lunes, 10 de septiembre de 2018

Una satisfacción, muchos años después


Todavía recuerdo aquel día en que su madre me pidió una entrevista porque alguien les había hablado de mí y de mi conocimiento del TDAH. Nos reunimos en una pequeña tutoría y me explicaron su problema. La niña, apenas de doce años, quería ir con sus amigas a otro instituto cercano y la madre quería saber mi opinión y allí estuvimos hablando y valorando la situación, siempre buscando lo mejor para la niña. Cuando se despidieron les di mi número de móvil y quedamos en que me darían una respuesta, pero en menos de dos minutos, antes de llegar a mi mesa del departamento tenía la respuesta que había sido consensuada en un momento en la puerta del centro. Todavía recuerdo la voz de la madre: “Javier, dice la chica que después de conocerte en este rato que hemos estado hablando ha decidido que quiere ir contigo, que le has caído muy bien”.

Fui su tutor durante dos años, en un grupo que siempre recordaré. Conseguí que su sonrisa resplandeciera, su alegría siguiera cada vez más viva y su ilusión por salir adelante y ser una más de aquel grupo, siempre pendiente de cada uno de sus compañeros. Pasaron los años y hemos tenido contacto muy de vez en cuando a pesar de irse a vivir fuera.

Hace unos días, otra exalumna encantadora de aquel gran grupo, con la que gracias a las redes sociales había contactado, me dio la noticia de que la chica de la que os estaba hablando se casaba este sábado. La felicité y me dijo que le haría mucha ilusión verme. Bajé a darle un par de besicos antes de la ceremonia y desaparecí, simplemente quería ser un insignificante recuerdo en tal vez, el día más feliz de su vida. Y así lo hice.

Anoche la madre, en un mensaje privado de una red social, me daba las gracias por acercarme a darle ese besico que le había hecho mucha ilusión, algo que me alegró. Pero posteriormente me comentó algunas cosas que me llenaron de un sentimiento mucho más fuerte al decirme que su hija, aquella niña que yo conocí hace ya años, se ha hecho toda una mujer y que parte de su evolución, trabajando, estudiando, independizándose ya hace cuatro años y siendo responsable, ha sido gracias a mí,.

Posteriormente me mandaba un mensaje para muchos de los que me leéis, me decía que os transmita que los padres de hijos con TDAH no pierdan nunca la esperanza, que trabajen visualizando el futuro aunque el presente sea muchos días complicado.

Es más que evidente que mi trabajo con ella debió de dar su fruto, aunque seguro que su evolución ha sido por el trabajo de todos, probablemente el mío el más insignificante, pero desde luego es una muestra de que únicamente trabajando juntos y sin desfallecer podemos ayudar a los chicos y chicas con TDAH (y sin él) a construir un futuro esperanzador,

Por eso cuando empieza cada curso, un año más, se necesitan fuerzas renovadas que el propio día a día no ofrece pues nuestra labor no suele ser valorada como es debido en muchas ocasiones, pero cuando llegan este tipo de agradecimientos sinceros desde la humildad que reconoce un trabajo bien hecho, el principio de curso ya se ve de otra manera. Ya no queda nada, en pocos días os cuento cómo llegan el nuevo alumnado y cómo vienen de ilusiones y proyectos. Yo buscaré en mi mochila sentimental y de ella extraeré la ilusión de aquel mi primer día cuando empecé hace ya muchos años. Lo merecen.

                                                            Javier Lozano, 10 - Septiembre - 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario