Todavía recuerdo
aquel día en que su madre me pidió una entrevista porque alguien les había hablado
de mí y de mi conocimiento del TDAH. Nos reunimos en una pequeña tutoría y me
explicaron su problema. La niña, apenas de doce años, quería ir con sus amigas
a otro instituto cercano y la madre quería saber mi opinión y allí estuvimos
hablando y valorando la situación, siempre buscando lo mejor para la niña.
Cuando se despidieron les di mi número de móvil y quedamos en que me darían una
respuesta, pero en menos de dos minutos, antes de llegar a mi mesa del
departamento tenía la respuesta que había sido consensuada en un momento en la
puerta del centro. Todavía recuerdo la voz de la madre: “Javier, dice la chica
que después de conocerte en este rato que hemos estado hablando ha decidido que
quiere ir contigo, que le has caído muy bien”.
Fui
su tutor durante dos años, en un grupo que siempre recordaré. Conseguí que su
sonrisa resplandeciera, su alegría siguiera cada vez más viva y su ilusión por
salir adelante y ser una más de aquel grupo, siempre pendiente de cada uno de
sus compañeros. Pasaron los años y hemos tenido contacto muy de vez en cuando a
pesar de irse a vivir fuera.
Hace
unos días, otra exalumna encantadora de aquel gran grupo, con la que gracias a
las redes sociales había contactado, me dio la noticia de que la chica de la
que os estaba hablando se casaba este sábado. La felicité y me dijo que le
haría mucha ilusión verme. Bajé a darle un par de besicos antes de la ceremonia
y desaparecí, simplemente quería ser un insignificante recuerdo en tal vez, el día
más feliz de su vida. Y así lo hice.
Anoche
la madre, en un mensaje privado de una red social, me daba las gracias por acercarme
a darle ese besico que le había hecho mucha ilusión, algo que me alegró. Pero
posteriormente me comentó algunas cosas que me llenaron de un sentimiento mucho
más fuerte al decirme que su hija, aquella niña que yo conocí hace ya años, se
ha hecho toda una mujer y que parte de su evolución, trabajando, estudiando,
independizándose ya hace cuatro años y siendo responsable, ha sido gracias a mí,.
Posteriormente
me mandaba un mensaje para muchos de los que me leéis, me decía que os transmita
que los padres de hijos con TDAH no pierdan nunca la esperanza, que trabajen
visualizando el futuro aunque el presente sea muchos días complicado.
Es
más que evidente que mi trabajo con ella debió de dar su fruto, aunque seguro
que su evolución ha sido por el trabajo de todos, probablemente el mío el más
insignificante, pero desde luego es una muestra de que únicamente trabajando
juntos y sin desfallecer podemos ayudar a los chicos y chicas con TDAH (y sin
él) a construir un futuro esperanzador,
Por
eso cuando empieza cada curso, un año más, se necesitan fuerzas renovadas que
el propio día a día no ofrece pues nuestra labor no suele ser valorada como es
debido en muchas ocasiones, pero cuando llegan este tipo de agradecimientos
sinceros desde la humildad que reconoce un trabajo bien hecho, el principio de
curso ya se ve de otra manera. Ya no queda nada, en pocos días os cuento cómo
llegan el nuevo alumnado y cómo vienen de ilusiones y proyectos. Yo buscaré en
mi mochila sentimental y de ella extraeré la ilusión de aquel mi primer día cuando
empecé hace ya muchos años. Lo merecen.
Javier
Lozano, 10 - Septiembre - 2018
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