Esta
mañana hace calor y el aula respira silencio. Un examen de matemáticas hace su
efecto. Tras esa quietud se unen, en perfecta sintonía, esfuerzo y recompensa.
Han sido días de mucho trabajo apoyados en el compañerismo, donde las dudas han
ido resolviéndose con mi trabajo de mesa en mesa, de cuaderno en cuaderno, de
ecuación en ecuación, revisando número a número y signo a signo, pero también
el de todas aquellas personas, alumnos y alumnas que han estado apoyándose con
un gran interés, implicándose, y ya de paso aprendiendo, en el ejercicio de la
persona que necesitaba aclarar dudas. Los que nunca quieren trabajar, en su
minoría, salvo algún caso excepcional, han seguido su errático camino cargados,
como ya venían, de vagancia y desidia por el estudio, pero sobre todo por el
mencionado y tan necesario esfuerzo imprescindible para un futuro cada día un
poco menos lejos y del que desconocen unas consecuencias, que hoy ni siquiera
vislumbran desde su adolescencia, bien cubiertas sus necesidades desde el amor de unas familias que les dan
todo sin esperar nada a cambio y donde se pierde, en pos de su teórica felicidad
futura, cualquier exigencia que ayudaría a fortalecer esa personalidad, hoy
todavía en formación.
Tengo
curiosidad por los resultados, a la vez que mucha confianza en ellos. Esta vez
han sabido trabajar mucho mejor y quiero y espero que salgan lo mejor posible
para que aprendan que ese valor tan devaluado hoy como es el esfuerzo merece la
pena, que cuando se lucha por algo, cuando se consigue llega a nuestro ser esa
paz y esa sensación de felicidad que solo sabe dar el trabajo bien hecho.
Las
caras no son las de cualquier otro examen, en este han sabido meterse de lleno
y se nota en sus rostros serenos, más que preocupados o nerviosos, en sus
miradas de confianza en sí mismos. Ojalá mañana al darles sus resultados, el
momento sea una fiesta y que, tras ese momento, al tomar conciencia y
consciencia de sus logros esta mañana marque un antes y un después. Solo quiero
que sea el despegue para muchos hacia su incipiente madurez.
Hoy,
mi impaciencia por los resultados casi es mayor que la de ellos. Quiero que
venzan la indolencia de la edad, que descubran sus lagunas para erradicar todos
los errores posibles porque, como decía Lawrence M. Kraus “El propósito de la educación
no es medir la ignorancia, sino superarla”
Espero
que esta vez sea la definitiva, ese paso que todos necesitan y para el que,
aunque muchos sigan ignorándolo, les seguiré tendiendo mi mano para que, a ser
posible, al día siguiente no volvamos ya jamás a cometer los mismos errores de
siempre. ¿Será posible? No sé yo.
Fco.
Javier Lozano - 27 - febrero -2020
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