jueves, 30 de julio de 2015

Al compás de una bonita canción

Hoy me ha tocado ir a comprar algunas cosillas con el coche, y me he dirigido hasta un centro comercial que me permitiera un pequeño paseíllo de unos minutos por debajo de algún árbol recibiendo el cariño de la brisa, que esta mañana acariciaba la piel de una manera especial tras tantos días de calor agobiante, los abrazos del viento, que hoy estaba más sensible, o los besos de esos pajarillos que tanto alegran una mañana a cualquiera.

Tras realizar la compra, aconsejado por una chica muy agradable, con unos ojos preciosos, que me he fijado ¿para qué mentir? me he vuelto para casa porque la hora de comer siempre te obliga de algún modo a regresar.

Iba yo tranquilamente conduciendo, sin prisa, sin esa ansiedad que se genera a veces cuando no estás de vacaciones, algo cargado de emotividad escuchando una canción de Serrat cantada con Sabina, el clásico “Tu nombre me sabe a hierba” en el momento que dice… ”Porque te quiero a ti, porque te quiero, aunque estás lejos yo te siento a flor de piel” casi hasta el punto de echar un par de lagrimillas, en un ambiente muy mío, muy de relajación y en mi mundo, en mis cosas, cuando por el aire, que como decía antes hoy anima el espíritu, me he visto obligado a bajar la ventanilla para poder disfrutar de él. La música que sonaba en el interior del vehículo no era ni tan alta ni tan estridente como la de esos coches, generalmente oscuros y de tamaño reducido que, habitados por un veinteañero, martillea los oídos ajenos porque eso de que la educación y el respeto a los demás no tienen muy claro en qué consiste, y no se han parado a pensar que a todos no nos gusta ni la misma música ni el volumen a la que la oyen, que no la escuchan.

De repente miro a mi izquierda al parar en un semáforo, y veo que la mujer que ocupa el coche parado a mi lado, mira medio de reojo como queriendo escuchar mi música. No era joven precisamente, mi tipo tampoco todo hay que decirlo, pero me ha hecho gracia su gesto que era como de sorpresa por lo que escuchaba. Me he dado cuenta que los años van pasando y que la gente se extraña de cosas que ayer eran tan habituales, que tocaban corazones y hoy parecen simplemente acariciar recuerdos.

Me he dado cuenta de que la sensibilidad sigue por ahí pululando, que no se ha perdido. Un oído es capaz todavía de discernir entre un compás agradable y un zapato. No quiero decir que mi música sea la mejor, ni ninguna, además a mí me gusta casi toda, simplemente que me ha llamado la atención cómo los sentimientos vuelan todavía como anudados en el aire a cada uno de los te quieros que seguramente se escapan de nuestras bocas y se pierden en la imposibilidad de posarse en la flor adecuada para siempre.

Javier Lozano 30 – Julio - 2015

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