lunes, 19 de enero de 2015

¿Profesionalidad versus vocación?

Hace unos días escuchaba cerca de mí una conversación en la que estaban hablando del trato recibido por el alumnado de parte de los profesores, aunque la realidad era otra, ya que debatían sin darse cuenta de la percepción del mismo que tienen las familias, lo que llevó al erróneo, delicado y peligroso problema de la generalización, del que no suelen salir bien parados ni unos ni otros, ni los buenos, ni los malos. Personalmente siempre he creído que no se hace justicia a nadie.

Al final no lo pude remediar y enseguida me vi participando de la conversación defendiendo lo que tan meridianamente pasaba por mi cabeza, como, a la vez, bombeaba mi corazón de docente comprometido con mis alumnos

En un momento determinado, un compañero de profesión me hace la pregunta del millón... " ¿qué prefieres un profesional sin vocación o un vocacional que no sea profesional? y contestándose él mismo asegura que él ha tenido muchos compañeros y que sin dudarlo prefiere un profesional que no sea vocacional.

Ante mis argumentos y algún ejemplo de mi vida diaria, tanto en el aula, como en los pasillos, el recreo o la propia calle, y no tiene por qué ser en mi horario escolar, la discusión languidece porque planteo como contrapunto algunos interrogantes que me parecen claves y que, una vez aclarados, pueden dar luz a una discusión, en mi humilde opinión, tan estéril como absurda. ¿Es posible en la educación que un profesional de verdad no tenga una mínima vocación? ¿Es posible que un maestro verdaderamente vocacional no sea un buen profesional en algo que realmente le gusta? Me temo que ambas cuestiones, profesionalidad y vocación, van en esta profesión estrechamente unidas, eso sí, en mayor o menos porcentaje de cada una según la persona y sus cualidades personales. ¿No creéis? Tal vez, eso sí, podemos tener a más de algún infiltrado, pero esos ¿pueden ser considerados educadores? Seguramente ahí radica el problema y no en la confrontación de la dos cualidades a las que antes aludía, o ¿es que puede existir un río sin peces, una primavera sin flores o un niño sin sonrisa? No sé, pero muy normal no sería.

                                               Javier Lozano  19 - Enero -2015

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