Un
día terminas de leer un libro y te deja esa especie de regustillo que te hace
dudar sobre lo siguiente que vas a leer. Comienzas a buscar en tu biblioteca
personal y lo primero que haces es ir en busca de esos que no has leído todavía
y que guardas para que cada uno de ellos sea “el siguiente”. Tomas uno entre tus manos y es demasiado largo, ése
mejor para cuando lleguen las vacaciones de verano que tendré más tiempo, este
otro tiene la letra demasiado pequeña y no me apetece, este trata un tema que
después del que acabo de leer no me atrae lo más mínimo, y así sucesivamente
hasta que dejas de buscar entre los que te esperaban desde hace tanto tiempo y
que al verte llegar parecían hasta alegrarse. ¿No te ha pasado a ti? A mí suele
pasarme a menudo cada vez que llego a la última página del que acabo de disfrutar.
Al final dejo de buscar y me pongo a hacer cualquier otra cosa.
Pasados
algunos minutos, no muchos, porque el gusanillo de la lectura si está bien
alimentado te urge más letras que digerir, te levantas y vuelves a dónde ya has
estado antes y repasas, éste no, éste tampoco y revisas incluso los ya leídos y
entre ellos te diriges a uno que te parece nuevo. No, simplemente no has reconocido
su lomo, pero recuerdas las aventuras que viviste con él. Nada, un sencillo
error que te transporta algunos meses e incluso años atrás y lo leíste cuando
estabas en… o con… nada, que no encuentras ninguno, hasta que de repente ves
uno que te mira especialmente. Tienes la certeza de no haberlo acariciado nunca
y de que jamás sus historias pasaron por tu cerebro, para que una vez vividas se
conviertan en tu corazón en parte de tu imaginaria vida literaria, algunas
veces tan vívida y real como las personas que en ese momento imaginaste.
Hace
unas semanas me ocurrió esto que os cuento con un libro que permanece en mis
estanterías hará concretamente, a finales de agosto, la friolera de treinta
años. Era un viaje especial y unos familiares que iban a trasladarse de ciudad
querían deshacerse de un montón de libros. Yo estaba de visita a casi mil kilómetros
de casa con un maletero pequeño y con poco sitio para meter casi nada, pero
eran libros. Ante la propuesta de “échales
un vistazo y llévate los que quieras, si no tendremos que tirarlos” la
parte de mi corazón unida a la literatura se encogió e hice lo que pude para
poder salvar el mayor número posible de ellos. Creo que allí no quedó ni uno y
eso que alguno la verdad… pero eran libros. Al llegar al lugar donde me
hospedaba hice lo posible para embutir todos aquellos ejemplares y por fin
llegaron a casa.
Después
de aquél viaje, un cambio de casa y muchas más vicisitudes en mi vida ha pasado
mucho tiempo. Hace unos días necesitaba un libro para saciar mi hambre literaria
y llegué hasta él. Como escondido en el lugar más humilde de mi biblioteca,
allí en un rincón, como protegido entre otros dos compañeros suyos estaba él,
blanco, pequeño, no, no era Platero, era un pequeño libro de Mario Benedetti titulado
“Quién de nosotros” que llevaba
tiempo esperando que alguien se acordara de él, porque jamás había entendido
tanto kilómetro y tanto trasiego para tan poco uso. Nunca sabré si su pequeñez
se debe a la propia imprenta que lo hizo, a su editor, o fue la pena que lo
achicó tras tantos años de espera. Me ha encantado y ya lo está leyendo en
estos momentos otra de las lectoras de la casa. El libro ahora brilla
especialmente, no sé si ha sido al quitarle el polvo que el tiempo había ido
posando sobre él a pesar de la protección de sus hermanos de estantería, o las
caricias de nuestras manos y sentirse mirado por fin tan atentamente.
Si
alguna vez tienes ocasión, echa un vistazo por tu biblioteca y escudriña bien centímetro
a centímetro no tengas algún libro medio escondido, abandonado con la callada
compañía de dos de sus acompañantes. Si lo recuperas comprobarás que ha
merecido la pena porque los libros son como hijos que permanecen callados en su
lugar hasta que les pides, poniéndolos en tus manos, que te cuenten cuanto les
ocurre y que tienen siempre guardado celosamente en su interior.
Javier
Lozano
27/04/2013
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