En la última entrada de mi blog
hablaba de mis alumnos y contaba la importancia de ver un puñado de sonrisas en
cualquier clase, pero especialmente en un lunes y además a las ocho de la
mañana. A raíz de esto y siguiendo mi habitual forma de actuar me ocurrió ayer
una cosa muy graciosa con un grupo.
Llegué
el viernes por la mañana dispuesto a solucionar un pequeño problema entre
chicos de mi grupo de tutoría. Ya sabéis que el tutor, al menos como yo lo
siento, es como ese padre que les sale en el cole y que tiene que ayudar a sus “hijos
e hijas” cuando se meten en líos o están a punto de hacerlo. Éste era el caso,
así que fui al aula, abrí, dejé sobre la mesa mis cosas y salí al pasillo.
En
ese momento comenzaban a entrar los primeros alumnos que tenían sus clases en
mi planta. Hacia mí venía uno de los que iban a tener matemáticas conmigo a
primera hora y al pasar le saludé y, bromeando, le pregunté dónde estaba su
sonrisa. Él sonrió y cuando iba a retomar la marcha le pedí que me hiciera el
favor de mirar a sus compañeros y que no dejara entrar a clase a ninguno que no
trajera puesta una sonrisa. Luego me fui hacia la escalera a ver si encontraba
al personaje que andaba buscando.
Pasé
un rato ante la marabunta de chicos y chicas que subían, ya a esas horas de la
mañana, hablando, gesticulando y gritando –de dónde sacarán tanta energía tan
pronto- y al ver que no pasaban los de mi grupo caí en la cuenta de que
seguramente no tenían su primera clase allí sino en otra parte del edificio.
Así que volví sobre mis pasos saludando a unos y a otros y me dirigí de nuevo
al aula donde había dejado mis cosas.
Al
volverme no daba crédito a lo estaba viendo. Todas las aulas habían ido
engullendo alumnos dejando el pasillo vacío, excepto la mía. Allí al final, en
la puerta a la que yo me dirigía había un pequeño atasco y pensé que tal vez no
había sido buena idea dejarles solos y aceleré mi pasó hasta que comprendí lo
que pasaba. ¡Impresionante! El chico al que yo había pedido en broma el favor
de revisar las caras de sus compañeros, estaba en la puerta asegurándose de que
cada uno de ellos entrara a clase portando en su rostro la mejor de sus
sonrisas. Nunca me lo habría imaginado.
Al
final igual no es tan complicado hacer funcionar las emociones que nos permitan
un acercamiento a nuestros alumnos para poder trabajar mejor con ellos. Sin
menospreciar ninguna teoría de las que has mostrado su eficacia a lo largo de
los años, ni de las que afloran cada cuatro días con aires de novedad, tal vez
deberíamos creer más en nuestras posibilidades comunicativas y en todo aquello
que permita a alumno comprobar que estamos a su lado para darle nuestra mano y
ayudarle a seguir caminando en un ambiente que a menudo le resulta más hostil
de lo que debería.
Javier
Lozano 25 – Septiembre - 2015
Me ha encantado. Fijate de q manera lo conseguiste. Yo creo q de alguna manera empatizas con ellos,a lo mejor por esas ganas q tienes,ojalá hubiera más.Un abrazo. Eres grande
ResponderEliminarQue fácil resultaría la mayoría de las veces tal y como lo cuentas, siempre he pensado que en la educación primero son los padres pero claro luego vamos al cole / instituto y va y se fastidia. Mis hijos se van haciendo mayores pero recuerdo sus años de colegio /instituto y echo de menos haber tenido ésa clase de profesionales como tú con esa sensibilidad y empatía, sobre todo recuerdo los años de Víctor (mi tdah) así que ENHORABUENA por ser como eres, por hacer felices a tus alumnos, como madre te digo que no tiene precio. No cambies nunca. Un abrazo
ResponderEliminarSé lo que significa todo eso que cuentas Asun y te puedo asegurar que lo hago con cariño, por los alumnos en primer lugar, pues ellos son mi objetivo principal, también por las familias que viendo al niño mejor apoyarán más, pero egoístamente por mí porque creo que cuanto mejor esté anímicamente mejor estaré para ellos. Por todo esto cada día al entrar al aula me pongo mi mejor sonrisa, independientemente de los problemas personales que todos tenemos y que yo personalmente dejo siempre fuera del aula. Muchas gracias Asun. Besos
ResponderEliminarTienes toda mi admiración y desde hoy si cabe mucho más.
ResponderEliminarEs un honor contar, si me permites decirlo, con tu amistad. Un saludo
Muchas gracias una vez más. Claro que puedes contar conmigo y mi amistad siempre que lo necesites. Besos Asun
ResponderEliminarSe lo tomo a pecho el chaval, una maravilla, me quedé con gusto a poco, que hicieron los demás, entraron por fin dando una sonrisa o se negaban a tal petición... Es increible eso de manejar las emociones, claro está que es mejor dejarlas fluir y estar atentos a ellas. Un gusto leerte Javier, hace mucho no me pasaba por acá.
ResponderEliminarAsí es, prefiero que las emociones fluyan por sí mismas, que el propio niño las maneje con soltura, por eso me gusta dar esos pequeños toques que permitan que la motivación que proporcionan haga que aparezcan cada vez con mayor frecuencia. Lo más bonito de la historia no fue solo que entraran aquel día cada uno con su sonrisa, sino que desde entonces cada mañana cuando llegan al aula, e incluso cuando nos cruzamos por los pasillos, me hacen el gesto colocando sus dedicos a ambos lados de sus bocas de que llevan la sonrisa puesta. Mereció mucho la pena Amanda.
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