Hace unos días pasaba por la
puerta de un aula. En mitad del pasillo una chica de bachillerato lloraba
desconsolada. No la conocía y me acerqué a ver si podía sacarla de su sofocón
de algún modo. Poco a poco me contó que un examen le había salido fatal después
de meterle muchas horas de estudio. Al final conseguí una sonrisa y sus
lágrimas fueron desapareciendo. Ahora siempre que me ve por la escuela me
regala una sonrisa.
Por
esos mismos días uno de mis alumnos me dice que necesita hablar conmigo. Al
finalizar la clase me cuenta su problema. Una chica le gusta y no sabe cómo
acercarse a ella y quiere que le oriente, que le diga qué puede decirle. Al día
siguiente me dice que por fin se decidió a entablar una conversación con ella
pero que le dijo que era muy joven y no quería todavía tener novio. Cosas de un
adolescente de casi catorce años.
La
semana pasada una de mis alumnas necesita hablar conmigo y quedamos para pasear
por el recreo. Me explica que lo ha vuelto a dejar con el mismo chico con el
que ya rompió el curso pasado. Está mal porque no le habla y me cuenta sus
preocupaciones. Consigo que racionalice un poco la situación y que se dé cuenta
de que hay más chicos y cosas más importantes, de momento ella misma.
Esta
semana se repitió por enésima vez algo precioso. Entro al aula de un grupo de
primero de la ESO y habían llenado la pizarra de frases de lo más bonito y
agradable… “Te quiero”, “Te queremos”, “Eres el mejor profe”, “Nos gusta cómo
nos das las clases”… e incluso simpáticas y bromeando como… “Guapooo” “Tío
bueno”. Lo curioso de este grupo es que cuando llego suelen estar
revolucionados con el anterior profesor y cuando sale por la puerta, todos se
van sentando y se quedan en silencio para empezar la clase. Simplemente les
dije uno de los primeros días que es así como me gusta que actúen. Muchos días
al tocar el “din don” me dicen ¿Ya se ha terminado? Este grupo trabaja bien y
ha sacado unas notas de matemáticas muy buenas. Me recuerda aquello que leí hace
tiempo de que los niños aprenden con aquellas personas que les demuestran
cariño y yo la verdad que lo hago, como no puede ser de otra manera, aunque lo intento
con todos igual y cada grupo responde de un modo distinto.
Os
contaría muchas más anécdotas ocurridas a lo largo de mi vida docente, como la
niña que se equivocó y me llamó papá o el alumno que hace unos días necesitaba
al final de clase un abrazo y un beso, cuando antes le había llamado la
atención y había reconocido su error o tantas otras. Yo creo que al entrar al aula, todos los docentes, o al
menos la mayoría, esperamos que la cosa funcione y eso, traducido a un lenguaje
de efectividad y, por qué no decirlo, de relativa comodidad, significa que el
alumnado haga caso y se porte bien, ni más, ni menos. Todo esto es deseable y
hasta moralmente bueno, pero la clave… ¿cómo se consigue eso? La cosa no parece
sencilla pero tampoco es algo inalcanzable. El secreto es la cercanía.
Ser
cercano no es ser el colega o el amiguete de turno aprovechando las
circunstancias coyunturales del momento, no es reír las gracias ni dorar la
píldora a nadie. Ser cercano es conocer a la persona que tenemos junto a notros
a diario, ese alumno o esa alumna que vive su propia vida y, como la nuestra, con
alegrías y penas, así como problemas que resolver constantemente. Si sabemos en
qué terreno pisa, tendremos más posibilidades de ayudarle a solucionar sus dificultades
y tal vez un día sienta que fuimos importantes en su vida.
“La
cercanía no tiene que ver con la distancia, si no con el latir del corazón”
Zaragoza 11 – 12 - 13
Que bonito lo que cuentas, que suerte tienen esos chicos/as de tenerte como profe. Mi hijo, gracias a Dios, ha tenido unos profes que lo han entendido y ayudado mucho y lo siguen haciendo, aunque él no tiene esas preocupaciones de adolescente aún, tiene nueve años, es tda-h, su único problema son las mates, pero con constancia y ayuda podremos. Gracias a los profes que sois tan cercanos.
ResponderEliminarBueno, escribo por segunda vez a ver si ahora se publica. Me gusta mucho lo que has escrito, que suerte tienen tus alumnos de tenerte como profe, si todos se preocuparan de ser más cercanos las cosas irian mucho mejor. Por suerte mis hijos van a un colegio bastante familiar, aunque cada vez hay más niños( es público), y tienen unos profes estupendos, con el mayor me han ayudado y ayudan mucho, tiene nueve años, está en cuarto y es tda-h, de momento su gran problema son las mates, pero gracias a esa cercania las cosas se llevan mejor. Gracias a los profes que sois tan cercanos.
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