miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Qué es el recreo?


Una mañana más abro la puerta del aula y, a pesar del paso de los años, me invade la sensación de volver a revivir la misma hora de nuevo. La clase de siempre aunque sea una distinta cada vez, los alumnos de toda la vida a pesar del paso de los cursos y los años y de tener nombres y apellidos muy diferentes algunos a los de hace 30 años, especialmente los nombres, eso sí, aún quedan algunos clásicos que los más modernos llegados de influencias de cualquier parte del planeta, muchas veces del mundo televisivo, no han logrado borrar de nuestras vidas y, en muchas ocasiones, de nuestros recuerdos.

Las asignaturas siguen repitiendo hasta la saciedad los contenidos de toda la vida. Unos útiles como siempre, con ese sabor a rancio de página amarillenta, otros pesados y reiterativos en su inútil esencia y colocados ahí en su momento por alguna mente brillante de las que casi nunca habitaron un aula rodeada de niños, y sí un despacho y la cafetería de algún ministerio o delegación educativa de la institución correspondiente, o la mayoría de las veces, la barra de bar aledaño, al lado de cortados y cervezas con tapa.

Una vez dentro veo caras expectantes un día más (y un día menos). Trato de seguir el programa que me hace ceñirme a sus contenidos y que me aprieta como una prenda de dos tallas menos, mientras que a la vez me piden que ilusione y motive a unos alumnos que pasan de todo lo que huela a libros y a clases convencionales. Trato de salirme del guión establecido sin que se note demasiado, por si me puede acarrear algún problema, porque innovar en los métodos queda muy bien en el papel, pero si ello conlleva risas en clase, puede ser mal interpretado. ¿Quién dijo que las matemáticas son tristes como los tres tigres del trabalenguas que intentábamos repetir de pequeños?

Cuando voy avanzando veo que las caras van cambiando. A ver… no, todas no, en la última fila y a un lado del aula, hay alumnos que siguen impertérritos, los cambios de aires, de método, no van con ellos. Su charla animada, sin importarles en su mundo lo que se desarrolla en el nuestro, sigue su marcha sin más motivación que la interna, la que marca su propio interés, tal vez el que los contenidos y yo no sabemos poner en funcionamiento. Otro dibuja animadamente algo que su cerebro ha localizado como modelo en un lugar a muchos kilómetros de distancia. Unos y otros, esperan el momento de desentumecer músculos y salir al exterior, no sólo del aula sino de las apreturas de un sistema educativo que no les comprende y no sabe tomarles de la mano para avanzar juntos.

Al fin y al cabo, como me decía en una ocasión, hace ya unos años, Xavier Obach poco después de dejar TVE como corresponsal en Latinoamérica, una película en televisión no es más que el espacio que queda entre dos anuncios. Aquella frase se me quedó grabada y, a pesar del paso del tiempo veo que mis alumnos, ese concepto de espacio sí que lo llevaron al aula para integrarlo en el día a día, en su vida, en su realidad. He comprobado que muchos de ellos vienen a clase a ver a sus amigos, a su gente, a la gente con la que se divierten y disfrutan y para eso ¿hay algo mejor que el recreo? Sí, claro, porque los cambios de clase, esos cinco tacaños minutos dan para tan poco... Después de tantos años pasando por aulas y reconociendo alumnos idénticos en cuerpos distintos, he ido asimilando la esencia del recreo. Que ¿qué es el recreo? Pues está bien claro, el espacio que queda entre dos clases consecutivas.

                                                        Javier

                                                        13/03/2013        

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