miércoles, 29 de enero de 2020

Luchando contra los elementos


“Es que se me olvida. He mirado vídeos en Internet, pero luego me lío”. El alumno que me está diciendo esto, se ha sentado en una silla junto a mí y compartimos mi mesa. Mañana tiene una recuperación y “eso de las corcheas no lo llevo bien” me comenta. Le tengo que recordar que se llaman paréntesis y corchetes, que lo otro es cuestión de la clase de música. “¡Ah! los corchetes esos” me dice con una sonrisa.

Se agobia en clase, aunque a la vez igual se estira y bosteza como habla con el de al lado, además de no concentrarse en la mayoría de las ocasiones y ya, eso de trabajar en clase, o nada o lo justo si llega. Ya me dijo el primer día de curso que eso de las matemáticas no era lo suyo, que necesitaría que le ayudara. En ello estamos.

La fecha de lo de mañana se puso ya hace mes y medio con la intención de que se fueran preparando poco a poco, con tiempo y pudiendo preguntar dudas, aunque no ha servido de gran cosa. Una asignatura como esta y con un nivel tan mínimo como el que se pone en la Formación Profesional Básica, para que aprendan de nuevo a organizarse y a trabajar, no es complicada con un mínimo de atención y de trabajo en clase, algo que es difícil que exista con el ambiente que se suele crear en las aulas un día sí y al otro también.

El hervidero de voces que no cesan, de apelativos poco cariñosos entre ellos, aunque son sus formas de llamarse, sus insultos que sin querer ofender en más de una ocasión terminan con cuatro empujones y siendo separados por unos compañeros, mientras los otros jalean la posible pelea que al final nunca suele llegar, los bocadillos que asoman por doquier o los malditos móviles, la mayoría de las veces con juegos en línea... todo esto hace que la clase sea casi siempre un imposible, un aula inverosímil llena de carencias por cubrir y de necesidades que tratas de afrontar como buenamente puedes y que a un recién llegado a este gran mundo educativo le harían replantearse tal vez su vida metido en estas lides.

En medio de este batiburrillo de circunstancias y sensaciones, seguimos él y yo en mi mesa. Buscamos unos ejercicios para que repase lo que venía a preguntarme y a duras penas consigo que cosas tremendamente triviales sean, ya no entendidas, un poco mecanizadas por mi alumno que intentarlo lo intenta, aunque me gustaría saber dónde está su cabeza cuando le cuento las cosas.

Llevamos ya un buen rato y, tras correcciones y correcciones a lo que va haciendo conmigo, resuelve (resolvemos) un ejercicio y ve que el resultado es correcto. Ha merecido la pena luchar contra todo lo que había a nuestro alrededor. De repente ante su logro, una sonrisa enorme de satisfacción asoma a su cara.
Fco. Javier Lozano - 29 - enero - 2020

4 comentarios:

  1. Javier ,eres muy grande , como persona y profesor. En 1º eso eras uno de los profesores q apoyó a Héctor. Ojalá en 4º eso le vuelva a tener como profesor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sé que Héctor me aprecia de verdad, como yo a él. En 4º no estaré, pero sabes que me puedes buscar siempre que me necesites. Muchas gracias

      Eliminar
  2. A veces esa sonrisa compensa un día de gritos, distracciones y momentos en los que me replanteo porque cada año que pasa los alumnos prestan menos atención y respetan menos a los maestros. Pero luego llega una sonrisa, un te quiero profe o un abrazo y olvido todo eso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes toda la razón Patricia, pero cada día va a más y casi todo el mundo mira para otro lado. La verdad es que suele compensar como dices, pero en el fondo nos va minando poco a poco. A mí me sigue ayudando la gran vocación que siempre he tenido por la profesión más bonita que existe, aunque últimamente se está deteriorando en muchos aspectos y se parece muy poco a la que yo conocí. Muchas gracias por tu comentario.

      Eliminar