domingo, 22 de marzo de 2020

Tras la pantalla


Ya ha pasado la primera semana de aislamiento por el puñetero virus que un día decidió dar la vuelta al mundo como Willy Fog y aquí seguimos tratando de asimilar que no podemos salir ni a la puerta de la calle. Vamos que de cuento chino nada de nada.

Están siendo días de muchas noticias de todo tipo de las que ya no sabes que creerte porque ente algunas falsas, listos salidos de todos los rincones, gente dispuesta a ver en esto el fin del mundo y toda clase de historias, casi vale más no salir de casa de verdad, pero la tecnología, esa ventana al mundo que nos debería ayudar, muchas veces hace justo lo contrario.

Como ya conté sigo encerrado en mi cuarto de los libros como yo le llamo, en mi mesa, que si hablara… os contaría muchas cosas. Aquí sin ver a la gente que tanto quiero, solo a través de una minúscula pantalla y durante escasos minutos al día, pero no queda otra, ya llegarán los abrazos y besos, los paseos y muchas otras cosas más. De momento trato de hacer desde aquí mi trabajo mientras esto del encierro dure.

También entre la gente que echo de menos están mis alumnos, esos personajes de los que tanto hablo y que a veces… bueno, ahora me acuerdo solo de los ratos que pasamos juntos y que volverán antes de que nos demos cuenta, aunque el camino hasta ese momento va a ser duro, muy duro. En clase unos días te ponen a cien y otras te ríes con ellos. Ahora como no tienen al compañero para enredar, su comportamiento al otro lado de la pantalla, tras la cámara, es curiosamente distinto. Si en clase estuvieran así…

Esta semana ha tenido momentos de seriedad, tratando de explicar cuestiones de álgebra a las que han atendido fenomenal, pero también ahí ha salido la gracia que tienen a flor de piel fruto de esa ingenuidad fuera de toda duda. Os cuento dos o tres cosillas que estos días que estamos así vienen bien para sonreír, al menos a mí me han ayudado, además de con sus sonrisas, con estas gracias, a pasar mejor el trago del confinamiento.

La primera sonrisa fue a través del correo electrónico. Tenían que mandar una pequeña presentación en Power Point, algo que les gusta y hacen enseguida, sobre el reino moneras, ese grupo creado al clasificar a los seres vivos que consta de organismos unicelulares sencillos como bacterias y… bueno, pues recibo uno de los trabajos bajo el nombre de reino morenas. La verdad es que los ojos me hacían chirivitas, pero al abrirlos nada, ni morenas ni rubias, mi gozo a un pozo, el chico simplemente no debía tener muy claro el nombre.

Una llamada por Skype, la contesto y era un chico de trece años de 2º de ESO que me llama todos los días por las dudas. No entiende unos problemas. No te preocupes, vamos a ver. Lo leemos y le hago una pregunta muy complicada. ¿Cuántos grados tiene un ángulo recto? Todo es mirar ara arriba y luego a los lados, su sonrisa le delata, ni idea. Le digo la respuesta y se lo explico. Vamos al siguiente le digo. Nos ponemos y me la vuelvo a jugar, si es que no aprendo. Se me ocurre preguntarle qué es el perímetro de algo y juega con lo que lleva en la mano, mueve sus pies. Ni idea. Para terminar, le vuelvo a hacer una pregunta más. Vamos a ver ¿Cuántas patas tiene un conejo? Y sin pensarlo, con cara de soltura y felicidad contesta… dos. Me lo temía, este chico solo vio la última vez un par de patas entre el tomate que preparó su madre de segundo plato. ¡Es increíble!

Tras esta dura semana mañana con ilusión a por la segunda. Mis chicos esperan que les ayude y aquí estaré esperando sus sonrisas y alguna de las que ellos me regalan. También quiero una tuya. ¿Me la regalas?

Fco. Javier Lozano, 22 – marzo – 2020

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