Antes
oías hablar del paro y sabías que se trataba de personas que engrosaban una
larga lista que ocupaba gente que, en su mayoría, te quedaba lejos, que no
conocías y aunque te preocupaba, simplemente era eso, un grupo de personas más
o menos lejanas que no solías ver habitualmente. Ahora te cruzas con un vecino
en la escalera, al que no sueles ver habitualmente pero con el que hay una
relación cordial. Le preguntas por su vida, como siempre haces y compruebas que
su sonrisa no es como antes, brillante y con ese ojillos entornados, sino
apagada y con unos ojos como platos que reflejan preocupación. Lleva ya casi un
año sin trabajo. Tras esa breve introspección en su apagado mundo interior, hoy
salgo de casa a “disfrutar” un día más de ese bien escaso que es mi puesto de
trabajo, con el corazón encogido y pensando en esas personillas que me importan
mucho más de lo que ellos y yo siempre hemos pensado, mis alumnos.
La
breve conversación anterior me ha dejado tocado, moralmente roto, porque
aprecio a ese vecino, pero mientras voy conduciendo sigo con la mente puesta en
otro lugar, en otro momento. Cambio de emisora porque las noticias que vomita
el aparato de mi coche son todavía más desalentadoras, insistiendo una vez más,
no sólo en el tema que me ha dejado mal, sino en todos esos que abundan
alrededor de él y que hacen que, lejos de remontar se vaya hundiendo hasta caer
a cifras nunca vistas, recortes, desahucios, corrupción… ¿Qué
puedo hacer para que los críos, que voy a encontrarme en unos minutos
con sus pesadas mochilas llenas de libros y cuadernos, pillen el mensaje y no
sean pasto de las llamas de este infierno futuro que parece esperarles? ¡La que
se les viene encima!
Comienzan
las clases y volvemos a la pasividad de unos, a las risas de otros y sólo un reducido
número de alumnos trabaja de verdad, en ese campo de minas académicas que
supone no tener tranquilidad para hacer las cosas medianamente bien.
Recuerdo
que cuando yo tenía su edad, siempre había uno o dos compañeros que no hacían
nada y su perfil era poco aconsejable para el resto, por lo que me da la
sensación de que se les daba por perdidos prematuramente. Solían ser fumadores
empedernidos a su corta edad, callejeros y, aunque el resto no íbamos hechos un
pincel como ahora, bastante desarrapados.
Hoy
las cosas han cambiado mucho y son bastantes más los que trabajan poco o nada, con
un perfil que nada tiene que ver con el de aquellos años. Los que lo hacen de
verdad son mirados mal y señalados por el resto y hay una masa anodina que
pulula en la mediocridad.
Desde
hace mucho tiempo me preocupa esta situación y trato de hacer lo que está en
mis manos para revertirla, pero me temo que hace falta algo más que eso. Además
de un profesorado implicado y comprometido con estos alumnos, que no siempre
existe, o al menos con ganas ¿no haría falta algo más de exigencia por parte de
mucho de los padres que están tras estos niños? La mayoría tiene de todo, lo
consigue con excesiva facilidad y sin mucho esfuerzo. ¿No deberíamos ponernos
de acuerdo, pero de verdad, no sólo de boquilla, unos y otros, para que estos
futuros adultos comiencen a valorar lo que tienen, lo que se hace por ellos y
lo que cuesta salir adelante en la vida? porque con la que está cayendo y lo que
les espera ahí afuera, no tengo yo nada claro que estemos poniendo los
cimientos necesarios para la nueva sociedad que nuestros hijos y alumnos se van
a encontrar cuando salgan a esa vida tan desconectada de la realidad del aula,
aunque eso ya es otro problema más que añadir al cesto de nuestra propia
incompetencia.
Javier
Lozano
17/03/2013
Para mi está muy claro. A mis hijos no les ha faltado nada de lo que de verdad es importante.
ResponderEliminarPeo TODO lo que han conseguido les ha costado su esfuerzo en mayor o menor grado.
Hay cosas por las que no pasamos ni mi marido ni yo y lo tienen tan claro desde siempre que, no se si les pasa o no por la cabeza, pero pedirlo no lo piden... Cosas como deportivas de 100 euros o cosas así pudiendo comprarlas mas que decentes por 30...
Ambos tienen movil pero SOLO lo usan para hacer llamadas estrictamente necesarias, o para escuchar música cuando vamos en el coche o esperamos en alguna consulta.
Ambos tienen su portátil que usan exclusivamente para estudiar y cuando quieren poner algún juego o necesitan entrar en Internet primero nos piden permiso; por supuesto ninguno tiene cuenta en ninguna red social... Últimamente juegan por Internet una especie de liga de fútbol con un montón de críos del cole y siempre supervisada por nosotros... Además no pueden entrar en el chat de la liga¡¡
A nosotros SIEMPRE nos felicitan por el comportamiento de nuestros chicos; en el cole, la familia, los amigos, en cualquier lugar...
Algo estaremos haciendo bien porque son chicos cariñosos, amables, educados, disciplinados cuando es realmente necesario y siempre saben estar en su lugar cuando toca¡¡
Estoy muy orgullosa de ellos y se que aunque no acaben el insti con las mejores notas de la historia ni de lejos, el día de mañana serán hombres de una pieza, de los que no se encuentran muy a menudo¡¡¡ :)
Saludos Javier y un besazo¡¡