miércoles, 26 de agosto de 2015

Sacando punta a las ilusiones


Una vez más llega el final del verano. Aquellos que parecían eternos cuando yo era niño ya no existen, tal vez porque entonces el tiempo lo controlaban nuestros mayores y hoy somos nosotros mismos y nos empeñamos en poner fechas a las que queremos llegar para hacer esto o lo otro, ir aquí y más tarde allá.

Echando la vista atrás veo que lo he aprovechado. Lo más importante es pasar el tiempo en buena compañía, estar con quien quieres y disfrutar de lugares donde estés a gusto y, a ser posible, conseguir un grado de relajación que te permita, al menos mentalmente, afrontar el próximo curso escolar en mi caso, aunque en realidad a los cuatro días ya andas a veces subiéndote por las paredes.

He podido disfrutar de Teruel, ciudad de los amantes, el torico y joya del arte mudéjar, acompañado por cuatro grandes profesionales formando un quinteto de ponentes en su Universidad de verano rodeado de unos alumnos excelentes. De vuelta a Zaragoza aproveché para quedar con un pequeño grupo de mis queridos antiguos alumnos del entrañable y ya desaparecido colegio San Juan de la Peña”.

De ahí marché a mi lugar preferido en vacaciones, Moros (Zaragoza), el pueblo de mi familia y al que tengo por mío, donde la relajación se palpa en sus calles y en la charla con sus gentes. Allí he disfrutado de sus fiestas acompañado por mis mejores amigos. Por si fuera poco fui invitado por Paco, todo un gran personaje, a participar en las cenas que todos los sábados de julio y agosto celebran en las piscinas. Nada menos que alubias con sepia y almejas que estaban… el recibimiento y el trato fueron espectaculares. Unos días a la playa iban a cerrar el deambular de un lugar a otro, pero Paco tuvo la culpa de que dos sábados después estuviera,  también con mis mejores amigos, en el pueblo para cenar con todos de nuevo. Una noche inolvidable con canciones, chistes y una temperatura al aire libre espectacular.

Después un verano así, salpicado de buenos momentos, algunos más puntuales de esos que no querrías que terminaran nunca, de gente que te muestra su cariño abiertamente con verdadera ilusión y de amigos que te demuestran que no estás solo, poco más se puede pedir. Aunque la vida no nos sonría siempre, sentirse querido, arropado por los amigos, hace que el día a día, que a veces es tortuoso, tenga otro color.

Ahora, aunque nunca he dejado de pensar en ellos, me toca redirigir mi vida y volver la vista y toda mi ilusión hacia mis alumnos, unos jóvenes a los que dejé hace un tiempo para que ellos descansaran igualmente (sí, del profe también lo más seguro) y que en unas semanas esperarán mucho de mí, que les ayude a ver la vida de otro modo, y les enseñe a ilusionarse y a descubrir nuevos horizontes más allá de los libros de texto y las calificaciones.

En unos días volveré a mi escuela a preparar su llegada, mientras tanto reuniones y más reuniones harán que vayamos olvidando el tiempo de descanso disfrutado, que no los recuerdos. El secreto para un buen curso es hacer que sus días de clase, gracias a nuestro trabajo, sean motivadores e ilusionantes para que vengan a disfrutar.

Sé que es muy complicado, pero ya que la escuela de hoy es como es, tratemos de hacerles ver las cosas de otra manera, echémosle ganas e imaginación para que cada momento sea una oportunidad de aprender y no un tiempo de espera para poder escapar del aula y respirar el aire fresco del exterior, de la vida real, a la que tanto tenemos que acercar nuestros pasos.


Fco. Javier Lozano – 25 – Agosto - 2015

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