Hoy he entendido
mejor aún lo que significa la libertad, la física, la que se siente cuando uno
está entre barrotes y confinado en un palmo de terreno. En realidad, ahora que
lo pienso, en aquello que llamábamos mili, también me toco vivirlo en persona
por no echar el alto a un señor con estrellitas en la manga y que yo, que acaba
de estrenarme, ni sabía que había que hacerlo en aquel momento, ni cómo desde
una garita diseñada por algún… no sé cómo llamarlo, en sus horas de alcohol,
porque si no… es complicado de entender. ¡Vaya! Si lo sé no empiezo a escribir
esto. ¡Qué recuerdos! Vamos a algo más agradable que estando de vacaciones
simplemente quería contar una cosa simpática, que para triste ya tiene
bastantes la vida por ahí afuera.
Este
fin de semana María, mi hija mayor, se iba de viaje y nos trajo a casa para que
le cuidáramos a Sultán, una conejilla preciosa y muy simpática. Sí, conejilla.
Es que cuando la bautizaron no se les ocurrió pensar que aquello podía no ser
un conejo y a la pobre le toco ese nombre y luego ya no se lo volvieron a
cambiar cuando descubrieron el, para ella, humillante error.
Ya en otra
ocasión que la trajo nos comentó que ella la suelta por su casa algunos ratitos
y que disfruta un montón. No me extraña porque a pesar de ser una jaula enorme,
a la pobre se le queda pequeña. ¡Sí! como aquella que yo sufrí y de la que
prefiero no acordarme. En aquel fin de semana no la saqué, pero esta vez a mí
me daba pena, mucha pena y a eso de las dos menos cuarto la he sacado. Ha
llegado la hora de comer y estaba tan contenta metiéndose por detrás del sofá y
de los orejeros que, tras un intento fallido, la hemos dejado un poco más. El
problema es que después, ni a las tres, ni a las cuatro, ni… nadie era capaz de
meterla a su jaula. ¡Vaya rato! Dimitri Dostoyevski Smirnoff, el hámster
ruso que tiene Marta, la pequeña de la casa, miraba pasar a Sultán y no daba
crédito a lo que veía, agarrado con sus dos manitas encaramado a los barrotes
de su gran jaula mientras se le resbalaban las patitas, como el niño que no es
capaz de ver pasar la cabalgata de Reyes. Cuando a la señorita le ha dado la
gana, poco más allá de las cinco y media, se ha metido sola después de que
nadie hubiera sido capaz de hacerse con ella. ¡Había descubierto la Libertad y
luchaba por mantenerse en ella!
Lo
que no hagamos por los hijos…
Javier Lozano
28/07/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario