisa y había llegado en el margen previsto. La verdad es que en cinco minutos lo entregó, pero no le faltaba algo de razón.


Zaragoza 29/08/2013

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