Ya
ha pasado la primera semana de aislamiento por el puñetero virus que un día
decidió dar la vuelta al mundo como Willy Fog y aquí seguimos tratando de
asimilar que no podemos salir ni a la puerta de la calle. Vamos que de cuento
chino nada de nada.
Están
siendo días de muchas noticias de todo tipo de las que ya no sabes que creerte
porque ente algunas falsas, listos salidos de todos los rincones, gente
dispuesta a ver en esto el fin del mundo y toda clase de historias, casi vale
más no salir de casa de verdad, pero la tecnología, esa ventana al mundo que
nos debería ayudar, muchas veces hace justo lo contrario.
Como
ya conté sigo encerrado en mi cuarto de los libros como yo le llamo, en mi mesa,
que si hablara… os contaría muchas cosas. Aquí sin ver a la gente que tanto
quiero, solo a través de una minúscula pantalla y durante escasos minutos al
día, pero no queda otra, ya llegarán los abrazos y besos, los paseos y muchas
otras cosas más. De momento trato de hacer desde aquí mi trabajo mientras esto del
encierro dure.
También
entre la gente que echo de menos están mis alumnos, esos personajes de los que
tanto hablo y que a veces… bueno, ahora me acuerdo solo de los ratos que
pasamos juntos y que volverán antes de que nos demos cuenta, aunque el camino
hasta ese momento va a ser duro, muy duro. En clase unos días te ponen a cien y
otras te ríes con ellos. Ahora como no tienen al compañero para enredar, su
comportamiento al otro lado de la pantalla, tras la cámara, es curiosamente distinto.
Si en clase estuvieran así…
Esta
semana ha tenido momentos de seriedad, tratando de explicar cuestiones de
álgebra a las que han atendido fenomenal, pero también ahí ha salido la gracia
que tienen a flor de piel fruto de esa ingenuidad fuera de toda duda. Os cuento
dos o tres cosillas que estos días que estamos así vienen bien para sonreír, al
menos a mí me han ayudado, además de con sus sonrisas, con estas gracias, a
pasar mejor el trago del confinamiento.
La
primera sonrisa fue a través del correo electrónico. Tenían que mandar una
pequeña presentación en Power Point, algo que les gusta y hacen enseguida,
sobre el reino moneras, ese grupo creado al clasificar a los seres vivos que consta
de organismos unicelulares sencillos como bacterias y… bueno, pues recibo uno
de los trabajos bajo el nombre de reino morenas. La verdad es que los ojos me
hacían chirivitas, pero al abrirlos nada, ni morenas ni rubias, mi gozo a un pozo,
el chico simplemente no debía tener muy claro el nombre.
Una
llamada por Skype, la contesto y era un chico de trece años de 2º de ESO que me
llama todos los días por las dudas. No entiende unos problemas. No te
preocupes, vamos a ver. Lo leemos y le hago una pregunta muy complicada.
¿Cuántos grados tiene un ángulo recto? Todo es mirar ara arriba y luego a los
lados, su sonrisa le delata, ni idea. Le digo la respuesta y se lo explico.
Vamos al siguiente le digo. Nos ponemos y me la vuelvo a jugar, si es que no
aprendo. Se me ocurre preguntarle qué es el perímetro de algo y juega con lo
que lleva en la mano, mueve sus pies. Ni idea. Para terminar, le vuelvo a hacer
una pregunta más. Vamos a ver ¿Cuántas patas tiene un conejo? Y sin pensarlo,
con cara de soltura y felicidad contesta… dos. Me lo temía, este chico solo vio
la última vez un par de patas entre el tomate que preparó su madre de segundo plato.
¡Es increíble!
Tras
esta dura semana mañana con ilusión a por la segunda. Mis chicos esperan que
les ayude y aquí estaré esperando sus sonrisas y alguna de las que ellos me regalan.
También quiero una tuya. ¿Me la regalas?
Fco.
Javier Lozano, 22 – marzo – 2020
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